El debate entre empresa pública versus empresa privada: ¿es relevante en el siglo XXI?

Por: 

Alejandro Narváez Liceras(*)

El debate entre la supremacía de la empresa pública y la empresa privada ha sido una constante en la teoría económica desde el auge del capitalismo y la expansión de los modelos estatales en el siglo XX. La discusión, a menudo ideológica, ha girado en torno a la eficiencia, rentabilidad y capacidad de innovación de cada modelo empresarial. Sin embargo, en un mundo globalizado, tecnológicamente avanzado y marcado por desafíos como el cambio climático, la desigualdad social y las crisis económicas, es necesario preguntarse si este debate sigue siendo relevante en el siglo XXI. En este breve artículo se examinan las diferencias tradicionales entre ambas formas de organización empresarial, se citan casos exitosos de empresas públicas en economías de libre mercado y se plantea una hipótesis sobre la necesidad de nuevos modelos híbridos que se integren lo mejor de ambos enfoques.

Empresa pública versus privada: Un debate con raíces históricas

La discusión sobre el papel del Estado y el mercado en la economía se remonta a autores clásicos como Adam Smith (1776) y Karl Marx (1867). Mientras Smith abogaba por la eficiencia del mercado libre y el interés individual como motores del crecimiento económico, Marx defendía la necesidad de un Estado fuerte para redistribuir la riqueza y garantizar la justicia social.

Las empresas públicas son aquellas cuyo capital y gestión están en manos del Estado, ya sea a nivel nacional, regional o local. Su objetivo principal suele estar orientado al bienestar social, la provisión de servicios esenciales y la promoción del desarrollo económico. Por otro lado, las empresas privadas son propiedad de individuos o entidades no gubernamentales, y su finalidad primordial según el viejo paradigma del management es maximizar el valor de mercado de la empresa para sus accionistas.

Las diferencias entre ambos modelos no sólo radican en la propiedad, sino también, en aspectos como la toma de decisiones, la financiación, la transparencia y la rendición de cuentas. Mientras que, las empresas públicas, pueden beneficiarse de la financiación estatal y estar sujetas a controles más estrictos, las privadas operan en mercados competitivos que las impulsan hacia la eficiencia y la innovación.

Durante el siglo XX, el debate se intensificó con el auge de las políticas keynesianas, que dieron protagonismo al Estado como actor económico central después de la Gran Depresión de 1929, y las políticas neoliberales de las décadas de 1980 y 1990, que promovieron la privatización como fórmula para mejorar la eficiencia y reducir el gasto público (Krugman,” La Conciencia de un Liberal”, 2015).

No obstante, el siglo XXI ha demostrado que tanto la empresa pública como la privada tienen fortalezas y debilidades. La empresa pública, a menudo criticada por su burocracia y la interferencia política, ha demostrado ser clave en sectores estratégicos y en contextos de crisis. Por su parte, la empresa privada, aunque eficiente, ha sido cuestionada por su enfoque en la rentabilidad a corto plazo, en detrimento de la sostenibilidad social y ambiental.

Fortalezas y debilidades de cada modelo

Como es lógico, ambos modelos tienen sus puntos fuertes y sus puntos débiles.  Veamos algunos:

  • Eficiencia y rentabilidad: Tradicionalmente, se argumenta que las empresas privadas son más eficientes debido a la competencia del mercado y la presión por generar máximas ganancias. Sin embargo, esto no siempre es cierto. Un estudio de la OCDE (2020) revela que empresas públicas bien gestionadas pueden alcanzar niveles de rentabilidad similares a las privadas en sectores estratégicos como la energía y el transporte, por citar dos ejemplos.
  • Responsabilidad social: Las empresas públicas suelen tener un mandato más amplio que incluye la provisión de bienes y servicios públicos. Un ejemplo claro es la red ferroviaria de Alemania (Deutsche Bahn ), que siendo una empresa estatal, mantiene estándares de calidad e innovación muy competitivos (OCDE, 2019). Sus decisiones pueden priorizar el bienestar social sobre la rentabilidad económica, sin poner en peligro su supervivencia.
  • Innovación y riesgo: Las empresas privadas suelen estar mejor posicionadas para innovar, dado su mayor margen para asumir riesgos, pueden adaptarse rápidamente a cambios en el entorno económico. No obstante, muchas innovaciones tecnológicas han tenido su origen en inversiones públicas. Un caso paradigmático es la tecnología detrás de Internet, la cual fue desarrollada inicialmente con financiamiento gubernamental estadounidense (Mazzucato, 2013).

Casos exitosos de empresas públicas en economías de mercado

A pesar de las críticas, existen abundantes ejemplos de empresas públicas que han logrado superarse por su eficiencia, innovación y contribución al desarrollo económico y social.

  • Deutsche Bahn: La empresa ferroviaria alemana es un exitoso modelo de empresa estatal. Combina rentabilidad con un enfoque sostenible, invirtiendo en tecnología de trenes eléctricos y reduciendo su huella de carbono.
  • Électricité de France: La empresa pública francesa es líder en generación de energía nuclear y ha sido clave en garantizar la seguridad energética del país, a la vez que impulsa una transición hacia fuentes renovables (OCDE, 2020).
  • Posten Norge: El servicio postal noruego, gestionado por el Estado, ha implementado una transformación digital que lo ha convertido en uno de los más eficientes y tecnológicos de Europa (UNCTAD, 2021). 
  • Enagás: La compañía española, que gestiona la red de gas natural, destaca por su eficiencia operativa y su papel en garantizar la seguridad energética del país, actuando con estándares competitivos a nivel internacional (BID, 2020).

Estos casos demuestran que las empresas públicas, cuando son gestionadas con eficiencia, con rendición de cuentas y en el marco de buena gobernanza, pueden competir con éxito en el mercado global y responder a las necesidades sociales de forma sostenible.

¿Es relevante el debate en el Siglo XXI?

En un mundo marcado por problemas globales como el cambio climático, la desigualdad y las crisis económicas, el debate entre empresas públicas y privadas resulta estéril e irrelevante. La verdadera cuestión radica en cómo combinar las fortalezas de ambos modelos para crear empresas que no sólo sean rentables, sino también responsables y sostenibles.  Claramente, el debate ha evolucionado, especialmente en el contexto de los desafíos contemporáneos. La crisis financiera de 2008, por ejemplo, evidenció las limitaciones del mercado libre y la necesidad de intervenciones del Estado para estabilizar las economías. Asimismo, la pandemia de COVID-19 reveló la importancia de contar con sistemas de salud públicos robustos. En este marco cabe señalar tres puntos principales:

a) La necesidad de modelos híbridos. A la luz de lo anterior, se plantea la hipótesis de que la dicotomía entre empresa pública y privada es cada vez menos relevante. En su lugar, surgen modelos híbridos que buscan combinar lo mejor de ambos mundos: la eficiencia y capacidad de innovación del sector privado con la orientación al bien común y la estabilidad del sector público. En esa línea, los modelos de colaboración público-privada, también conocidos como Partnerships (PPP), han demostrado ser una buena opción. En países como Canadá y Australia, los proyectos de infraestructura desarrollados bajo este esquema han permitido combinar la eficiencia del sector privado con el interés público (FMI, 2021). En el Perú esta alternativa tiene aún mucho camino que recorrer.

b) El rol del Estado como inversor estratégico. Mariana Mazzucato, “El Estado Emprendedor” (2018) argumenta que el Estado no sólo debe ser un regulador, sino también un "inversor de primer orden" que financia proyectos estratégicos e innovadores, especialmente en áreas donde el sector privado no está dispuesto a asumir riesgos.

c) La responsabilidad social y ambiental. Las empresas del siglo XXI deben responder a un triple equilibrio: económico, social y ambiental. En este sentido, la discusión no debería centrarse en la propiedad de la empresa, sino en su capacidad para generar riqueza (valor) a largo plazo para la sociedad en su conjunto. Aquí radica el reto de las empresas públicas y privadas de nuestro siglo.

Algunas conclusiones

El debate entre la empresa pública y la privada, aunque históricamente significativo, ha perdido relevancia en el contexto actual convirtiéndose en una discusión de poca valía. La experiencia del siglo XXI ha demostrado que ambas modelos de empresa tienen fortalezas y debilidades, y que el éxito depende más de la calidad de la gestión que de la propiedad de la empresa. Los casos exitosos de empresas públicas en economías occidentes evidencian que el Estado puede ser un gestor eficiente cuando actúa con criterios de transparencia, innovación y sostenibilidad.

Las empresas públicas han demostrado ser exitosas en sectores estratégicos y en situaciones de crisis, garantizando equidad, estabilidad y sostenibilidad a largo plazo. Entre tanto, el dinamismo y la eficiencia del sector privado son esenciales para impulsar la innovación y el crecimiento económico. Por tanto, en la era actual, la verdadera solución no radica en elegir entre ambos modelos, sino en construir sinergias que permitan aprovechar lo mejor de cada uno. Los nuevos desafíos globales requieren enfoques colaborativos, modelos híbridos que integren lo mejor del sector público y privado, donde el bienestar social, la eficiencia y la sostenibilidad sean los pilares de la empresa del futuro.

Por último, en las empresas públicas es necesario implementar prácticas modernas de gobernanza, reducir la interferencia política y fomentar la innovación para optimizar su funcionamiento. En un contexto global marcado por desafíos económicos y ambientales, las empresas públicas estratégicas seguirán siendo actores indispensables, siempre que sean capaces de adaptarse a las exigencias del mercado y satisfacer las necesidades de la sociedad.
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(*) Es profesor principal de Economía Financiera en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Actualmente presidente del Directorio de Petroperú.
(**) Este articulo también puede leerse en: www.alejandronarvaez