La cumbre de los BRICS en Rusia evidencia el fracaso de Occidente para aislar a Moscú
Juan Antonio Sanz
Los BRICS se consolidan en Kazán como una fuerza geopolítica global que reta a Occidente, evita el repudio a Rusia, condena a Israel y apuesta por la paz negociada en Ucrania.
La cumbre que esta semana celebran los BRICS en la ciudad rusa de Kazán ha puesto de manifiesto que en el Sur Global prevalece una apuesta común por la negociación para detener la guerra de Ucrania, en contraposición con los esfuerzos de Occidente para aislar a Rusia con sanciones y prolongar el conflicto armado para desgastar a Moscú, aunque Kiev pierda finalmente la contienda. Los BRICS lo integraron inicialmente Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, aunque en enero de este año se unieron Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía.
La reunión en el corazón de Rusia de los países agrupados bajo ese acrónimo pretende lanzar un desafío a la estrategia geopolítica y económica occidental liderada por Washington en un momento internacional clave: en la recta final de las elecciones presidenciales estadounidenses, en medio de una crisis bélica no vista desde hace décadas en Oriente Medio, con Israel campando a sus anchas en el Líbano y Gaza, y con la guerra de Ucrania enfangada en el costado de Europa.
La Rusia sancionada y condenada al ostracismo por su invasión de Ucrania es el anfitrión del encuentro de Kazán, demostrando que no está tan sola como pretenden Washington y sus aliados europeos, y que, al contrario, junto a China, sobre todo, trata de ofrecer una alternativa también política y económica al actual escenario mundial donde EEUU es el poder hegemónico que marca el paso.
Esta cumbre de los BRICS es realmente un regalo» para el presidente ruso, Vladímir Putin, indicó a la cadena estadounidense CNN Alex Gabuev, director del Centro Carnegie Rusia Eurasia en Berlín. El mensaje es claro, según Gabuev, «¿cómo se puede hablar del aislamiento global de Rusia cuando (tantos) líderes acuden a Kazán?».
Putin, un autócrata en su país y responsable directo de la agresión a Ucrania, aparece, así como el abanderado de un movimiento que crece en fuerza y que pretende conducir a la comunidad global hacia un orden más justo. En la capital de la república rusa de Tatarstán, el presidente ruso recibió a una veintena de líderes de Asia, África y América Latina. En este panorama es ciertamente difícil insistir en que el líder ruso está aislado.
Piden una salida negociada en Ucrania y condenan a Israel
Si a la cumbre de los BRICS en Johannesburgo, el año pasado, Putin asistió por teleconferencia, por pesar sobre él una orden de detención de la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de guerra en Ucrania, en Kazán es el anfitrión del evento y el panorama mundial es muy diferente.
Los BRICS no acaban de ponerse totalmente de acuerdo con lo que ocurre en Ucrania, pues molesta la vulneración de la soberanía territorial ucraniana por Rusia, pero sí que hay en sus filas una condena unánime al genocidio cometido por Israel en Gaza y su flagrante violación de la integridad de un estado soberano como es el Líbano.
China, Brasil e India han reclamado en Kazán una salida dialogada al conflicto ucraniano. Y el Kremlin ha subrayado en esta cumbre de los BRICS que acepta la mediación de esos tres países, en contraposición con la apuesta de Europa y EEUU que prefieren llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien no asistió personalmente a la cumbre, defendió por videoconferencia el inicio de negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania.
Entretanto, el riesgo de un conflicto generalizado en Oriente Medio ha llevado a los BRICS a centrar más su atención en esta zona que en el este de Europa. Las matanzas de palestinos y libaneses llevadas a cabo por Israel, sin que Estados Unidos haya hecho nada para detenerlas, fueron condenadas sin paliativos por los BRICS este miércoles en su declaración conjunta.
Es normal que crezca así el convencimiento en estos países de que Washington no debe liderar la sociedad internacional, sobre todo si es capaz de permitir ese genocidio para cubrirles las espaldas a sus socios israelíes.
Un nuevo modelo de relaciones internacionales
Este club de los BRICS, que adolece ciertamente de la cohesión de la Unión Europea o la OTAN, o la unidad de intereses comerciales y productivos del G7 de las economías más potentes del mundo, sin embargo, comienza a conformar alternativas que subrayan el peso creciente de los países emergentes, también conocidos como el Sur Global.
Tras reunirse con el presidente chino, Xi Jinping, Putin subrayó que la asociación contemplada por los BRICS es un «modelo de cómo se deben construir las relaciones entre estados».
Fundado en 2009 por Brasil, Rusia, India y China, con la adhesión en 2010 de Sudáfrica, los BRICS sumaron a sus filas el 1 de enero de 2024 a Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. Al menos una docena de países (entre ellos Turquía, miembro a su vez de la OTAN) han manifestado su deseo de sumarse al grupo, que ya representa a casi el 50% de la humanidad. En 2024, la fuerza económica de los BRICS supone ya el 36,7% de la economía mundial.
En el oeste no se ve con buenos ojos esta asociación, que viene a retar las maneras de hacer europeas y norteamericanas predominantes. Además, en su seno se cuentan dos de los países demonizados por Occidente, Rusia e Irán, así como el contrincante global número uno, tanto para estadounidenses como para europeos, que es China.
Con Rusia, la OTAN liderada por EEUU se encuentra enfrentada en una guerra por delegación en Ucrania e Irán es el enemigo a abatir por el principal aliado occidental en Oriente Medio, Israel, que prepara una inminente represalia contra Teherán que podría llevar a una conflagración regional sin parangón.
China se muestra como una doble amenaza para EEUU y sus aliados, con sus prácticas comerciales poco sumisas a las normas occidentales y su presión sobre Taiwán, isla convertida en el portaviones estadounidense en la región de Asia Pacífico.
Además, dos de los BRICS, Rusia y China, se atreven a tratar de tú a tú con el régimen ermitaño de Corea del Norte, condenado a vivir en un gulag permanente por su propia dictadura y por el rechazo sin paliativos que produce en el mundo democrático. Rechazo que ha pasado a la inquietud tras saberse que podría estar enviando miles de soldados a combatir en Ucrania bajo mando ruso.
Objetivo: tumbar el dólar como moneda internacional
En el ámbito económico, aunque no hay suficientes mecanismos de actuación comunes, sí que existe una visión coincidente en la necesidad de reducir la dependencia del comercio internacional liderado por el dólar estadounidenses y el rechazo a las sanciones occidentales contra cualquier país que se cruce en el camino de Washington o Bruselas a pesar del daño que tales sanciones puedan ocasionar a la economía de los países menos favorecidos.
De lo que hay pocas dudas, y esta cumbre lo ha subrayado más que nunca, es que existe una voluntad de la mayor parte de la humanidad (son muchos los países que se declaran más favorables a los BRICS que a las prácticas de las instituciones militares y neoliberales occidentales) para modelar un nuevo mundo «multipolar» sin la hegemonía de la parte más rica del planeta, representada por Washington, Bruselas y el G7.
La desconfianza permanece, pues China, Rusia e Irán no dudan en ondear la bandera de los BRICS y sus amigos, como un eventual bloque antioccidental, lo que disgusta especialmente a países que como la India se nutren del comercio con Estados Unidos, por ejemplo.
Rechazo a las sanciones unilaterales occidentales
Pero hay otras coincidencias en sus políticas que aúnan esa necesidad de oponerse a la arbitrariedad que muchas veces contienen las decisiones occidentales.
En la declaración conjunta, los jefes de Estado de los BRICS, entre los que se contaban el anfitrión Vladímir Putin, el chino Xi Jinping, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, el primer ministro indio, Narendra Modi, o el presidente iraní, Masud Pezeshkian, entre otros, condenaron este miércoles la imposición por Occidente de sanciones unilaterales sin el beneplácito de Naciones Unidas y pidieron el levantamiento de las ya impuestas.
La referencia era directa a las sanciones que pesan sobre Rusia e Irán, por la invasión de Ucrania o el programa nuclear iraní, o sobre China en el ámbito económico. El argumento del rechazo a las sanciones es que contradicen el derecho internacional y golpean a los sectores más vulnerables de la población de los países castigados.
«Las medidas coercitivas unilaterales, incluyendo las sanciones económicas unilaterales y las sanciones secundarias, que contradicen el derecho internacional, tienen graves consecuencias para el ejercicio de los derechos humanos, incluyendo el derecho al desarrollo», según la declaración conjunta.
Esta declaración, con la condena de las sanciones unilaterales, supone una severa crítica a Occidente y la constatación de que sus acciones para castigar a un miembro de la comunidad internacional no evalúan los daños colaterales que pueden tener sobre «la economía mundial, el comercio internacional y el cumplimiento de los objetivos de desarrollo estable».
Estas medidas, añade el texto, también socavan los estatutos de la ONU e inciden negativamente en la seguridad alimentaria o la sanidad, e impulsan la pobreza.
Es cierto que los miembros de los BRICS tienen profundas diferencias entre ellos, por ejemplo, China e India por cuestiones fronterizas. Además, algunos de los miembros están más interesados en fortalecer una economía global independiente de un dólar voluble utilizado como arma por la política exterior de Estados Unidos, que, en derivar la creciente cohesión al tema ideológico, como frente antioccidental, tal y como defienden Rusia y China.
Pero el paso dado en Kazán, a pocos días de las elecciones de EEUU, en las que la situación internacional podría dar un nuevo vuelco si Donald Trump llegara al poder, es una muestra evidente de que buena parte de la sociedad internacional, en esos países emergentes en Asia, África y América Latina, quiere un rumbo distinto al impelido en el mundo durante décadas por Occidente.