Recordando a Denis Sulmont
Francisco Durand y Enrique Fernández Maldonado
Francisco Durand
Hace poco recibí un mensaje de Roelfien Haak, esposa del sociólogo Denis Sulmont, pidiendo que le escribiera un mensaje que luego le leyó. Lo imagine convaleciente, pero, como siempre a lo largo de toda su vida, muy activo. Poco tiempo después me enteré de su fallecimiento.
Denis Sulmont se educó en Francia (La Sorbona y Nanterre), llegando al Perú en 1967 para estudiar a los obreros de Chimbote. Se quedó en el país y contribuyó, quien lo duda, y de manera notable, al desarrollo de las Ciencias Sociales, en particular al estudio del movimiento obrero, y también al despegue de en ese entonces incipiente sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP.
En 1971 ingresé a Sociales y pronto entablamos una relación cercana como alumno del Taller Urbano Industrial que dirigía, siendo luego mi asesor primero y mi colega después. Siempre un amigo. En esos años, cuando iba a su casa, veía sus ficheros con notas históricas del movimiento obrero y sindical. En cada visita notaba un mayor volumen de libros, folletos y cuadernos con anotaciones. Estaba escribiendo lo que después sería la “Historia del Movimiento Obrero en el Perú 1900-1956”, primer libro publicado por el Fondo Editorial de la PUCP, hoy un clásico en esta materia que no puede ni debe ser olvidado.
Muchos otros libros, folletos y artículos siguieron sobre los sindicatos pesqueros, metalúrgicos y mineros, algunos en colaboración con Alberto Flores Galindo, también profesor en la in-disciplina de sociología. Su obra se nutrió no solo de libros y folletos, sino también de entrevistas con viejos sindicalistas y una cercanía con los obreros, donde dictaba charlas asiduamente, además de sus múltiples e incansables actividades académicas. Hoy, cuando el sindicalismo muestra nuevamente signos de vitalidad, leer la vasta obra de Denis Sulmont es una tarea necesaria, indispensable, para entender el país.
A Denis, como siempre lo llamé, le rindo merecido homenaje como amigo y mentor y por el aporte indispensable de su obra a la sociología del trabajo.
Sulmont
Enrique Fernández Maldonado
La última vez que vi a Denis fue en marzo del 2020, pocos días antes de desatarse la pandemia en nuestro país. Almorzamos en la calidez de su hogar en Pueblo Libre, donde disfrutaba de una jubilación serena y cercana a los suyos. Como suele pasar con las buenas tertulias, la sobremesa se quedó en el diente. Recuerdo que me despedí con nostalgia adelantada, siempre con la incertidumbre de un próximo encuentro.
La de Sulmont fue una vida rica en vivencias. Nacido en el contexto de la posguerra mundial, le tocó vivir parte de su infancia y adolescencia entre la campiña francesa y el Marruecos independentista. Estudiaría luego sociología en La Sorbona, formaría parte del mayo 68 y más tarde sustentaría una tesis doctoral (sobre la juventud chimbotana) dirigida por Alain Touraine. Tenía 24 años cuando arribó a nuestro país por primera vez. Este vínculo temprano derivó en una larga carrera como docente en la PUCP y respetado promotor en el mundo sindical. Su clásica "Historia del Movimiento Obrero Peruano" lo convertiría prontamente en el pionero de la sociología del trabajo en el Perú.
Lo conocí precisamente en las aulas de Sociales. A mediados de los noventa, el interés por la sociología del trabajo escaseaba, y Denis vio con entusiasmo mi inclinación por los estudios sindicales. Tanto así que costeó de su bolsillo (e involucró a Carmela Vildoso en la colecta) un pasaje para que participara en el Congreso Anual de la Asociación Latinoamericana del Trabajo (ALAST), que se llevó a cabo el 2003 en La Habana.
Por esos años le ayudaba a ordenar su vasto archivo personal, fichando y separando materiales diversos, para donarlos a la biblioteca de la PUCP como parte del acervo histórico del movimiento sindical peruano. Denis, que era un dechado de generosidad y desprendimiento, no solo me regaló libros y revistas repetidas, que nunca faltan, sino también verdaderas joyas: una colección de postales con las acuarelas de Pancho Fierro, una delicia de réplicas; o unas serigrafías originales de la Federación Nacional de Trabajadores Mineros, de cuando se fundó en 1984, que prontamente pasaron a decorar mi casa.
Pero quizá la mayor expresión de afecto fue cuando asistió a la presentación de un libro sobre las protestas juveniles contra la Ley Pulpín. En aquel momento, un verdadero esfuerzo físico para Denis. Sin embargo, estaba ahí, acompañado por Roelfien, su esposa, escuchando atentamente, con sus hermosos ojos azules mirándonos fijamente, registrando el momento con la mente y el corazón.
A personas como Denis se les debe, con frecuencia, muchas cosas. Yo le reconozco su fuerte impronta en mi interés profesional por la sociología del trabajo. También las lecciones que intente incorporar, si acaso, en mi práctica académica: la importancia de la disciplina y el método para investigar; la sencillez y humildad del maestro que aprende de sus alumnos. La vocación de servicio hecha militancia. El afecto del amigo. Tantas cosas, Denis, tantas cosas…