El 30 por ciento está allí
Carlos Bedoya
Eso de que en el 2016, las fuerzas progresistas y de izquierda no tienen chance alguno de competir electoralmente es más una profecía autocumplida que otra cosa. Porque las encuestas dejan muy claro que un 30 por ciento de los electores no va a votar de ninguna manera por Keiko, PPK o Alan.
Y eso es por una sencilla razón. Porque se trata del tercio electoral que puso a Ollanta en segunda vuelta tanto en el 2006, como en el 2011. Nada menos que millones de votantes que quieren la gran transformación, o como sea que se le llame al golpe de timón que reparta de nuevo el poder en el Perú y le baje el copete a los banqueros y mineros de la CONFIEP, o al menos los obligue a negociar las reglas de la inversión, el reparto de la torta y en general el rumbo del Perú.
A mis amigos y no tan amigos de las izquierdas debe quedarles claro que ese 30 por ciento está pidiendo a gritos una representación política que ni el Frente Amplio, ni UNETE, ni el Bloque Nacional Popular les pueden dar de manera dividida. Mucho menos si Marco Arana y Yehude Simon insisten en candidaturas que no entusiasman ni a su propio campo político. Mucho menos podrán enganchar con alguito del electorado del cambio. Están destinados a no pasar la valla electoral.
El Frente Amplio tiene de amplio solo el nombre y con Arana de candidato no va ni a la esquina. UNETE está destinado a desunirse con Yehude de candidato. Unos se irían con PPK (incluso el propio Yehude), otros con Arana y el resto a su casa. Y el Bloque Nacional Popular con los Fonavistas, da la impresión de querer a toda costa tener en la mano la inscripción que les permita negociar con los otros dos de igual a igual, lo que por cierto les traerá una serie de daños a ser controlados.
Si eso sigue tal cual, no es necesario ser brujo para afirmar que ese 30 por ciento se irá con un outsider que aparezca a última hora como hizo Humala a fines del 2005, o lo más triste, que se disperse, atomice o desintegre dejándole la mesa servida a los candidatos de los dueños del Perú.
La lógica que parece estar detrás de la falta de vocación de poder de la izquierda, no solo de los viejos, sino de varios jóvenes, tiene que ver con: 1) la descalificación constante del cercano con una soberbia de los que se sienten más allá del resto, 2) la lucha por el reparto de lo que haya para repartir aunque sean migajas, y 3) un tonto “no me interesa lo que está en juego en el 2016 porque yo todavía no estoy tan preparado como quisiera estar”.
Ni siquiera es que las fronteras ideológicas y políticas sobre la velocidad y profundidad de las reformas que necesita el Perú se dibujen de manera clara en esta dispersión.
Y es verdad que ya casi no queda tiempo, pero eso de que no hay nada que hacer salvo construir un partido de izquierda ideal de aquí a cien años, o subirse al coche de quien sea con tal de al menos tener una curul, es no ver la corriente política de cambio que necesita representación. Y esa es la responsabilidad del ahora.
Publicado en el Diario Uno.
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