Los tambores de guerra serán tambores de recesión global
Juan Laborda
La invasión de Ucrania puede acabar dinamitando la única válvula de escape, ante un escenario de recesión global que ya se estaba gestando en los meses previos.
“Los tambores de guerra son tambores de hambre”, reza un ancestral proverbio africano. Sin duda, tras la invasión de Ucrania, dicha máxima está hoy más vigente que nunca. Desde estas líneas advertíamos de una de las consecuencias ocultas de la invasión rusa, las hambrunas. También expusimos la necesidad de un pacto de riqueza, a costa de los extractores de rentas, y no del factor trabajo o capital productivo. Lo que pretendemos desgranar en este artículo es cómo la invasión de Ucrania puede acabar dinamitando la única válvula de escape, ante un escenario de recesión global que ya se estaba gestando en los meses previos. Nos referimos a cómo la fuerte corrección en los precios de los activos financieros de riesgo –bolsa, bonos corporativos, bonos emergentes,…- suele conllevar un hundimiento del precio de las materias primas que debería suavizar y hacer transitorio los repuntes de inflación. Sin embargo, sin ningún final claro a la vista en Ucrania, los precios globales de los alimentos no elaborados y de la energía probablemente se mantengan altos en cualquier escenario. Por lo tanto, los tambores de guerra serán tambores de recesión global.
La economía global va camino a una tormenta perfecta, en la que Europa, China y Estados Unidos entran en crisis al mismo tiempo conforme avance el año
Los datos de crecimiento económico del primer trimestre publicados en España, Estados Unidos y la Eurozona han sido decepcionantes, mucho peor de lo esperado. La economía global va camino a una tormenta perfecta, en la que Europa, China y Estados Unidos entran en crisis al mismo tiempo conforme avance el año. Los riesgos de una de recesión global aumentan día a día.
Una rápida desaceleración sincronizada, sin válvulas de escape
Las previsiones económicas, tanto de organismos privados como oficiales, recientemente han comenzado a resaltar crecientes riesgos regionales, pero subestiman hasta qué punto estos riesgos se multiplican cada día. Los confinamientos generalizados en China, por ejemplo, están causando estragos en las cadenas de suministro globales en el corto plazo, haciendo subir la inflación en Estados Unidos y reduciendo la demanda en Europa. Si bien, la trayectoria de crecimiento de China ha venido desacelerándose en los últimos años, una gestión macroeconómica muy competente ha impedido hasta ahora una crisis severa. A diferencia de occidente, el Gobierno chino ha sido tajante respecto a la financiarización de las grandes corporaciones no financieras, limitando, manu militari, la extracción de rentas a sus clientes, y poniendo coto al proceso de concentración empresarial, que tanto daño en términos de inversión productiva y de desigualdad ha producido en Europa, y, sobre todo, en los Estados Unidos. Han entendido perfectamente el terrible daño que la financiarización, vía extracción de rentas, y el dilema moral “demasiado grande para quebrar” han ejercido sobre occidente en general, y, en España, en particular.
Sin embargo, China está siendo, hasta ahora, incapaz de llevar a buen puerto la transición desde un modelo de tremendos superávits por cuenta corriente a otro donde la demanda interna sea el principal motor de la actividad económica.
Una recesión en Estados Unidos, especialmente si es generada por un ciclo de alzas de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal, restringirá la demanda global de importaciones y provocará, ya está provocando, un caos en los mercados financieros. Y este riesgo de recesión en los Estados Unidos sin duda se ha disparado. Bajo la visión extendida de que la inflación no bajará significativamente por sí sola, se estima que la FED tendrá que aumentar todavía más los tipos de interés. Pero, además, por otro lado, bajo la creencia de que los ahorros se han disparado durante la pandemia y que el escenario más factible es que la demanda de los consumidores se mantenga fuerte, mientras que los problemas de las cadenas de suministro se agravan, ha inducido al Gobierno de los Estados Unidos a reducir erróneamente sus políticas de estímulo, incrementando la probabilidad de recesión.
Una recesión en Europa es casi inevitable si la guerra en Ucrania se enquista y países como Alemania, que ha venido resistiendo ferozmente los reclamos para dejar de recibir petróleo y gas rusos, finalmente cede
Respecto a Europa, la invasión rusa de Ucrania nos está afectando, en este contexto, mucho más de lo previsto. Si bien las recesiones en Europa normalmente se irradian a nivel global, principalmente a través de una demanda reducida, una desaceleración provocada por la guerra está afectando radicalmente la confianza empresarial y a los mercados financieros. Una recesión en Europa es casi inevitable si la guerra en Ucrania se enquista y países como Alemania, que ha venido resistiendo ferozmente los reclamos para dejar de recibir petróleo y gas rusos, finalmente cede. No hay alternativa al gas ruso.
Un escenario de recesión global acompañado de una fuerte corrección en los precios de los activos financieros de riesgo –bolsa, bonos corporativos, bonos emergentes,…- históricamente solía activar una válvula de escape, el hundimiento del precio de las materias primas, que suavizaba y hacía transitorio los repuntes de inflación. Ello sin duda ayudaría en términos de política monetaria y política fiscal. Sin embargo, si la guerra de Ucrania se enquista, los precios globales de los productos agrícolas y de la energía pueden mantenerse altos en cualquier escenario. Entonces, el coctel de guerra, desregulación de mercados derivados, concentración empresarial, financiarización, extracción de rentas, desigualdad, y austeridad fiscal hará estallar todo por los aires, de manera que los tambores de guerra serán en realidad tambores de recesión global. Y Vladimir Putin, al fondo, entre bambalinas, bajo la tenue luz de una vela, fumándose un puro, y brindando con una copa de coñac, a nuestra salud.