El péndulo argentino

Por: 

Oscar Ugarteche*

Desde hace un siglo la Argentina bascula entre el poder de los estancieros que exportan carne y trigo y los industrialistas. Esto ha llevado a una oscilación casi permanente entre políticas de crecimiento lideradas por las exportaciones y políticas de industrialización. Sin industria no hay Argentina1 es el fondo de la idea.

Mientras tanto, con más del 80% del comercio exterior concentrado en Gran Bretaña, cuando éste perdió dinamismo en los años 50, la Argentina corrió la misma suerte. El declive del uno trajo consigo del declive del otro por la estructura del mercado externo y por la naturaleza del comercio. Tan recientemente como 1960 CEPAL consideraba a la Argentina como un país exportador de manufacturas junto con Brasil, distinto de los países primario exportadores del resto de Sudamérica. Desde entonces, se ha desmantelado la industria aeronáutica, la automotriz, la de computo; y la que está en cuestión ahora es la industria de medicina nuclear.

Las expresiones políticas del sector financiero son el PRO y la derecha peronista. Esta nueva elite desprendida de la tierra, ha peleado desde los años 80 por tomar el control de la economía, siempre con el mismo mal destino. Con una tecnocracia pro libre mercado no ha logrado consolidarse en el poder a pesar del apoyo irrestricto de Estados Unidos, del FMI, de la prensa económica y del capital financiero internacional, acabando con crisis cambiarias: 2001 y 2019. 

La esencia del problema es que Argentina, como Estados Unidos, México y Brasil, crecen por la dinámica del mercado interno y no por sus exportaciones. Los embates contra el salario real de los exportadores se tumban el mercado interno. Cuando esto se acompaña de aperturas irrestrictas lo normal es que la tasa de inversión se caiga junto con la caída de la actividad manufacturera. (Ver gráfico) Todo esto antecede la caída del PIB por un semestre. Los estrangulamientos de balanza de pagos normalmente acompañan estas crisis por tipos de cambio sobrevaluados y salida de capitales.  

Todo indica que el péndulo regresa en el 2019 hacia el lado de los industriales, después de un gobierno pro mercado fracasado. Un nuevo gobierno pro Estado industrial hará que la tasa de inversión aumente, mejoren los salarios y con eso ocurra una reactivación. La restricción externa se mantendrá, pero los obligará a exportar más. El peligro es que la estrecha relación con China pueda terminar derrotando su propósito productivo industrial. 

Según "Inversiones de la República Popular China en Argentina" elaborado por los analistas de la Bolsa de Comercio de Rosario Julio Calzada y Franco Ramseyer, las inversiones mayores de China están en Ferrocarriles Belgrano y San Martín Cargas, y también en el “Corredor vial B del Programa de Participación Público Privada”. Desarrollan proyectos de parques eólicos, energía solar, centrales nucleares y represas hidroeléctricas. Esto genera una tensión porque si bien exportaciones manufactureras representan el grueso del total nacional históricamente, las materias primas aún representan 30% de sus exportaciones. El problema es que mientras el sector automotriz representa el 40% del comercio con Brasil, principal socio comercial; el comercio con China, segundo socio, está centrado 83% en alimentos, y petróleo crudo según el Observatorio para la Complejidad Económica de MIT. El triunfo del Kirchnerismo será el triunfo de los intervencionistas, y podría no ser necesariamente de los industrialistas, viendo el nuevo papel de China en su economía. Frente al fracaso del mercado y la restricción externa tendrán que decidir con quién y por dónde.

*Instituto de Investigaciones Económicas UNAM, SNI/CONACYT, Coordinador del Observatorio Económico de América latina, www.obela.org
1 Marcelo Rougier, Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos, Imago Mundi, Buenos Aires, 2018

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