Leyes sin espíritu, leyes que matan
Yorka Gamarra*
Existen leyes autocráticas y leyes democráticas, como existen leyes legítimas y leyes ilegítimas.
Una ley autocrática en el país, sería la Constitución de Fujimori de 1993 (Ley de leyes), que impuso la dictadura a través de un Congreso Constituyente Democrático elegido en medio del descrédito internacional. Luego del fin del período dictatorial, se le ha retirado la firma del dictador, como forma de validación democrática y, más o menos así, se ha ido acomodando la vida política del país.
El espíritu de las leyes, afirmaba Montesquieu, es ese consenso tácito que la sociedad consigue, por el cual se ordena una democracia. Descansa en la separación y el equilibro de poderes. Ahí se asienta el Estado de Derecho.
Además de la legalidad, existe otro componente de la construcción jurídica de una nación: la legitimidad, y, como la legalidad, también se asienta sobre la voluntad popular, puesta de manifiesto en un proceso electoral.
Sin embargo, sería reduccionista afirmar que la legitimidad solo es fruto del resultado electoral. El ciudadano vota por alguien porque adscribe a principios o emociones que le genera su candidato. El ciudadano cree que su representado actuará en consonancia con lo que votó. Cuando el elegido cambia de norte, se desliga de su elector. Pierde legitimidad. Peor aún, cuando no solo vota distinto a lo que dijo que haría una vez elegido, sino que ejerce su función por componenda de intereses personales y de grupo.
Para utilizar la figura propuesta por Montesquieu, diremos que las leyes, dadas como fruto de un consenso entre ilegítimos, carecen de espíritu.
¿Qué consecuencias genera que el Congreso tenga preeminencia sobre los demás poderes del Estado y que legisle sin contrapesos, sin juego democrático, sin debate público de los proyectos y en franca violación a la propia Constitución?
¿Qué nombre puede definir a estas leyes ilegítimas e inconstitucionales que viene aprobando el Poder Legislativo?
El retroceso en todo orden: en calidad educativa, institucionalidad democrática, administración de justicia, elecciones y seguridad, perpetrado por la mencionada alianza contra natura, está llevando al país a ser tierra arrasada por la gran delincuencia, sea estas organizaciones criminales, minería ilegal, tráfico de drogas, trata, en asociación perversa con el sicariato.
Esta tierra con sangre y miedo, en que nos hemos convertido, es el fruto de eso que se pretende enquistar en las alturas y que mira con indiferencia y aún con revancha, cómo los peruanos de bien, estamos siendo asesinados en las calles.
* Abogada y periodista