La encrucijada de un gobierno frágil y acorralado en clave histórica

Por: 

Santiago Mariani (*)

¿Qué alternativa queda? Denunciar con toda la fuerza posible, articulando un discurso claro y preciso, señalando que cada uno de esos avances debilita la institucionalidad democrática, algo que tanto ha costado construir al Perú desde 2001. La ciudadanía que votó a PPK en 2016 para balancear el poder que tendría el fujimorismo en el Congreso, podría volver a sintonizar con un presidente que se disponga sin medias tintas a denunciar cada avance en contra de la institucionalidad democrática.

Los norteamericanos aprendieron en la segunda guerra mundial una dura lección que se transformaría en una suerte de trauma político. El elevado costo de intervenir en la contienda mundial les enseñó que, frente a un rival agresivo, la única alternativa es intentar contenerlo en cada intento de avance, pero jamás recurrir a apaciguarlo mediante concesiones porque eso solamente fortalece al agresor. 

Antes que llegaran a esa forma de abordar la realidad, Winston Churchill había alertado acerca de la importancia de esta máxima política. Los ingleses habían quedado exhaustos con la primera guerra mundial y solamente querían escuchar de boca sus políticos la palabra “paz” antes que entrar en una nueva contienda europea. El primer Ministro Neville Chamberlain era vivado por sus compatriotas con cada concesión que le hacía a esa Alemania agresiva que iba fagocitando pedazos de Europa y que se rearmaba militarmente. Mientras Chamberlain se dejaba llevar por los cantos de sirena, Churchill, arriesgando su carrera política, predicaba en el desierto advirtiendo a los ingleses que lo único que tenían que hacer era prepararse para enfrentar a Alemania, algo que era, según su prédica, inevitable. 

En 1938 Chamberlain viaja a Munich a una conferencia en la cual termina otorgando a Hitler una serie de concesiones territoriales. Regresa de ese encuentro rodeado de un aire triunfalista y declarando que tenía en su mano el papel que aseguraba la paz. Los ingleses lo reciben felices de haber logrado la paz para Europa. Churchill reacciona amargado, señalando que le habían ofrecido el deshonor o la guerra y que habían conseguido el deshonor y que ahora tendrían la guerra. En 1939 Hitler invadiría Polonia y Gran Bretaña se vería obligada a entrar nuevamente en guerra con Alemania. 

Esa lección política vital llamada “apaciguamiento” perduraría por muchas décadas e influiría de manera determinante en los tomadores de decisión en Washington durante el largo conflicto posterior que tendrían con los rusos. Europa estaba en escombros y Churchill pronuncia un discurso en Estados Unidos en 1947 en el que señala que había caído una cortina de hierro en Europa del este. Desde ese momento los norteamericanos desarrollan la “doctrina de la contención” para enfrentar a su rival, la Unión Soviética, donde fuera necesario.

La máxima política de la contención ante un rival agresivo podríamos utilizarla, con las salvedades del caso, para pensar en el contexto político peruano el cual, como resultado de un diseño institucional particular (el sistema presidencial con elementos propios del parlamentarismo) pone en manos de una mayoría en el Congreso unicameral instrumentos que pueden ser utilizados de manera poco democrática (como la censura sistemática de ministros). Frente a esta situación el gobierno no tiene demasiadas alternativas, pero el camino hasta ahora intentado solamente le ha generado mayor fragilidad y vulnerabilidad frente a un rival que se sigue fortaleciendo y que seguirá avanzando. 

¿Cuál fue la reacción del gobierno ante la imposición del Defensor del Pueblo, de los directores del BCR, de la censura al Ministro de Educación y del Ministro de Transportes? Mientras concedían todos esos avances casi sin reaccionar, porque suponían que el fujimorismo se aplacaría, fueron perdiendo la iniciativa política y quedando arrinconados. Mientras todo ello ha estado sucediendo el presidente habla de novelas de amor, de planes alternativos para los ministros que seguirán en la lista de expulsados y pero aún compra la falsa idea de salir en televisión con entrevistas a sus ministros para “explicarle” a la ciudadanía las cosas que están haciendo pero que no logran comunicar adecuadamente. La suposición en la que se basa esta estrategia es que la gente no entiende o no comprende la obra del gobierno, un reflejo poco feliz frente a una ciudadanía que necesita ser escuchada y atendida en sus demandas antes que ser considerada como un sujeto pasivo al que hay que abrirle los ojos con relatos acerca de todo lo supuestamente bueno que se está haciendo para ellos.  

¿Qué alternativa queda? Denunciar con toda la fuerza posible, articulando un discurso claro y preciso, señalando que cada uno de esos avances debilita la institucionalidad democrática, algo que tanto ha costado construir al Perú desde 2001. La ciudadanía que votó a PPK en 2016 para balancear el poder que tendría el fujimorismo en el Congreso, podría volver a sintonizar con un presidente que se disponga sin medias tintas a denunciar cada avance en contra de la institucionalidad democrática.

El intento de recuperar y poner a la opinión pública de su lado, sería un primer paso necesario, pero no suficiente para encarar esta etapa de fragilidad estructural en la que se encuentra el gobierno.  El plano de la opinión pública es vital, pero debería estar acompañado de un cambio estructural en la forma de concebir la política (politics) y las políticas públicas (policy), procurando una relación distinta entre estado y sociedad.

En ese camino sería esencial abordar la pregunta acerca del sentido que entraña la política, el para quién gobernar y a quién representar. En este terreno lo simbólico tiene un lugar preponderante y las acciones que se toman terminan configurando la concepción política que envuelve al gobierno. Un ejemplo lo puede aclarar todo. La Oficina Nacional para el Diálogo y la Sostenibilidad, una instancia clave para encontrar equilibrios y gestionar la conflictividad política, fue desinflada y reubicada en el Viceministerio de Gobernanza Territorial de la Presidencia del Consejo de Ministros. En esta instancia devaluada designaron como su titular al ingeniero Luis Angel Yallico Magde, quien antes de asumir esta función era el gerente de Medio Ambiente y Relaciones Comunitarias de la empresa Hunt Oil. El para quién gobiernan y a quién representan se va desdibujando de sentido político con estas decisiones y se torna directamente en una clara opción por intereses concretos y definidos. En esa confusión de planos la ciudadanía se va distanciando de un gobierno que siente que no la representa en sus anhelos, demandas e intereses. 

En el plano de las políticas públicas, el policy making, es el otro terreno en donde el gobierno podría jugar una partida distinta a la que se viene jugando desde hace décadas en el Perú. Es innegable que ciertos avances se han dado, pero han sido coyunturales y todavía no hay derechos universales garantizados en materia de bienes públicos de calidad. Con el inicio de un rumbo hacia un Estado que logre ocuparse de la educación y la sanidad de las mayorías que hoy no cuentan con esos servicios, el gobierno podría rápidamente encontrar una agenda de fuerte cercanía con la ciudadanía. En esa agenda está la clave para equilibrar la relación con un rival que seguirá sin darle tregua a un gobierno que entusiasma cada vez a menos peruanos. 

(*) Coordinador de la Maestría en Ciencia Política en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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