El arduo camino para poner fin a la era Trump
Ariela Ruiz-Caro
La elección presidencial del 3 de noviembre en Estados Unidos tiene un significado histórico no solo porque se presenta la oportunidad para conciliar una sociedad crispada y extremadamente polarizada —el mayor legado del presidente Trump— sino porque su obsesión por mantenerse en la Casa Blanca, podría producir una ruptura del orden institucional en ese país. Con el irrespeto a la institucionalidad y el desprecio por la verdad que caracterizan al presidente, este se autoproclamó ganador en la noche del día de la elección, cuando había decenas de millones de papeletas sin contar. No tuvo respaldo interno, pero sí asombro en el mundo.
La contabilización de votos, en el que también se eligen 35 de los 100 miembros del Senado y los 435 escaños de la Cámara de Representantes, no ha concluido todavía. Por ahora, Joe Biden (50,4%) tiene casi 4 millones de votos más que Donald Trump (47,9). Pero en Estados Unidos el sistema de elección presidencial es indirecto. Es decir, los ciudadanos no definen directamente la elección, algo profundamente antidemocrático y obsoleto.
Lo hacen a través de un Colegio Electoral compuesto por 538 delegados repartidos en los 50 estados en proporción al tamaño de su representación en el Congreso. El sistema establece que el ganador en un estado (salvo Maine y Nebraska) se lleva todos los votos de los delegados. Por eso, ganar en los denominados estados pendulares —aquellos que no tienen un patrón definido de voto— es fundamental para llegar a la Casa Blanca. En estos (Florida, Wisconsin, Michigan, Minnesota, Ohio, Pennsylvania y Carolina del Norte) se concentra la campaña electoral.
Desde que asumió el gobierno, uno de sus objetivos centrales ha sido lograr la reelección y está dispuesto a cualquier cosa para conseguirlo. El irresponsable manejo de pandemia, poniendo sus intereses electorales por encima de la vida de sus compatriotas, lo pintan de cuerpo entero.
Meses antes de la elección, el presidente de la primera potencia del mundo declaró en reiteradas oportunidades, y con total desenfado, que no reconocería los resultados de la elección, salvo que le fueran favorables. Según Trump, su derrota solo podría explicarse por la existencia de un fraude en el conteo de los votos. Una afirmación de este calibre en otro país del continente, hubiera encendido las alarmas de la OEA y se hubiera invocado la Carta Democrática Interamericana. Pero no todo se mide con la misma vara.
Asimismo, Trump había manifestado, que si todos los estadounidenses votaran, no podría ganar la elección; ni él, ni ningún candidato republicano. Por eso lideró un operativo que incluyó dos componentes: el primero, instalar en la opinión pública la desconfianza en el proceso electoral. Sin ninguna prueba, predicó, recurrentemente, que las elecciones de 2020 estaban manipuladas, que habría fraude en el conteo de los votos emitidos por correo y, por ello, el ganador debería ser proclamado el mismo día, sin esperar su contabilización que, debido a la pandemia, fue una vía muy utilizada para la votación, especialmente por los demócratas.
De nada sirvió que el director del FBI, Christopher Wray, afirmara, en septiembre, que “históricamente, nunca se ha detectado ningún tipo de esfuerzo coordinado de fraude electoral nacional en una elección importante, ya sea por correo o en persona”. Fiel a su estilo imperial, Trump está considerando despedir a Wray “cuando gane el segundo mandato”.
Tradicionalmente, el voto anticipado, tanto presencial como por correo, ha sido ejercido mayoritariamente por los demócratas. El conteo de los que se realizan por correo toma más tiempo en ser cotejados. Los votos presenciales emitidos el día de la elección, en los que se estima que participan más republicanos, son fáciles de contabilizar y son los primeros en difundirse. Es por eso que parte del plan de Trump ha sido instalar la idea de su triunfo, de un fraude en el conteo y apelar a los tribunales para suspender el conteo de votos. Además, se utilizan las redes sociales para divulgar información falsa.
El segundo componente del operativo fue dificultar el voto anticipado con medidas, que varían según los Estados, pero que pueden resumirse en la presión para impedir el voto por correo, reducir el presupuesto del Servicio Postal de Estados Unidos (USPS), restringir el número de urnas en los estados donde se permite la votación anticipada, así como también el día de la elección, entre otras. Por ejemplo, en Texas, un Estado tradicionalmente republicano, que en las encuestas estaba siendo disputado fuertemente por los demócratas, se estableció que para la votación anticipada solo habría una urna por condado, inclusive en aquellos que superan los dos millones y medio de habitantes.
En un intento por restringir el número de votantes, se apeló a la Corte Suprema para eliminar la prerrogativa histórica del estado de Pennsylvania de permitir el conteo de las papeletas recibidas hasta tres días después del día de elección. A pesar de que seis de sus nueve miembros son allegados a Trump ¬—tres de ellos nombrados por él—, la Corte rechazó el pedido y mantuvo el plazo de tres días adicionales para el recuento.
Esto decisión encendió la ira del presidente quien señaló en un tweet que la decisión de la Corte Suprema sobre el voto en Pennsylvania es MUY peligrosa”. Sin fundamento añadió que “permitirá mucho fraude y socavará todo nuestro sistema de leyes. También provocará violencia en las calles. ¡Algo tiene que hacerse!”. En efecto, imponer el miedo y la violencia es parte del plan. No en vano muchos comercios en las principales ciudades del país han sido cubiertos por placas de maderas, y la Casa Blanca se ha convertido en un bunker rodeado por vallas metálicas.
A Biden le faltan 17 votos del Colegio Electoral para conseguir los 270 requeridos para ganar la presidencia. Es altamente probable que el resultado de la votación de Arizona, en manos del partido republicano, le otorgue 11 delegados del Colegio Electoral. La mirada está puesta ahora en el estado demócrata de Nevada donde si bien Biden lidera los resultados parciales, la votación está reñida. Si finalmente ganara el Estado, obtendría los 6 votos que le faltan para ser elegido presidente.
Donald Trump no está acostumbrado a perder, aunque sí conoce la experiencia. En las elecciones legislativas de 2018, el partido demócrata le arrebató el control de la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas de 2018, cuya presidencia fue asumida por la demócrata Nancy Pelosi, una de las figuras más perturbadoras para el todavía presidente.
Es difícil imaginar que Trump aceptaría ser el cuarto presidente de la historia de ese país en no ser reelecto. Sus probables reacciones preocupan a muchos gobiernos. Ayer la ministra de Defensa de Alemania, Annegret Kramp-Karrenbauer, advirtió que Estados Unidos está enfrentando una “situación muy explosiva”. El anuncio del presidente Trump de impugnar el resultado de las elecciones en los tribunales puede desencadenar “una crisis constitucional en Estados Unidos”.
Un informe publicado días antes de la elección, por el International Crisis Group (ICG), advirtió que “un Estados Unidos amargamente polarizado enfrentará un peligro desconocido» en los próximos días. El ICG enumera varios factores que podrían resultar en violencia. Entre otros, menciona la proliferación de desinformación en línea y discursos de odio, controversias recientes en torno a la justicia racial en Estados Unidos, el aumento de grupos armados. Asimismo, responsabiliza al presidente Donald Trump de la violencia potencial y señala que su «retórica tóxica y su voluntad de cortejar conflictos para promover sus intereses personales no tienen precedentes en la historia moderna de Estados Unidos».
El desenlace es incierto, aun si Biden ganara el estado de Nevada hoy, y con ello la presidencia. Inclusive si lo hiciera también en Giorgia, que ha anunciado la finalización del conteo en unas horas. Trump ha impugnado los votos en algunos estados y habrá un recuento que durará algunas semanas. Esperemos que la reserva moral en el partido republicano, contribuya a preservar la institucionalidad y censure la instigación a la violencia que podría tener lugar en ese país.
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