La hora de las regiones está llegando
Róger Rumrrill
Las próximas elecciones regionales del 7 de octubre de este año 2022 pueden ser un hito y una inflexión en la política nacional: millones de electores de las regiones ricas de bienes naturales, pero empobrecidas, marginadas segregadas, olvidadas e invisibilizadas en uno de los países más hipercentralistas del mundo, caso del Perú, podrán estar iniciando con su voto y su decisión lúcida y democrática un verdadero parteaguas en la historia política del Perú.
Votando, en primer lugar, contra la mercantilización de la política, es decir, cerrando las puertas de más de 2 mil alcaldías y 26 gobernaciones regionales a quienes ven a la política como un vil negocio y al Estado como un botín; rechazando con firmeza y sin atenuantes al canibalismo político que es una pandemia tan mortal o más que el coronavirus y cerrando herméticamente la caverna de la corrupción, una de las pestes más letales que infesta y cancera el cuerpo del país.
No solo eso. Los millones de peruanos que instalarán nuevos gobiernos regionales y municipales desde octubre de este año deben construir poderosas coaliciones y estructuras de poder popular, para hacer posible los cambios y transformaciones que requiere con urgencia el Perú y el proceso de descentralización y regionalización en el país.
Un proceso que empezó tempranamente en los 80, con un primer diseño institucional; que en 1989 creó las primeras 12 regiones y que, en el año 2002, con la Ley 27680, la Ley de Reforma Constitucional, puso las bases de la descentralización, fundamental para el desarrollo económico y democrático del país.
Pero un proceso que a estas alturas de la historia necesita cambios e incluso un relanzamiento para salir de la atascada realidad en que nos ha hundido la pandemia del coronavirus, la crisis civilizatoria, el cambio climático y el neoliberalismo que es una fábrica de pobres y de desigualdad (Thomas Piketty, dixit).
Aprovechar la época de las vacas gordas
Uno de los retos y desafíos de las regiones y municipalidades será sacarle el mayor beneficio y provecho al nuevo ciclo de los precios altos del oro, el cobre, el zinc y otros metales en el mercado mundial. Habitualmente estos ciclos son cortos y pasajeros.
Un ejemplo de esta prosperidad efímera es el canon y las regalías que solo en el año 2021 alcanzaron la suma de 6,141 millones de soles, la cifra más alta que se transfirió a las regiones y municipalidades en 18 años. De esta cuantiosa suma, un 78 por ciento correspondió a las municipalidades. Pero esos municipios dejaron de ejecutar el 34 por ciento de esos fondos. Solo Ancash recibió 1,132 millones de soles en canon y regalías.
Casi siempre, las causas de la baja ejecución, tal como señalan los organismos especializados, es la falta de equipos técnicos y la inestabilidad política y por supuesto el mal endémico del Perú: la corrupción. Eso explica tanto la paralización de las obras, como la mala y pésima calidad del gasto. Las cifras oficiales indican que solo el 22 por ciento de las trasferencias se invirtieron en lo que es vital en las regiones y municipios: educación, salud y saneamiento.
Hay en las regiones-estoy pesando en Loreto-, una tendencia obsesiva al obrismo. “Obras son amores”, es la habitual cantilena de los políticos y siguiendo a pie juntillas este artilugio, construyen pistas, “elefantes blancos”, coliseos, monumentos, etc, porque con las obras se ganan votos y las “coimisiones”. Nelson Shack, el Contralor General de la República ha señalado que el Perú perdió 23,000 millones de soles en corrupción, en “coimisiones”, en el año 2019. Esa suma representa el 15 por ciento de la ejecución neta del presupuesto nacional.
Frente a esta calamidad moral y social, se sugiere que se dicte una norme urgente e imprescindible para que el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) conforme un equipo de alta solvencia técnica que asesore a todos los gobiernos regionales y municipales que se benefician con el canon y las regalías.
Este equipo, debe determinar la prioridad de las obras de acuerdo a las necesidades más apremiantes, los costos, la calificación de las obras. De ese modo, la calidad de las obras mejorará y también disminuirá o se eliminará la corrupción.