Torre Tagle y Venezuela

Por: 

Ricardo Soberón

En este artículo, no vamos a tocar ni tomar partido por la crítica situación que vive este país, ni las causas de la situación humanitaria de su población, ni los evidentes problemas coyunturales y estructurales en materia de Derechos Humanos, o de posible corrupción que pudieran tener responsables dentro del Gobierno venezolano. No obstante, tales problemas en distinta dimensión, también ocurren en el entorno regional aunque con menor ruido mediático. 

Queremos centrarnos, más bien, en ubicar esta crisis particular en el escenario hemisférico y global, para luego analizar más en detalle el rol jugado por la diplomacia peruana, desde que esta se inició, hasta la reciente Conferencia sin las partes. Este análisis se hace desde la impronta dejada por Ulloa Sotomayor, Porras Barrenechea, Pérez de Cuellar como padres fundadores de la tradición diplomática peruana.

Contexto Global
Globo amenazado por la crisis climática y el mantenimiento de las principales asimetrías entre el Norte y el Sur. De convivencia entre un régimen formalmente multilateral representado por los regímenes de la ONU, sub sistemas regionales, el régimen comercial; y otro escenario, realistamente unipolar, que se desenvuelve en el plano político, económico-comercial, y el geopolítico militar, los tres representados por Trump, la OTAN y sus tentáculos económicos y comerciales. Así pues, nos enfrentamos a la presencia de múltiples escenarios críticos, en el marco de una siguiente etapa de la guerra contra el terrorismo, post Bin Laden, como es el caso de Corea, Medio Oriente, entre otros. 

Contexto Hemisférico
Nos encontramos en un tercer ciclo geopolítico, luego del Consenso de Washington (1992-2005), el período progresista (1998-2016), en el que conviven elementos de ambos períodos anteriores, sin que ninguno predomine. Por otra parte, situación muy débil, de pérdida de legitimidad de los organismos hemisféricos. Interés de recuperar hegemonía frente a presencia China. 

En todo caso, el escenario está compuesto por representaciones de ambos bloques, todos sujetos a la influencia positiva y negativa de factores externos, como las políticas de Trump, la guerra comercial con China, la dinámica del petróleo, entre otros. 

Si cabe resaltar los tremendos problemas y contradicciones de Washington en temas como el libre comercio, las drogas, las migraciones, por parte de la Casa Blanca, y en donde América Latina es escenario o patio trasero, con la aceptación de tales políticas unilaterales por parte de algunos países aliados, como el actual gobierno de Brasil, Colombia y Perú. Esto solo se entiende si consideramos la diplomacia del Departamento de Estado como brazo funcional a la recomposición hegemónica militar en el Hemisferio, a través del Comando Sur y el aseguramiento de aliados claves como Bolsonaro, Duque y Vizcarra.

La Crisis Venezolana y su Evolución
Los cambios producidos en la diplomacia peruana deben entenderse en primer lugar con el proceso de transformación que sufrió a finales del fujimorato para convertirla en una agencia comercial, dejando de lado o subordinando el abordaje político de las relaciones internacionales. Se trata de un pésimo entendimiento del: Its all about economics de la época de Clinton. Ahora más que nunca, se debe entender que sobre las decisiones comerciales y económicas en el ámbito internacional, prevalece sobre los países un sustento de carácter político. 

La toma de posición sobre la situación de Venezuela, viene desde finales del Gobierno de Humala el 2015. Impulso del Grupo de Lima en agosto del 2017, durante Gobierno de PPK. Representa un evidente grado de interferencia como mecanismo paralelo al de las partes, o a los esfuerzos de países que como Noruega han promovido esfuerzos en Oslo y en Barbados, bajo el paraguas de su reconocida trayectoria como facilitadores de dialogo de partes en conflicto. 

Otro factor a considerar, es el impulsivo reconocimiento y apoyo a Guaidó como “Presidente encargado” (enero 2019), en contra de las reglas de reconocimiento pactadas en las Convenciones internacionales sobre reconocimiento de Estados. En la práctica esta acción ha sido intrascendente en la conducción de las decisiones que toma Caracas en el ámbito internacional. Otro factor que debe ser tomado en cuenta, es el rol jugado en la recepción de casi un millón de venezolanos en territorio peruano a través de un Programa temporal, que se convierte en la única línea de mantenimiento de tradición de Torre Tagle. 

Luego y finalmente, la convocatoria a una Conferencia Internacional “Por la Democracia”, albergada por el Perú, y el silencio frente a las sanciones unilaterales de Trump, que lejos de aliviar la situación incrementará las consecuencias sobre la calidad de vida de la propia población venezolana. El sistema de sanciones coercitivas unilaterales  atenta contra las normas y principios del Derecho Internacional. Ha sido largamente criticado por los órganos de la ONU y la jurisprudencia de la Corte de La Haya, en otros casos como los de Nicaragua, Cuba, entre otros. Solamente el Consejo de Seguridad tiene dicha atribución (artículos 41 y 42 de la Carta de la ONU). Curioso carácter de una conferencia sobre Venezuela, sin la participación de las partes en controversia. No participan ni México ni Uruguay, actores fundamentales por su trayectoria y peso regional.  Predominancia de posición no de la diplomacia norteamericana, sino del asesor en Seguridad Nacional, Bolton.

Consecuencias
a) No Intervención. El apoyo irrestricto a la política norteamericana, nos aleja en lo relativo a este principio fundacional de las diplomacias latinoamericanas. Otorga más bien, una puerta abierta para una acción que puede poner en peligro la estabilidad y paz en la región.

b) Neutralidad. Al haber tomado partido por una de las posiciones en conflicto, perdemos credibilidad en el concierto latinoamericano, en nuestra capacidad para promover diálogos y consensos en temas complejos.

c) Defensa de la Democracia. Con sus decisiones y acciones, Torre Tagle demuestra un evidente doble rasero de medición de estándares democráticos en la región. Al haber asumido la defensa de este principio, en realidad, al considerar la naturaleza del régimen de Venezuela, nos deja claramente en una débil situación pues estamos lejos de fortalecer la democracia en ese país mientras la situación se sigue deteriorando y polarizando. Por el contrario, reduce la flexibilidad del gobierno de este país para aceptar un rol externo en la búsqueda de salidas.  

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