La desidia es la culpable de la desnutrición

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la anemia en menores de 3 años creció del 46.4% en el 2013 al 50% en el primer semestre del 2014, mientras que la desnutrición crónica alcanza al 14%. Según los entendidos, el problema no está en la carencia de recursos sino en el descuido de las sectores comprometidos y en la falta de capacitación de las autoridades locales. ¿Hasta cuándo admitiremos que los niños sean las primeras víctimas de la desidia y la incompetencia?

Para Salvador Herencia, Secretario Técnico de Inversión en la Infancia, este crecimiento repentino se debe principalmente al poco interés de parte de las autoridades por difundir la educación para la salud entre la ciudadanía. “No hay una conciencia clara de que por encima de que se trate de un millón o de diez, estos niños están creciendo con un desarrollo físico e intelectual afectado seriamente”, subraya.

En pleno auge de la economía, uno de cuatro niños en Lima sufre de anemia y en Puno las cifras se invierten al punto de que solo un niño de cada cuatro está libre de este mal. A fines del 2013, el Ministerio de Salud (MINSA) tomó la decisión de suspender la entrega de papilla aduciendo que solo cubría a un tercio de niños en edad de recibirla. Si a ello le sumamos el retraso en la provisión de micronutrientes, entonces va quedando más claro cuál es el origen del problema.

La sustitución del Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (Pronaa) por otros programas sociales ha dejado desatendidos a los niños que todavía no están en edad escolar, lo que origina que estos lleguen a la escuela con déficit de atención, memoria y capacidad de aprendizaje. Ni Qaliwarma ni Cuna Más, los programas estrella de este gobierno, se ocupan del problema.

La Sociedad Nacional de Pediatría ya advirtió que esta situación podría agravarse si continúan los problemas con la provisión de vacunas, otra competencia que viene siendo desatendida por el MINSA. Todo esto en un contexto regional en el que Brasil muestra importantes mejorías en cuanto a la disminución de la desnutrición infantil (8%) y Chile ya está cerca de erradicarla (menos del 5%).

Herencia alerta sobre el peligro de asumir el promedio nacional como punto de partida para atacar la anemia y la desnutrición crónica. “El problema es que mientras el promedio nacional de la desnutrición crónica es del 14%, en regiones como Huancavelica este alcanza el 45%, cerca de la mitad de la población de niños menores de 5 años”. Cada región requiere de soluciones específicas y para ello es vital el compromiso de las autoridades locales.

Por ello, la agrupación de Inversión por la Infancia, en asociación con Unicef y el Ministerio de Salud, han elaborado un manual para alcaldes en el que se dan a conocer de manera didáctica todas las acciones que estas autoridades pueden tomar para terminar con la desnutrición y la anemia infantil en sus comunidades. Además, ya está en marcha un curso online con el propósito de involucrar a alcaldes y regidores en el aprendizaje de los riesgos de estas enfermedades y el rol de las municipalidades.

Si algún problema cuya solución es impostergable y requiere del compromiso de todas las autoridades es el de la salud de la infancia. No es suficiente ni moralmente aceptable que el gobierno se contente con los logros alcanzados. Hace falta más energía para acabar definitivamente con este flagelo.

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