Los conspiradores: La última defensa del modelo
En estas semanas posteriores a los luctuosos sucesos de Bagua, la mayoría de las explicaciones que encontramos en los medios de comunicación sobre lo sucedido tienen como eje la existencia de conspiradores de diverso tipo, nacionales e internacionales, que estarían tras los acontecimientos y a los cuales habría que achacarles la culpa de los hechos.
Sobre los nacionales se dice que son grupos extremistas de diverso pelaje a los que se trata de juntar con partidos democráticos y personalidades progresistas de reconocida actuación pública. Estos últimos, el verdadero objetivo, se convierten hoy en “sospechosos” solo por ser críticos del capitalismo salvaje y no estar de acuerdo con la venta del país que pretende García. Sobre los internacionales, se insiste como monserga en los superpoderes de Hugo Chávez y Evo Morales, sin exhibir prueba alguna, como los grandes titiriteros de las protestas en curso. Ya vimos el fiasco en que terminó la investigación de las casas del Alba, desprestigiando a los propios investigadores. Asimismo, el desprecio con el que nuestra Cancillería trata a Bolivia que está dañando las relaciones internacionales con nuestros vecinos.
Esta teoría de los conspiradores nos dice además del poco aprecio que tienen los poderosos, económica y políticamente, en el Perú, sobre los que piensan distinto de ellos. Esta gravísima comprobación señala las grandes dificultades que existen entre nosotros para la construcción democrática, que significa ante todo convivencia de diferentes y tolerancia frente a la posibilidad de que la suerte de algunos, generalmente suertudos, pueda cambiar en las urnas.
Lo que ocurre es que los defensores del modelo en curso se resisten a mirar al propio país y darse cuenta del agotamiento del modelo de desarrollo primario exportador, en su versión neoliberal, tal como ya ha fracasado en otros momentos de la historia peruana. Un agotamiento que está a la raíz de los movimientos sociales existentes, que ya no se quedan en una dimensión local y/o sectorial, porque hoy se dan en el contexto de la crisis económica mundial que reduce el PBI y multiplica la desocupación. Es este agotamiento del modelo el gran conspirador.
Hay por ello que dejar de lado las teorías conspirativas y pensar más bien en atajar las consecuencias más graves de la crisis actual.
● La primera es el desgobierno. Si Alan García está seriamente preocupado en terminar su mandato con un mínimo aceptable de estabilidad política debe cambiar el gabinete y marchar a uno de mayor consenso, con la oposición real que no le gusta y no con la inventada que él se fabrica.
● Este gabinete debe cesar la persecución política de los opositores, ejemplificada en el exilio de Alberto Pizango y el cierre de medios de comunicación, para pasar a un clima de libertades que devuelva la confianza a la ciudadanía y establecer un diálogo que dé solución y no solo “salidas” a los problemas inmediatos.
● De igual forma, facilitar una investigación independiente sobre lo sucedido y sancionar a los responsables.
● Se debe detener la negociación de tratados de libre comercio, que están en el origen de estas movilizaciones y renegociar los ya firmados.
● Se debe, asimismo, declarar una moratoria de concesiones mineras, gasíferas, petrolíferas y forestales, hasta que se definan adecuados mecanismos de consulta a los directamente involucrados y se proceda a un ordenamiento territorial adecuado.
● Se debe proceder, por último, a una renegociación inmediata de los contratos relativos a la explotación y exportación del Gas de Camisea, ya que las reservas certificadas no permiten la exportación y la satisfacción del consumo interno al mismo tiempo.
Estos no son sino algunos puntos que permitirían volver a poner al Perú en el camino de la democracia y el desarrollo, no sólo para una minoría de peruanos y extranjeros, como es en la actualidad, sino para la inmensa mayoría de peruanos.
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