De la guerra comercial a la vuelta al armamentismo y la lucha por la hegemonía EEUU-China
Humberto Campodónico
Es un hecho. Se acabó el orden económico y comercial internacional establecido en la Conferencia Internacional de Bretton Woods en 1944. Hemos entrado a una nueva era. Y también se ha terminado la alianza militar estratégica entre los países de Occidente que ganaron la II Guerra Mundial, vale decir la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (la OTAN). Vamos por partes.
En el plano comercial la idea fuerza central fue la vigencia de la siguiente idea: el comercio internacional beneficia a todos los países, por tanto, lo que se debe hacer es bajar los impuestos a las importaciones (aranceles). Y, para ello, se creó la Organización Mundial de Comercio (OMC, inicialmente estuvo el GATT), cuya función era la rebaja organizada de aranceles en el mundo.
Los aranceles cayeron fuertes: en EEUU y la Unión Europea el arancel promedio no pasaba del 5%. Igual tendencia se dio en el resto del mundo (con excepciones) y, claro, también en América Latina cuando llegaron las políticas económicas neoliberales (en Perú el arancel promedio es 3%).
El turno también le llegó a China, que entró a la OMC en el 2001, apoyada fuertemente por EEUU. En este caso, la política USA era la siguiente: impulsemos la libertad económica en China y el éxito de esa política, poco a poco hará que los ciudadanos chinos busquen también las libertades democráticas. Ello llevará al debilitamiento del partido único, impulsará la existencia de otros partidos y, sobre todo, llevará a la existencia de un régimen de democracia parlamentaria. La cuestión aquí es que China creció y creció, pero el régimen político no.
Desde 1980 el proceso de globalización llevó la doctrina liberal al extremo. No solamente habría más libre comercio entre los países, lo que se vino a llamar la “integración débil” porque solo se trataba de bajar aranceles, sino que se impulsó la “integración profunda”, que conlleva la unificación de las políticas económicas y comerciales para que los capitales puedan moverse libremente. Ese rol lo debía haber cumplido la OMC, pero sucede que, a diferencia del FMI y el Banco Mundial, toda iniciativa debe ser aprobada por consenso de todos los miembros. Si uno o algunos se oponen, la iniciativa “no pasa”.
Por ello los países industrializados optaron por los Tratados de Libre Comercio con las llamadas “economías emergentes y los países más pequeños. De esa manera se podían aprobar leyes sobre, por ejemplo, la apertura a las inversiones extranjeras y el medio ambiente, algo que en la OMC no se podía lograr. Poco a poco se llegaría a un “mundo plano”, donde todas las leyes y reglas económicas de los países serían las mismas.
Pero sucede que, en este caso, los más perjudicados fueron las industrias y los empleos en los países industrializados, que se fueron a países con menores costos. Sobrevino el desempleo y la protesta en los países industrializados, sobre todo, en EEUU: los que perdieron empleos e ingresos por la globalización son la base electoral de Trump y de los partidos populistas (anti-inmigración también) en otros países europeos
Y en el 2016 Trump ganó diciendo: hagamos a América grande otra vez. Traigamos las fábricas y los empleos de vuelta. Pongamos aranceles altos para proteger a las industrias locales y atraer a las empresas que se llevaron su producción al extranjero. No solo eso, hace poco Trump ha dicho a los europeos: “vengan a invertir a EEUU, donde no tienen que pagar aranceles”.
Corolario: la globalización ha terminado y vuelve “a toda máquina” la vigencia del Estado Nación. Cada cual lucha por sus propios intereses: es el retorno del mercantilismo. Adiós a la vigencia de la OMC y la teoría de las ventajas comparativas (que beneficia a todos los países que comercian entre sí con aranceles bajos) del economista inglés del siglo XIX, David Ricardo.
El rearme de Europa
La cuestión es que desde 1944 hasta la fecha el mundo ha cambiado mucho. Hay “nuevos chicos en el barrio” que piden una participación mayor en las decisiones políticas, económicas y comerciales. El más alto exponente es el grupo de los BRICS+, compuesto por China, Rusia, India, Brasil y Sudáfrica, al cual se han sumado otros países recientemente.
Su peso mundial se ha trasladado la “gran geopolítica” a la cuenca asiática ya que el crecimiento allí duplica al de EEUU y la “vieja Europa”. Y el nuevo actor central es China, cuyo veloz crecimiento ha hecho que sea la segunda economía del mundo y el primer socio comercial de más de 100 países.
Es en ese marco que hay que ubicar la invasión de Rusia a Ucrania, si bien este conflicto tiene particularidades muy importantes. Se trata del hecho que la OTAN sigue vigente pero ya no existe el Pacto de Varsovia, pacto de defensa militar formado la URSS y varios países de Europa Oriental. La cuestión aquí es que Rusia se pregunta: si ya no hay “guerra fría” ¿para qué existe la OTAN?
La respuesta es fácil: para que Europa pueda defenderse de Rusia, a la cual se le considera de todas maneras enemiga, si bien ya no existe la URSS.
Durante años EEUU ha financiado militarmente a la OTAN y ha considerado a Rusia como país enemigo, tanto por los gobiernos demócratas como republicanos. Y, dice Trump, Europa disfrutaba de un “lonche gratis”. Ahora eso se acabó: la Unión Europea va a tener que defenderse por su cuenta y aumentar su presupuesto militar. Agregó Trump, falsamente, que la UE se creó para “fregar” a EEUU.
Lo más notable, sin embargo, es que el gobierno de Trump ahora escoge a Rusia como aliado y busca acabar la guerra con Ucrania. Si eso es así, ¿cómo queda la OTAN? No se sabe aún pero el status que tenía variará sustancialmente. Y la UE tendrá que defenderse (de quien sino de Rusia) por sus propios medios. Y le va a costar carísimo (1.5% del PBI), lo que obligará a recortes presupuestales que, de un lado, van a ser resistidos por la población y, de otro, que ese gasto en armamento de todas maneras aumentará la deuda, que ya está en 88% del PBI en el área euro.
¿Por qué hace esto Trump? Porque ve el apoyo a Ucrania, además, no como parte de “una misión de salvaguardia de la paz mundial”, sino también como un arma de negociación, mejor digamos chantaje, para acceder a los minerales raros que posee Ucrania.
La lectura que escuchamos en Europa es de impotencia, sobre todo por parte de la triada: Gran Bretaña (que ya no está en la UE), Francia y Alemania. Han quedado en “offside” con la negociación entre Trump y Putin; sus diplomáticos dicen: “si no estamos invitados a la mesa de negociaciones, de repente vamos a ser parte del menú”. Además, los enconos políticos dentro de los países aumentan debido a la crisis económica y el tema migratorio, lo que también es indicador del hecho que las políticas neoliberales de la UE no solucionaron los problemas. Y hay varios que ya optan por Rusia.
Trump está desencantado de la “vieja Europa” (concepto impulsado desde 2016 por Steve Bannon, asesor de Trump) y opta ahora (junto con Musk) por regímenes autoritarios, ya que esa es también su tendencia. Biden decía que hay que optar entre la democracia de EEUU o el autoritarismo de China. ¿Pero acaso EEUU no está caminando hacia el autoritarismo?
El meollo del asunto es la lucha por la hegemonía en el Siglo XXI entre EEUU y China. Trump quiere a Rusia de su lado, para debilitar las buenas relaciones entre Rusia y China. De su lado, Putin se acerca a USA por su necesidad, hoy, de ganar la guerra de Ucrania.
Pero eso es hoy. ¿Cómo mira Rusia el largo plazo? Lo más probable es que siga optando por China, ya que EEUU está polarizado, en gran lucha interna y se le vienen problemas económicos. ¿Más vale China que EEUU para Putin? En todo caso quien más perdería aquí podría ser la “vieja Europa”. Y está por verse qué sucede con Trump, a quien se le avecinan grandes problemas económicos.
La deuda del gobierno general en Europa asciende al 88% del PBI
Un nuevo mundo se dibuja ante nuestros ojos: desglobalización, retorno al mercantilismo, fin del orden económico y político basado en reglas, por tanto, predecible; fin de la diplomacia y vuelta a la ley del más fuerte, del rey de la selva; desmantelamiento de los organismos multilaterales que nacieron luego de la última guerra mundial.
Se agregan los conflictos en Europa, retorno al imperialismo desembozado (anexión de Canadá, apropiación de Groenlandia, “recuperación” del canal de Panamá) y propagación de los partidos iliberales y autoritarios como reguero de pólvora
Ello no presagia nada bueno para la humanidad. 80 años después de Bretton Woods: de nuevo y a acomodarse. Lamentable, como desde el principio, seguimos tropezándonos con la misma piedra.
Postdata: ver nuestro anterior artículo “Trump y el cambio de época” del 06 de febrero