Los errores en las propuestas de Juan Carlos Tafur
Francisco Pérez García
Que los grupos conservadores, la derecha y algunos liberales de este sector no estén de acuerdo con Pedro Castillo y sean sus más acérrimos críticos no es una novedad, es más, forma parte de su norte y su status quo histórico: oponerse a opciones progresistas, socialistas y de izquierda en cualquiera de sus formas.
Sin embargo, cuando la oposición plantea opciones riesgosas para la gobernabilidad y la democracia hay -por lo menos- que levantar una ceja.
En las últimas semanas el colega Juan Carlos Tafur ha expresado su rechazo a las acciones del gobierno de Pedro Castillo y dentro de la democracia del intercambio de pareceres es muy prudente reconocer que el régimen de Perú Libre ha tenido desaciertos en sus acciones políticas con las desacertadas opciones ministeriales, declaraciones contradictorias y la actuación de la facción “cerronista”.
Lo que llama la atención es que Tafur haya planteado en una de sus últimas columnas en el portal que dirige, una propuesta temeraria que ni siquiera el más radical de los militares que hoy ocupan un cargo congresal se ha atrevido a plantear.
Tafur plantea dos alternativas de salida “para resolver este tenebroso panorama”. Primero propone un régimen del tipo británico, donde la presidenta del Consejo de ministros asuma el rol político y funcional de toma de decisiones en el gobierno, algo que -para empezar- no es constitucional pues el jefe de gobierno y el responsable de las políticas de Estado es el presidente de la República, el cual fue electo -pese a quien le pese- por una mayoría. Esas son nuestras reglas de juego, es presidente el que gane, aunque sea por un voto.
El director del portal Sudaca considera que Castillo debería quedar como una figura protocolar y que Vásquez Chuquilín tome el control del gobierno. Seguro plantea esta propuesta inspirada por -ya lo dijimos- el régimen británico o español donde el primer ministro (figura inexistente en nuestra organización estatal) asume los activos y pasivos de las decisiones que se toman en el Estado, tras ser elegido por el Congreso.
Pero la propuesta temeraria es la segunda opción en la que plantea que Castillo Terrones debe dar un paso al costado, es decir, renunciar como un “acto de suprema responsabilidad, consciente de que sus limitaciones personales están contraindicadas con las tareas de gobierno que le corresponden”. Incluso sustenta sus propuestas poniendo como ejemplos a Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuzcynski y Alberto Fujimori.
Sobre el primero, señala que el líder de Perú Posible basó su gobierno con gabinetes fuertes y que Fujimori “se dio cuenta de que la situación era insostenible, que no podía librarse de Montesinos sin patear el tablero y así lo hizo”, mientras que PPK “desbordado por sus inconductas para conseguir los votos que lo salvaran de la vacancia, terminó viéndose obligado a apartarse”.
Habría que aclarar algunas cuestiones -por lo menos- históricas que rodearon la “renuncia” tanto de Fujimori como la de Kuzcynski.
En el caso del primero no fue una decisión tan desprendida ni heroica como para salvar su dignidad. Fujimori venía de una tercera -e ilegal- reelección, usando todos los recursos del Estado para solventar su campaña electoral. Meses antes de su renuncia, las calles fueron testigos de la marcha más grande e importante de la historia “La Marcha de los Cuatro
Suyos”, una movilización donde la gente rechazó las maniobras del fujimontesinismo, que ya tenía muertos, desaparecidos y denuncias de corrupción a su alrededor.
La aparición del primer vladivideo que confirmaba el accionar corrupto del régimen fue la pieza que faltaba para desmoronar un régimen dictatorial. Fujimori sabía lo que se venía, por eso convocó a nuevas elecciones, pero la propuesta era hacerlas con él como presidente. No fue hasta después de más vladivideos y la fuga de su siamés que él tomó la decisión de apartarse. Y basta recordar que lo hizo luego de fugarse al extranjero y con la actitud más cobarde que se le recuerde a presidente de la historia reciente: renunciando por fax.
Y en el caso de PPK que es más reciente, es cierto que lo suyo fue una decisión para evitar que jalaran la soga que le habían puesto alrededor del cuello producto de sus relaciones con la corrupta Odebrecht, sin embargo, previo a ello hubo un ataque coordinado de un fujimorismo achorado que no resignó haber perdido en el 2016.
La renuncia de PPK no fue tampoco por estar inmerso en un caos, ni una decisión heroica e inteligente, fue el resultado de una sucesión de hechos para no caer en desgracia bajo las manos de sus rivales políticos. Les arrebató la carta de la vacancia (luego se supo cómo lo hizo con los “mamanivideos”) pero luego fue a parar bajo el control de la fiscalía y el poder judicial.
Tafur no se atreve a blandir la carta de la vacancia que promueven otros sectores, pero su pedido de “renuncia” o paso al costado al presidente Castillo se le parece mucho.
Venimos de los cinco años más difíciles desde que se recuperó la democracia en el año 2000, ni las cuchipandas de Toledo, ni las poses autoritarias de García, ni el viraje a la derecha de Humala nos colocaron en la situación que el fujimorismo junto a los pésimos manejos de PPK y Vizcarra nos dejaron desde el 2016 (corrupción y pandemia en un combo mortal), pero esto no parece importarle a quienes respiran aires de vacancia y desgobierno.
Repito, tenemos un presidente que no está dando la talla y que no estaba preparado para gobernar, junto a un partido que es cualquier cosa y tampoco se encontraba listo para asumir esta responsabilidad, tal como Vladimir Cerrón lo ha dejado en claro en una entrevista reciente al señalar que la meta era pasar la valla electoral, no ganar la presidencia.
Sin embargo, promover vacancias o “pasos al costado” no son la salida más viable para tratar de levantar cabeza luego de cinco años críticos. Se requiere más bien apoyar las propuestas que el gobierno ha planteado en sus 10 ejes de política de gobierno y garantizar al menos: la reactivación económica, el retorno gradual a clases y la seguridad alimentaria. Y eso se logra si todos remamos para el mismo lado, fiscalizando sí las acciones del régimen y criticando las “metidas de pata”, pero con la fe de que al menos ya existe un grupo más o menos bien conformado en el Ejecutivo (salvo un par de excepciones que nos recordarían a un Barranzuela) que intenta poner las cosas en orden y salir del marasmo en el cual hemos estado durante 100 días.