Elecciones de espanto
Llegamos finalmente al cinco de octubre, fecha de las elecciones locales y municipales, con una sociedad exhausta no de propuestas electorales sino de denuncias de corrupción contra cientos de candidatos a diversos niveles de gobierno municipal y regional. El espectáculo de la campaña nos ha mostrado una aguda corrupción de la clase política pero también el envilecimiento de la cultura ciudadana, en muchos de cuyos sectores parece prevalecer aquello de “roba pero hace obra”. Casi 25 años de neoliberalismo han cumplido su función, destruyendo los colectivos sociales, haciendo difícil la organización de intereses y complicando terriblemente la representación de vastos sectores de la población. Cada vez más las elecciones se asemejan a una subasta donde el elector busca qué candidato le ofrece más ventajas inmediatas para votar por él.
Esta situación es grave para la democracia. Especialmente grave cuando entramos a una etapa en la que se agota el modelo primario exportador lo que augura el término del espejismo de progreso en el que vivimos. El crecimiento del PBI que ha sido el combustible que ha mantenido viva la ideología hegemónica que en estos años terminará, dejándonos como herencia los daños causados, entre ellos la fragmentación social y la corrupción política que señalamos. Es increíble la sordera de los políticos actuales. Ni siquiera la tímida reforma política (cambios en las leyes electoral y de partidos) que se planteara luego de la “repartija” de julio de 2013 ha tenido algún impacto legislativo.
Pero quizás si lo más grave es el cinismo que atraviesa esta situación. Los políticos corruptos que buscan la reelección se han hecho parte del paisaje electoral y rara vez gozan del rechazo masivo de la población, incluso si han sido objeto de denuncias contundentes por robo o asesinato. La falta de propuestas no le afecta a casi nadie y basta con que se prometan “obras” o se recuerden las hechas para que un candidato sea considerado bueno. Si esto no funciona se agrega el espectáculo y tenemos a los distintos postulantes haciendo el ridículo en bailes o programas cómicos. Así las cosas nos encaminamos hacia una agudización de la crisis institucional que ocurrirá cuando pasemos del descreimiento de los tiempos electorales a la falta de legitimidad generalizada, una vida cotidiana que se convierta en una vida sin ley en la sociedad peruana.
Las alternativas tampoco gozan de buena salud. La seriedad parece no despertar simpatías o hacerlo en sectores minoritarios, sean de izquierda o derecha. A lo sumo vemos el crecimiento de algunos candidatos radicales en las regiones andinas, radicales por su rechazo a las instituciones del gobierno central y quizá si alguna desordenada reivindicación étnica, que no parecen tener una proyección postelectoral. Lo bueno de esta situación, que podría acercar un final de época para la hegemonía neoliberal, es que genera el espacio para planteamientos alternativos de conjunto sobre el desarrollo del país. Aunque en estos casos la interacción es de doble vía, las alternativas contribuyen y a veces definen las crisis y permiten construir luego de producida esta. El desafío entonces está planteado.
A pesar de lo difícil de la situación electoral y asumiendo nuestra responsabilidad como colectivo que busca desarrollar influencia política, queremos manifestar nuestro apoyo a un conjunto de candidatos que están disputando con audacia, lucidez y desde una perspectiva progresista el gobierno en sus respectivas regiones. En primer lugar nos referimos a Susana Villarán, candidata a la alcaldía de Lima, que ha demostrado capacidad de llevar adelante reformas fundamentales para la ciudad y lo ha hecho dentro de un plan integral de renovación urbana. A Gregorio Santos, candidato a la presidencia regional de Cajamarca, que ha sabido ponerse a la cabeza de su pueblo para enfrentar la prepotencia del gobierno y de la minera Yanacocha. A Rudecindo Vega, dos veces ministro de Estado, candidato a la presidencia regional de la región Amazonas, que hoy se enfrenta a las mafias que quieren controlar su departamento. A Rosa Vásquez, candidata a la presidencia regional de Lima-provincias, que luego de tres períodos exitosos como alcaldesa de Huarochiri hoy aspira liderar una región clave, área inmediata de la capital del la República. A Zenón Cuevas, candidato a la presidencia regional de Moquegua y líder de un vasto movimiento por el desarrollo integral de su departamento. El triunfo de estas opciones creemos que ayudará a algún inicio o reinicio distinto. Esperamos estar acertados.
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