Se derrumbó el precio del petróleo. ¿Y ahora qué?

Por: 

Humberto Campodónico*

La caída del precio del precio del petróleo West Texas Intermediate (WTI) a niveles negativos el 20 de abril fue un hecho sin precedentes. Y la razón es conocida: la cuarentena mundial decretada por casi todos los Estados Nación debido a la pandemia del COVID-19 ha provocado una recesión generalizada que podría convertirse en depresión. El último informe del FMI dice que la economía mundial tendrá un crecimiento negativo de -3.0% en el 2020. Este decrecimiento se divide así: -6.1% en las llamadas economías avanzadas y -1.0% en las llamadas economías emergentes.

Lo que más asombra es que el precio del petróleo no solo se derrumbó sino que cayó a menos de cero (0). Además, durante 24 horas su cotización fue de -35 dólares por barril o sea que, literalmente, el productor-vendedor aceptaba pagar 35 dólares al comprador para que éste se lleve el petróleo. 

¿Por qué sucedió eso? Uno de los factores explicativos es que en EEUU buena parte de la producción de petróleo se acopia en Cushing, Oklahoma, a 750 kilómetros del Golfo de México. Entonces, si bien continuaba la producción de petróleo crudo y también de las refinerías, casi no había consumo de combustibles debido a la cuarentena. Sucedió entonces que los tanques de almacenamiento de petróleo crudo y de combustibles llegaron a su tope y colapsaron. 

El otro factor es que la caída a -35 dólares por barril fue para los contratos de venta a futuro para el mes de mayo, que vencían a los pocos días. No sucedió lo mismo con el precio de los futuros de junio en adelante, que, si bien también habían caído a 15 dólares por barril, no tuvieron precios negativos. 

La caída de la demanda ha sido espectacular: hasta el mes de febrero del 2020 el consumo mundial era de 100 millones de barriles diarios (mmbd). Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE) de la OCDE, en este mes de abril 2020 el consumo fue de 71 millones mmbd, es decir, una caída del 30%. Nunca visto . 

¿Es que la caída va a ser permanente? Algunos dicen que no, porque la demanda debiera recuperarse cuando termine la pandemia. Por tanto, la caída sería transitoria. La cuestión es que otros analistas no prevén una recuperación rápida de la economía mundial. Por el contrario, podríamos entrar en una depresión mayor a los de los años 30 del siglo pasado. Podríamos incluso ya estar en ese momento. Desde nuestro punto de vista, lo más probable es que estemos frente a un periodo prolongado de precios bajos. 

Esta caída tiene efectos negativos para los países productores, entre ellos los miembros de la OPEP: Arabia Saudita, Kuwait, Irán, Irak, Emiratos Arabes Unidos y Nigeria, entre otros. En América Latina los que van a sufrir duro son Venezuela (miembro de la OPEP), México, Ecuador y, en menor medida, Argentina. 

EEUU también va a sufrir fuerte la pegada. EEUU que había aumentado su producción en un 40%- a partir del “shale oil”, un petróleo no convencional que se obtiene con la técnica del “fracking”, que contamina la napa freática. Sucede que el “shale oil”, y el “shale gas, tienen costos de producción muy altos: las empresas encuentran su punto de equilibrio con precios de U$ 50 por barril. 

Como los precios están ahora en US$ 20/barril, lo más probable es que quiebren. Por eso ha dicho Trump que los va a ayudar. Una vez más interviene el Estado para salvar a los empresarios. Pero el interés de EEUU va más allá de lo económico inmediato: en la disputa por la hegemonía mundial en el Siglo XXI necesita tener total independencia energética. Si bien aumentó su producción en 40%, todavía importa 9.1 mmbd del total de 20.5 mmbd de su consumo en el 2019.

Un hecho muy preocupante es que esta caída va a influir negativamente en las energías alternativas: solar, eólica, biomasa, entre las más importantes. ¿Por qué? Porque no van a poder competir con un petróleo a US$ 20 o 25/ barril. Esto va a impactar negativamente en la lucha contra el cambio climático provocado por las emisiones de CO2. 

Lo mismo puede suceder con los autos eléctricos que se alimentan con baterías de litio y son todavía más caros que los automóviles tradicionales (que ahora tendrían otra vez petróleo barato). Aquí es importante el impulso a los autos eléctricos por los gobiernos de China, India y la Unión Europea: las proyecciones apuntaban a un aumento espectacular de las ventas de autos eléctricos.

En efecto, según la consultora Mackinsey, el porcentaje de autos eléctricos, como % del total de autos nuevos al 2035, alcanzaría el 45% (repetimos: de los autos nuevos de aquí al 2035, no del stock de autos existente). En los vehículos comerciales (camiones, buses) ese mismo porcentaje sería del 26%. Un verdadero cambio estructural, si se cumple.

Estos autos eléctricos forman parte de lo que se llama la transición energética, junto a las energías alternativas, antes mencionadas. Hay que señalar, sin embargo, que existe una polémica acerca del carácter “limpio” de las baterías de litio, pues, afirman, tienen un alto grado de contaminación.

Finalmente, los países que se benefician son los importadores netos de petróleo: Uruguay, Paraguay, Chile, Perú y casi toda América Central y el Caribe (con excepción de Trinidad y Tobago). Se benefician en la balanza comercial porque el precio del petróleo disminuye. La cuestión es que esa rebaja llegue realmente al público y no se quede “atracada” en los circuitos de comercialización mayorista y minorista, como es ahora el caso de las gasolinas y, también, de los balones de GLP. Pero eso será materia de otro artículo.

*Investigador de DESCO – Docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos 

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