«¡No mueras, te amo tanto!»
Yorka Gamarra*
Al mirar el Perú de inicios de 2025, pareciera que lo que iba a pasar, ha ocurrido: nos están arrebatado el país. Y éste, está muriendo. Y, como en el poema de Vallejo, hay una sensación de impotencia colectiva: «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Qué maldición es ésta que, en vez de pasar rápido como una pesadilla, se aferra en las veredas de las ciudades, en las zonas rurales de la costa, la sierra y la Amazonía y, siguen muriendo peruanos a manos del sicariato y a manos de delincuentes disfrazados de policías y a manos de aventureros disfrazados de ministros.
Qué maldición nos ha caído que se da de comer carne podrida y de caballo a los niños más pobres y qué Congreso es este que, en vez de velar por la salud de los más vulnerables, no la defiende y, contrariamente, perdona a un sujeto que tendría que haber renunciado a su cargo de ministro (si tuviera algo de vergüenza intelectual y profesional).
El último pleno parlamentario del año pasado, era el momento para pedir perdón a esos niños, reivindicarlos en su dignidad y sancionar a los responsables. Pero, ahora el Congreso es la vergüenza nacional, no solo porque sus integrantes discursan desde un océano de ignorancia, sino también por los escándalos en que están inmiscuidos: corrupción, mocha sueldos, proxenetismo y sicariato explícitos. Pobre país.
El Perú del 2025, nuevamente parece echar fuera a sus jóvenes para que se ganen la vida como puedan en otras tierras, ya no solo por la falta de oportunidades, sino ahora escapando de la muerte que acecha en cada esquina.
Porque el peruano, ha enfrentado las urgencias económicas con una enorme fuerza de ingenio y, si algo podía frenar esta fuerza creadora, es el riesgo de morir asesinado por no pagar un cupo. Lima y otras ciudades, ya no son un buen lugar para vivir.
Aquel muchacho provinciano que se esforzó y logró construir Villa El Salvador, el emporio comercial de Gamarra, Unicachi, darle vida al Mercado Central, por citar algunos ejemplos de la capital, ahora tiene que enfrentarse a algo peor que la SUNAT, peor que la pobreza, peor que la falta de salud y educación: el riesgo de morir. Si no hemos tocado fondo, estamos bien cerca.
¿Qué país es este que no acepta el disenso? Que si piensas diferente te matan o eres tachado de terruco o, tildado con el mote que se han inventado quienes tienen miedo al debate: caviar.
A falta de ideas, buenos son los adjetivos.
La pulverización del tejido social iniciada en los 90, ahora se traduce en la existencia de 35 partidos en el Registro de Organizaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones y podrían llegar a ser 70. A eso nos ha llevado un conjunto disperso y caótico de normas electorales fabricadas en este Congreso. ¿Habrá 35 ideologías compitiendo? ¿En qué se pueden diferenciar los discursos de 35 ofertas electorales?
El individualismo, hecho dogma en el Perú desde los 90, ha diseñado esta pulverización, el pensar en colectivo y en el bien de todos, se ha convertido en anacrónico.
¿Podemos creer todavía que es posible salir de la fosa a la que nos han arrojado quienes hoy son parte de este pacto del mal?
¿Será posible que, como en el poema de Vallejo, el país se levante, abrace al primer hombre (o mujer, o niño, o niña) y se eche a andar? “No mueras (Perú) te amo tanto”.
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Título tomado de: “España aparta de mi este cáliz”. “Masa”. César Vallejo (1937)
* Abogada, periodista