La política exterior de Velasco Alvarado

Por: 

Rafael Roncagliolo

El primer acto de política exterior del Gobierno de Velasco Alvarado, autodenominado “Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada” (GRFA), fue la toma militar de los yacimientos de La Brea y Pariñas. Esta toma suscitó, primero la preocupación y luego la oposición de Estados Unidos. Fue la partida de nacimiento de un gobierno militar distinto a los que entonces llegaron a cubrir casi toda la geografía regional. Como lo precisa Javier Alcalde, en un texto todavía inédito, “el llamado “modelo peruano”, se convierte en una suerte de alternativa progresista al “modelo brasileño” de gobierno militar, excluyente y por entonces completamente alineado con EEUU”. “Modelo peruano” fue justamente el título de un libro publicado en esos años por el exiliado brasileño en el Perú, Neiva Moreira. 

Incluso antes de la toma de La Brea y Pariñas, los EUU se habían negado a venderle aviones al Perú, lo que había llevado a la compra de los Mirages. Con Velasco se empezó a importar también de la Unión Soviética. No había simpatía ideológica en ello. Se trataba de consideraciones pragmáticas en el marco de asegurar un poderío militar independiente y creíble, fortalecer a la Fuerza Armada y continuar la secular preocupación por recuperar, algún día, los territorios que Chile había conquistado en la Guerra del Pacífico. 
Aunque, por supuesto no hubo ninguna iniciativa bélica en estos años. Al contrario, la relación con Chile, hasta el golpe de Pinochet, fue, sobre todo, de coincidencias y convergencias. por cierto, mayores con el presidente demócrata cristiano Eduardo Frei, que con el socialista Salvador Allende, como lo ha demostrado Antonio Zapata, en base a los borradores de las actas del Consejo de Ministros.

Lo cierto es que el gobierno de Velasco Alvarado privilegió los escenarios multilaterales y no se limitó a las relaciones bilaterales. La prioridad era crear las alianzas necesarias para mantener su independencia política y avanzar las reformas internas, en plena Guerra Fría y en un contexto regional complejo. Hasta entonces el Estado peruano había descuidado todo lo que no fuera los países vecinos y al alineamiento con los Estados Unidos. 

Como lo explicó Edgardo Mercado Jarrín, la apertura al mundo y la búsqueda de entendimientos multilaterales se desplegó en tres círculos concéntricos: los países andinos, América Latina y el Tercer Mundo.

En el primer círculo, el de los países andinos, el Perú se comprometió profunda y muy activamente en el Acuerdo de Cartagena, suscrito el 26 de mayo de 1969. Este acuerdo, que hoy es la Comunidad Andina de Naciones (CAN), sirvió y sirve para la diversificación productiva, ya que promueve la exportación de productos con valor agregado y de empresas medianas y pequeñas. Luego se convirtió en el primer tratado de libre comercio suscrito por el Perú. 

El segundo círculo concéntrico fue el de América Latina. Aquí se ubican tres empeños principales del gobierno de Velasco Alvarado: el Consenso de Viña del Mar, la reforma de la OEA y el Sistema Económico Latinoamericano.

En mayo de 1969, el Perú promovió una reunión de cancilleres latinoamericanos, que tuvo lugar en Viña del Mar y produjo el llamado Consenso de Viña del Mar. Como escribe Javier Alcalde: “Fue la primera vez que de manera unánime los países latinoamericanos se pronunciaron frente a EEUU y los países del Norte”.

La reforma de la OEA fue una demanda de varios países latinoamericanos, sobre todo el Perú y Chile, a la que se sumó con mucha energía el efímero gobierno argentino de Héctor Cámpora. La Comisión de Reforma tuvo tres sesiones durante 1973, sin llegar a producir ningún cambio. El Perú, por supuesto, no quería romper con la potencia hegemónica, Estados Unidos, pero sí darle más independencia y más peso a América Latina, Eran tiempos en que se iniciaba cierto “remordimiento” regional por haber expulsado a Cuba, lo que llevó a la larga, en ésta como en otras materias, a que todos los demás países de la región siguieran la pauta del Perú. 

En 1975, los presidentes de México, Luis Echevaría, y de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, con apoyo firme del Perú, proponen la creación del Sistema Económico Latinoamericano (SELA), para coordinar las políticas exteriores y diversificar las relaciones económicas de los países de la región. El SELA pasa a ser el primer organismo regional que reincorpora a Cuba y permite una coordinación muy importante con iniciativas concretas y medidas de solidaridad importantes, por ejemplo, con Argentina en el tema de las islas Malvinas. Su segundo Secretario General fue Carlos Alzamora Traverso, uno de los más destacados embajadores peruanos desde entonces.

Como lo ha señalado Alberto Adrianzén, en todos estos esfuerzos para afirmar la unidad regional, se recogía implícitamente la posición integracionista del Víctor Raúl Haya de la Torre del Estado antimperialista, lo que se expresaba en la retórica gubernamental del “nacionalismo latinoamericano”.

El tercer círculo concéntrico es el del tercermundismo y el no alineamiento. Con Velasco se abrieron las relaciones del Perú a todos los países del mundo. Hoy en día parece inimaginable, pero hasta antes de Velasco los peruanos estaban prohibidos incluso de viajar como turistas a un país socialista. Para no identificarse con ninguno de los dos bloques de la Guerra Fría y para mantener la solidaridad entre los países subdesarrollados, el Sur del mundo, se ingresó al Movimiento de Países No Alineados y se activó la participación en el Grupo de los 77. En términos de Carlos García Bedoya, los países del Tercer Mundo eran «países coincidentes» con el Perú.

Hay que recordar, por último, que la política exterior de Velasco Alvarado resulta de la convergencia entre los propósitos nacionalistas y reformistas de los militares, de un lado; y el pensamiento de una generación de diplomáticos nacidos entre 1914 (Juan Miguel Bákula Patiño) y 1930 (Luis Marchand). Es decir, que en 1968 tenían entre 54 y 38 años de edad. El referente principal de esta generación es Carlos García Bedoya, nacido en 1925. No es que fueran velasquistas. Lo que ocurrió fue que el gobierno de Velasco les permitió y los estimuló a desarrollar una diplomacia moderna, acorde con “los signos de los tiempos” y no limitada a las tradiciones del pasado. 

Esta generación (en el sentido de Ortega y Gasset) había vivido en su juventud la depresión de la segunda guerra mundial, el entusiasmo con el trienio democrático de José Luis Bustamante y Rivero y la frustración de la dictadura de Odría. Todos recordaban la Conferencia de San José de Costa Rica, en 1960, en la que Raúl Porras, entonces canciller, pronuncia su histórico discurso contra la exclusión de Cuba. Es la generación de los discípulos de Porras. Sin ellos la apertura al mundo que se realiza durante el gobierno de Velasco, no hubiera sido viable. Hoy los tiempos y la agenda son otros, pero no para olvidar ese crucial momento de apertura del Perú al mundo

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