Los negacionistas de los PIACI son los no contactados de la realidad y de la verdad
Róger Rumrrill
Los negacionistas de los Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI) son realmente los no contactados de la realidad y la verdad. Este aborregado y estrábico grupo que niega la existencia de los PIACI, entre los cuales está la llamada Coordinadora de Desarrollo de Loreto (CDL), empresarios madereros, políticos fujimoristas y congresistas de la ultraderecha han organizado un verdadero aquelarre para gritar a los cuatros vientos que los PIACI son un invento, una creación de las ONGs, de los izquierdistas, de la ONU, de la CIDH.
Ellos, los negacionistas de los PIACI en el Perú, saben que nadie puede negar la existencia de 80 pueblos PIACI en toda la cuenca amazónica. Pero niegan la verdad, como lo hicieron los ex presidentes de EEUU, Donald Trump, y Jair Bolsonaro, que predicaban la insólita y mendaz cacofonía de que el Cambio Climático y el Covid-19 son un invento chino. Pero ni los bulos, ni los fake news, ni las infodemias y otras mentiras pudieron frente a la realidad; a la verdad. Hoy ya sabemos por qué Trump y Bolsonaro predicaron sus mitómanas monsergas.
Trump pretendía inclinar la balanza a favor de EEUU en la disputa geopolítica con China acusando a la potencia asiática de ser el origen de la peste bíblica del coronavirus. El ultraderechista, misógino y racista Bolsonaro, que decía que la pandemia del coronavirus era una “fiebrecilla” y que el cambio climático es un enteogénico estado visionario de los ambientalistas, simplemente quería sobre todo seguir desmantelando toda la institucionalidad de conservación ambiental y abrir las puertas de la Amazonía a los agraristas, ganaderos y a todas las hordas de Atila del extractivismo más insaciable.
También sabemos lo que quiere y pretenden los negacionistas de Loreto y sus secuaces y cómplices del Congreso de la República, a los que ahora se ha sumado el Gobernador de Loreto, Jorge Chavéz Silvano, convertido en un nuevo lambiscón del obsceno extractivismo: ha ofrecido comprar un dron para avistar a los PIACI. Lo que quieren simple y llanamente y sin medias tintas es apoderare de las reservas indígenas concedidas a los PIACI. A la fecha se han categorizado 7 reservas territoriales que representan el 3.2 por ciento del territorio nacional. Se han reconocido también 25 pueblos PIACI, con una población de 7,500 personas, 5,200 de ellos en aislamiento y 2,259 en contacto inicial.
Las 7 reservas creadas, que suman 4 millones de hectáreas, están en las regiones de Madre de Dios, Cusco, Huánuco, Loreto y Ucayali. Están en trámite 6 reservas más en Loreto y Ucayali con una superficie de 3 millones y 304 mil hectáreas. Estás reservas no sólo protegen la vida de los PIACI, sino también son verdaderas murallas de defensa de la biodiversidad amazónica, al banco genético que otorga al Perú una invalorable renta estratégica global en el siglo XXI.
El arma genocida y ecocida de los negacionistas es el proyecto de ley 3518/2022-CR que pretende modificar la ley PIACI 28736. El proyecto presentado por el congresista fujimorista por Loreto, Jorge Morante Figari, habilitaría a los gobiernos regionales la facultad de revocar o extinguir los reconocimientos de los PIACI y, además les permitiría revocar o extinguir las siete reservas indígenas. Entregar estas facultades a los gobiernos regionales sería, utilizando una frase de una de las mayores autoridades ambientales de América Latina y el mundo, el Dr. Marc J. Dourojeanni Ricordi, como poner a cuidar un gallinero lleno de gallinas gordas a un zorro hambriento. Porque sin tener la sartén por el mango de la ley, el Gobierno Regional de Loreto de manera ilegal ha entregado ya 47 concesiones forestales en las reservas de los PIACI, Yavarí-Tapiche y Yavarí-Mirim. Acciones ilegales que han sido denunciadas por la Organización Regional de Pueblos Indígenas del Oriente (ORPIO), el Instituto de Defensa Legal (IDL) y Forest People Programme (FPP) ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Podemos imaginar lo que pasaría con estas reservas indígenas y la vida de los PIACI en manos de los gobiernos regionales. En la actualidad hay ex gobernantes regionales de la Amazonía presos o fugados y la mayoría de ellos con juicios en los tribunales por tráfico de madera.
La mentira como arma de guerra
“La mentira es un arma de guerra” afirmaba el filósofo griego Esquilo hace más de 2,500 años. Los negacionistas de los PIACI siguen disparando, con cinismo e hipocresía, mentiras para alcanzar sus protervos objetivos: “los PIACI no existen, la defensa de la naturaleza y de los pueblos indígenas provoca miseria y atraso, los indígenas son un estigma del desarrollo, los PIACI son un invento para lotizar Loreto, bajo el mismo principio nefasto del Acuerdo de Escazú de quitarnos autonomía y soberanía sobre nuestros territorios, dentro del plan estratégico de las ONG de internacionalizar la Amazonía continental”. Y mientras esta lumpen oligarquía, racista, extractivista, cortoplacista, patrimonialista y rentista, con su lógica de vampirizar el planeta Tierra culpan a los indígenas del “atraso y la miseria de la Amazonía”, nos preguntamos qué hicieron sus antepasados caucheros con el millón de libras esterlinas que generó la renta cauchera en 1905 en Iquitos a costa del genocidio de 40 mil indígenas y qué han hecho ellos, los negacionistas de hoy, los supuestos empresarios de la CDL, con los 11,500 millones de dólares que ha recibido Loreto de canon petrolero en los años 2004-2018 a costa de la catástrofe ambiental y los estragos en la salud, la organización social y la cultura de los pueblos indígenas que habitan ancestralmente en las orillas de los ríos Marañón, Corrientes, Chambira, Tigre, Pastaza y otras cuencas fluviales.
No movieron un dedo para cambiar el modelo primario-exportador, para diversificar la economía monoproductora y para repensar el presente y el futuro de la Amazonía con una nueva economía, una bioeconomía sostenible.
Estamos en el punto de no retorno de la Amazonía
Mientras los extractivistas de la CDL y sus compinches del Congreso se aferran con uñas, garras y dientes al capitalismo fósil y al descenso a los infiernos de la destrucción de la Amazonía, todos los informes científicos afirman con pelos y señales que la Amazonía está llegando a un punto de no retorno y que ya estamos frente al peligro de un colapso sistémico de la Amazonía. Porque como afirma el brasileño Mário Tito Barros Almeida, “tenemos varias amazonias, pero tenemos, sin embargo, un problema único: la Amazonía es rica, pero no produce riqueza, produce gente rica”.
En el documento de propuestas para la Cumbre de presidentes de la Amazonía, a realizarse en agosto de este año, y publicado por Servindi, se informa que la Amazonía ha perdido ya 870,000 kilómetros cuadrados de bosques primarios y más de 1 millón de kilómetros cuadrados de bosques están degradados. La deforestación y la degradación suman en total el 26 por ciento de los bosques amazónicos. De acuerdo a la misma fuente, las causas de este desastre apocalíptico son precisamente la deforestación, los incendios, la contaminación de las aguas y los suelos por agroquímicos, por el narcotráfico, la minería legal e ilegal, los hidrocarburos, los monocultivos de soya y palma y la expansión de la frontera agropopecuaria que ha alcanzado el 15 por ciento de la Amazonía.
Un buen dato para la CDL es que las áreas protegidas y los territorios indígenas cubren alrededor de la mitad de la Amazonía: 48 por ciento y son fundamentales para la vida en la Amazonía. Otro dato útil para los negacionistas de los PIACI es que la mayor parte de la deforestación y la agonía de la biodiversidad ocurre fuera de las áreas protegidas y los territorios indígenas: el 86 por ciento.
El punto de no retorno de la Amazonía es una amenaza para la vida de todos, incluso para los negacionistas. Hay una frase dura, pero sabía que dice: “Sólo Dios y los imbéciles no cambian”. Esperemos que los negacionistas, que no son ni uno ni lo otro, empiecen un proceso de mutatis mutandis en un giro “ecocéntrico y descolonizador”, según la frase de Andrés Kogan.