Las elecciones en la OEA y su futuro

Por: 

Alberto Adrianzén M.

Este próximo 20 de marzo, tres candidatos, a diferencia de las elecciones de 2015, competirán por la Secretaria General de la Organización de Estados Americanos (OEA). El primero es el uruguayo Luis Almagro que va por su relección, su candidatura ha sido presentada por los Estados Unidos, Colombia y Brasil. La segunda candidata es la ecuatoriana María Fernanda Espinosa que ha sido respaldada oficialmente por Antigua y Barbuda, y San Vicente y las Granadinas, dos países del Caribe que son miembros del bloque bolivariano ALBA. Espinosa fue ministra de Relaciones Exteriores del ex presidente de Ecuador, Rafael Correa. Y el tercer candidato es el diplomático peruano, actual embajador en EEUU, Hugo de Zela que es respaldado por el gobierno de Martín Vizcarra,  para ser secretario general se requiere un mínimo de 17 votos.

Lo extraño en estas elecciones no es solo la diversidad de candidatos, sino que dos de ellos, Almagro y Fernández, no hayan sido presentados, como suele suceder, por sus propios países sino por otros. Mientras que Almagro, digamos, representa los intereses de EEUU, Espinoza a los países próximos o cercanos a Venezuela. La excepción es de Zela que es apoyado oficialmente por el Perú y que plantea un supuesto no alineamiento que consistiría en decir “ni con Washington ni con Caracas”, algo difícil de creer si se toma en cuenta las posturas de la diplomacia peruana y su participación activa en el Grupo de Lima frente a la crisis venezolana.

Estos hechos nos están diciendo que hoy estamos ante una elección donde lo que está en juego, además del puesto de Secretario General, es lo que algunos llaman, la necesaria y urgente “desvenezolanización” de la OEA; es decir que la crisis de Venezuela deje de ser el monotema de dicho organismo.  Lo que nos muestra, a su vez, la extrema politización y polarización que hoy existe al interior de dicho organismo.    

La metamorfosis de Luis Almagro

Cuando el primero de marzo de 2015 Luis Almagro fue elegido como Secretario General de la OEA, pocos imaginaron que el futuro político de dicho organismo interamericano sería el actual. Salvo un incidente que fue el rechazo a elegirlo “por aclamación”, lo que obligó a los 19 cancilleres y altos representantes reunidos en la sede de la OEA en Washington a tener que emitir un voto secreto (El País: 18/03/15). Su elección fue todo un éxito: Almagro ganó con el apoyo de 33 Estados miembros de un total de 34. Se dice que EEUU se adhirió al final de la votación. Nueve días después, la administración Obama aplicaba las primeras sanciones contra Venezuela anunciando así lo que sería en el futuro su política frente a ese país. Almagro en ese momento era visto como una persona progresista. Haber sido Canciller de Uruguay durante el gobierno del izquierdista y exguerrillero José Mujica, era, acaso, su mejor carta de presentación. 

Esa sensación de estar frente a un Secretario General progresista se ratificó cuando asumió el cargo el 26 de mayo de 2015. En su discurso inaugural dijo cosas que hoy sorprenderían a muchos: “En mí encontrarán un incansable luchador por la unidad americana, más preocupado en buscar soluciones prácticas duraderas a los problemas de nuestra región que por la retórica y la estridencia en las declaraciones guiadas por una u otra ideología”. En otro momento de su intervención, reiteró su llamado a la unidad hemisférica: “América ha estado dividida por mucho tiempo, por demasiado tiempo”. Incluso, meses antes, en el momento en que fue elegido, propuso la reincorporación de Cuba a la OEA: “Si logramos remover cada uno de los problemas que puede haber en ese acercamiento tendremos buenas condiciones como para que Cuba empiece a gastar su silla en la OEA”. Como dijo el diario El País en ese momento: “La llegada de Almagro a la OEA podría sin embargo abrir una nueva vía de diálogo con Venezuela. El uruguayo, que el año pasado formó parte, como canciller, de la primera delegación mediadora de Unasur, se ha mostrado reiteradas veces dispuesto a tender una mano dialogante a Caracas desde su nuevo cargo” (03/07/15).

Sin embargo, este clima optimista duró poco. En setiembre de ese año, apenas a cuatro meses de iniciada su gestión, Luis Almagro le escribe una carta pública al venezolano Elías Jaua, exvicepresidente y excanciller de ese país, en la que le dice: “Ninguna revolución, Elías, puede dejar a la gente con menos derechos de los que tenía, más pobre en valores y en principios, más desiguales en las instancias de la justicia y la representación, más discriminada dependiendo de dónde está su pensamiento o su norte político”

En noviembre el expresidente José Mujica mediante un correo electrónico hace público su rompimiento con Almagro por su actitud frente a las elecciones en Venezuela: "Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido". Se podría afirmar que fueron las elecciones legislativas de Venezuela de 2015 el parteaguas en la gestión y orientación que le dio Luis Almagro a la OEA. La “luna de miel” con Almagro, si es que realmente existió, duró poco, apenas unos cuantos meses; en verdad, cinco meses para ser precisos. Luego vino el desastre. 

La “venezolanización” de la OEA

Al año siguiente, en 2016, Almagro se sumó abiertamente a la estrategia norteamericana contra Venezuela. En abril de ese mismo año anuncia por primera vez que está evaluando la aplicación de la Carta Democrática Interamericana a Venezuela. El 31 de mayo solicita activar el procedimiento para su aplicación; el 3 de junio presenta un extenso informe donde denuncia las violaciones a los derechos humanos y políticos en ese país.  Sin embargo, en la Asamblea General de la OEA de junio, una mayoría de países vota por postergar la aplicación de la Carta y en su reemplazo aprueba que la OEA acompañe el diálogo iniciado por UNASUR con Venezuela. Es esta derrota de Almagro la que lo llevará, no solamente a convertirse en un visible abanderado en la lucha contra el gobierno de Venezuela y en un seguro aliado y operador de la administración norteamericana, sino también a procesar una suerte de autonomización, en cuanto Secretario General, de las estructuras formales de la OEA.

No es nada casual que el 8 de agosto de 2018, se cree el Grupo de Lima, esta suerte de organismo por fuera de las estructuras de la OEA, conformado por catorce países con el único objetivo de  dar seguimiento y buscar una salida a la crisis en Venezuela. Para este Grupo, una condición innegociable para encontrar una solución a la crisis es la renuncia del presidente Maduro y la convocatoria a nuevas elecciones generales. Cabe señalar que recientemente Bolivia, cuyo gobierno (golpista y, por lo tanto, de facto) es un encarnizado enemigo de Venezuela, acaba de ingresar al grupo de Lima.

Lo que muchos han llamado la “venezolanización” comenzó en la OEA el 2016; recibió un apoyo activo de EE.UU. y del Grupo de Lima el 2017 y de ahí en adelante se ha convertido casi en el único tema que se debate en este organismo regional.

Colofón:

Es esta “venezolanización” la que ha justificado, por ejemplo, la permanente injerencia, amenazas y agresiones (sanciones, chantajes, etc.) de los EEUU en la región y que ha llevado a este país a proclamar, una vez más, que es la Doctrina Monroe la que hoy aplica en América Latina. Y que también ha llevado a hechos inéditos en la historia de las relaciones interamericanas como “reconocer” a un presidente “autonombrado” y a un supuesto “delegado” ante la OEA de un supuesto gobierno, cuando sabemos que Venezuela hace dos años dejó oficialmente de pertenecer a este organismo. Asimismo, la política de Almagro nos ha regresado en América Latina a los peores años de la guerra fría luego de la Revolución Cubana. El primero de enero de 2019, en su mensaje de año nuevo, Almagro pidió el derrocamiento de los gobiernos de Venezuela, lo que no es extraño, como también de Cuba: “que el pueblo (cubano) recupere la soberanía es fundamental en un continente que no debe albergar definitivamente dichas dictaduras”. Por eso no nos debe extrañar que Almagro haya pedido más de una vez la intervención militar contra Venezuela o que haya afirmado que detrás de las protestas sociales en Ecuador, Colombia, Chile y Bolivia está “la política desestabilizadora de Cuba y Venezuela” lo que representa una vuelta a los años sesenta.

Hace unos días el excanciller peruano, Rafael Roncagliolo, señaló: “la OEA se ha deteriorado mucho, al no haber logrado ningún avance frente a la crisis de Venezuela, alentando, en cambio, el estallido de las fuerzas centrífugas dentro de la región. Este deterioro se ha incrementado al haber publicado, The Washington Post, el informe de los expertos del MIT que concluye que no hay ninguna evidencia estadística de fraude en las elecciones bolivianas, lo que descalifica la contradictoria conducta de la OEA y sus informes” (La República: 29/02/20). Por eso creo que la derrota de Luis Almagro es un paso importante para encontrar, lejos de amenazas y chantajes, una solución democrática y pacífica a las crisis de Venezuela y Nicaragua como también enfrentar la amenaza injerencista y autoritaria que hoy representan gobiernos de derecha como los de EEUU, Colombia, Brasil, Bolivia, Honduras y El Salvador. 

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