La igualdad esquiva: derechos LGTB

Este fin de semana, Carlos Bruce, Congresista de la República, afirmó ser gay y con ello marcó un momento histórico al ser el primer congresista abiertamente homosexual en el Perú.

Este fin de semana, Carlos Bruce, Congresista de la República, afirmó ser gay y con ello marcó un momento histórico al ser el primer congresista abiertamente homosexual en el Perú. Ad portas del debate en el parlamento por la Unión Civil no matrimonial, estas declaraciones constituyen un acto de valentía y compromiso con la comunidad LGTB que ve sus derechos vulnerados a diario.

El pasado 17 de mayo se celebró el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia y en el marco de esta fecha, Promsex y la “Red TLGB” presentaron el Informe Anual sobre Derechos Humanos de Personas Trans, Lesbianas, Gays y Bisexuales en el Perú 2013 – 2014. El panorama sigue siendo lamentable. Aquí presentamos algunas cifras encontradas en este informe; sin embargo, es importante señalar que uno de los principales obstáculos para contar con data que dé cuenta de los casos de discriminación y violación a los derechos de la comunidad LGTB es que no existe un conteo oficial que se realice a nivel nacional, razón por la cual se debe recurrir a diversas instancias para el acopio de información (medios de comunicación, redes de contacto, entrevistas personales, etc.)

Entre enero del 2013 y marzo del 2014, se han recopilado 17 casos de asesinatos de personas LGTB. Se trató de 10 trans femeninas, 6 gays y una lesbiana. En la mayoría de los casos medió algún tipo de vinculación sexual y/o afectiva, razón por la cual se señala en el informe que se trató de homicidios realizados por la pareja ocasional (recién conocidos con quien se pretendió o se tuvo sexo casual) o pareja. Este dato resulta importante pues diversos grupos conservadores han buscado utilizar el calificativo “crímenes pasionales” en lugar de “crímenes de odio” para estos casos, con lo cual se busca minimizarlos. Se trata de “crímenes de odio” ya que la manifestación del mismo es notablemente alta. En la mayoría de ellos vemos estrangulamiento, golpes, cuchillazos, disparos, mutilaciones, etc. Los actos de violencia y crueldad evidencian el odio por la víctima.

Otro dato importante es que de los 17 casos de asesinatos, sólo uno se encuentra en proceso ante el poder judicial de Chachapoyas. Es el caso de Joel Molero, un joven homosexual que fue asfixiado, mutilado de sus genitales, manos y pies y quemado. El Poder Judicial ordenó prisión preventiva al agresor sólo por nueve meses, pues señaló que lo asfixió luego de que la víctima intentara violarlo. Sin embargo, aún si se hubiera tratado de una acción en legítima defensa, los actos posteriores a su muerte (mutilar y quemar el cuerpo) responden a una forma de odio, como señala el informe.

A ello falta añadir los 40 casos de vulneraciones a la seguridad personal en contra de personas TLGB, ocurridos entre enero del 2013 y marzo del 2014. Se trató de víctimas de agresiones físicas graves y leves, agresiones verbales, secuestros y detenciones. En estos casos cabe detenerse en el perfil del agresor para notar que es un panorama además de injusto, muy complejo. En 14 casos, el agresor se encontró entre familiares o familiares de la pareja del afectado o afectada. En once casos, el agresor fue un desconocido (en uno de estos el agresor fue el dueño de un hostal). En diez casos, el agresor fue nada menos que un servidor público (soldado, policía, sereno y hasta un fiscal). En otros dos casos, los agresores fueron parejas sexuales ocasionales. En un caso, se trató de un profesor de la universidad, en otro de la madre de un amigo, etc. Como vemos, la lista de agresores la encabezan padres, madres, hermanos y primos. El dato es elocuente. Muchas veces la agresión viene de casa y convive con las víctimas. ¿Qué clase de igualdad o seguridad se le proporciona a la comunidad TLGB cuando su principal fuente de apoyo es la que los agrede?

Esto explica también los dos casos de suicidio en el mismo periodo de tiempo. Se trató de personas que no pudieron soportar la situación de opresión sociofamiliar. En ambos casos, además, se trató de jóvenes agredidos regularmente en la escuela (bullying homofóbico) y en redes sociales (cyberbullying).

En este contexto, las declaraciones de Carlos Bruce cobran especial relevancia y reivindican a una comunidad para la cual la igualdad es todavía una realidad esquiva. Sin embargo, herramientas como el informe aquí resumido contribuyen a visualizar una realidad latente que necesitamos erradicar. Ninguna sociedad que conviva y se resigne a la violencia podrá brindar igualdad. No se trata de hacerlo por “ellxs” como algunos señalan, sino por todxs. Por los que estamos y los que vendrán.

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