Los Estados Unidos y China frente a frente: ¿Guerra Fría o Comercial?
Fernando Ayala*
La administración del presidente Donald Trump ha introducido en su campaña electoral una furiosa propaganda y acciones contra la República Popular China, a la que culpa ya no solo por el déficit comercial de Estados Unidos, sino también por el coronavirus y de querer apropiarse de información sensible a través del avanzado sistema cibernético de comunicaciones, conocido como 5-G, donde sus empresas están entre los líderes mundiales.
En 2019, el académico Robert Kaplan, publicó un artículo en Foreign Affairs titulado, Una nueva Guerra Fría ha comenzado, donde entrega argumentos de lógica militar para explicar “que el futuro ha llegado” en relación la creciente amenaza que China representaría para el poder estadounidense. La tesis de Kaplan, continuador de la línea neorrealista de John Mearsheimer, ha sido usada como parte de la campaña electoral de Trump e instalada por ciertos medios de prensa, como “realidad”. En América Latina también algunos académicos se han sumado a esta tesis señalando que ya estamos en Guerra Fría y han propuesto en el artículo: Latinoamérica: no alineamiento y segunda guerra fría, el “no alineamiento activo” como respuesta. (Heine, Fortín, Ominami. Foreign Affairs en español, julio 2020).
Sin embargo, el concepto de Guerra Fría, como fue concebido en el siglo XX, a partir del término de la Segunda Guerra Mundial, es completamente diferente a la situación que se vive hoy en el plano global. Las principales diferencias radican en que en el pasado fue una disputa ideológica entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, dos sistemas económicos y políticos antagónicos, enfrentados en dos bloques militares en Europa con la idea de imponer un sistema al otro, a nivel planetario. Recientemente el embajador chino en Chile, Xu Bu, publicó el artículo titulado No a la “Nueva Guerra Fría” (El Mercurio 29.07.20) donde indica que no existen paralelos con lo vivido en el pasado, en la actual disputa con los Estados Unidos: “China no exporta el modelo, ni el sistema, ni la ideología”, señala, a lo que podríamos agregar que tampoco tiene un pacto militar con otros países o una cultura hegemónica que pretenda imponer, por lo que se reduce el enfrentamiento entre las dos potencias al plano comercial y/o económico. Ahí si hay una seria disputa por el control de los mercados, una lucha total, pero no de los tradicionales, si no de los tecnológicos, los más sofisticados.
Más que un enfrentamiento entre estados es de empresas de las dos mayores economías del mundo: Google, Amazon, Huawei, Alibaba y otras similares, es decir entre Silicon Valley y Shenzhen. La lucha es por el control de la quinta generación de tecnologías y acceso a internet, conocido como 5-G. El fin principal son los datos, la información de las personas que circulan libremente por las redes y el ciberespacio, que permite a las grandes compañías construir algoritmos cada vez más sofisticados y que desnudan las preferencias de los consumidores en el plano comercial, cultural y político. Ello permite direccionar el marketing a cada consumidor al capturar y conocer sus preferencias. Por tanto, los datos de las personas son “el oscuro objeto del deseo” de las grandes transnacionales tecnológicas, que permitirá a los controladores no solo condicionar el consumo sino también sus preferencias políticas.
Seguramente veremos intensificarse la guerra comercial por parte del presidente Trump, quien recientemente ha anunciado que prohibirá en Estados Unidos el uso de la plataforma china, TikTok, debido a que es usada “para espiar”, ha expresado. De inmediato Microsoft anunció que estaba interesada en comprar la red digital que opera en Estados Unidos y que cuenta con alrededor de mil millones de usuarios en el mundo. El mandatario estadounidense, con mucha habilidad, ha construido un discurso que polariza a la sociedad, pero que también ha cruzado las fronteras y vemos que la diplomacia de Washington presiona para alinear a quienes considera sus aliados naturales, como efectivamente lo son los países de la OTAN, en Europa. En América Latina, considerada como el “patio trasero” de los Estados Unidos, también los mensajes han sido categóricos y sin ambigüedades respecto a no aceptar la alta tecnología china, pese a que ese país es el principal socio comercial y mercado para las exportaciones de la mayoría de los países latinoamericanos. Se puede vender a China las materias primas, soja, vino y muchos otras cosas. También se pueden importar textiles, electrodomésticos o automóviles, pero no está permitido negociar el acceso de 5-G de empresas chinas.
Así las cosas, es Estados Unidos quien llama a los países a definirse, como sucedió con el Reino Unido y ahora ocurre con Brasil y Chile, donde gobiernos sumisos no tardarán en ceder a las presiones de Washington. Por ello la propuesta de “No alineamiento activo” suena bien, pero lejano a la realidad. La no alineación surgió en el siglo pasado de manera natural luego del proceso de descolonización de gran parte del llamado Tercer Mundo y de países como Yugoslavia, que no se sometieron a Moscú. Conformaron el Movimiento de Países no Alineados que tuvo mucha presencia en el escenario multilateral y que aún existe, pero sin peso ni relevancia. El término quedó asociado a los años de la Guerra Fría, cuando el peligro de una confrontación nuclear o un conflicto en Europa era real.
Por otro lado, la realidad actual nos muestra que la Unión Europea, que podría construir una política exterior independiente, basada en sus intereses e intentar un no alineamiento activo, está comprometida en una alianza militar que no le permite actuar con independencia del socio controlador, es decir de la OTAN, comandada por Estados Unidos. Lo mismo ocurre en Asia y Oceanía con países como Japón y Australia, entre otros. Como señala Kaplan en su artículo, el control de la parte occidental del océano Pacífico, donde los buques de Estados Unidos han aumentado su presencia, representa para Beijing, una amenaza. Está Taiwán, ahora Hong Kong y las disputas por las islas Spratly, Paracel y otras involucran a China, Vietnam, Indonesia, Brunei, Malasia y Filipinas. Son circunstancias que aprovecha Washington para desplegar parte de su flota en una zona rica en hidrocarburos, pero que además es una de las principales vías del comercio marítimo internacional. En realidad, podría suceder un incidente militar en esa zona lo que nos acercaría más a una guerra caliente que a una fría.
Es probable que el mal resultado que muestran las encuestas para la candidatura del presidente Trump, siga elevando la temperatura entre los Estados Unidos y la República Popular China. Continuarán los choques verbales y medidas diplomáticas y comerciales punitivas entre ambos países, pero lo que no cabe duda es que luego de la elección, independientemente de su resultado, la tensión bajará y la guerra comercial tomará el camino de la negociación entre potencias que saben que no se pueden enfrentar militarmente sin el riesgo del uso de armas nucleares.
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*Economista de la Universidad de Zagreb y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Ha sido embajador de Chile en Vietnam, Portugal, Trinidad-Tobago, Italia y ante los Organismos Internacionales con sede en Roma. Trabajó dos años para FAO y actualmente es subdirector de desarrollo estratégico de la Universidad de Chile. Artículo enviado a Other News por el autor, publicado el 06 de agosto de 2020 originalmente en italiano en la revista romana Triccani, bajo el título Gli Stati Uniti e Cina faccia a faccia. Guerra Fredda o commerciale?
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