Cuando desperté, el Doc. Montesinos todavía estaba allí

Por: 

Víctor Caballero Martin

Estábamos impávidos viendo cómo se desarrollaba la opereta criolla de Keiko Fujimori y sus aliados por tumbarse las elecciones de segunda vuelta, cuando de pronto apareció en la trama Vladimiro Montesinos en toda su dimensión, mostrando todas sus malas artes de cómo se opera en el poder del Estado, cómo se tuercen voluntades para hacer ganar a Keiko Fujimori y Fuerza Popular. Sus declaraciones o mejor sus recomendaciones al operador político nos regresaron a la década del noventa cuando él y Alberto Fujimori, el dictador que moldeó a su imagen y semejanza, corrompieron el Estado y se adueñaron del país. Como sabemos, ambos personajes aprobaron una Constitución y leyes a su medida, pero cuando éstas son ineficaces a sus intereses, usan sus operadores políticos.

Ilusos nosotros que confiamos que el Doc Montesinos estaba en confinamiento en una cárcel de máxima autoridad: la Base Naval del Callao, bajo vigilancia de la Marina de Guerra del Perú. Fuimos ingenuos en creer que Keiko Fujimori se había distanciado de Montesinos. Más ingenuos todavía cuando se pensaba que esta vez respetaría los resultados, tal como lo había declarado y juramentado ante la Conferencia Episcopal, Transparencia y otras entidades cívicas de que respetaría los resultados. Volvió a juramentar en Arequipa ante los aliados convocados por Mario Vargas Llosa en la que declaraba que había cambiado; a Mario Vargas Llosa le prometió que no indultaría a Montesinos. ¡Qué poca memoria la nuestra! Mintió dos veces. Habíamos olvidado que el Doc Montesinos había tratado de incidir en las elecciones del 2016 haciendo coordinaciones para que Keiko derrote a PPK; aunque no lo logró sí dejó en evidencia que sus malas artes estaban vigentes, pero, sobre todo, que la Base Naval era, en realidad, su base de operaciones políticas. 

Son varias las preguntas que debemos hacernos acerca de la participación de Montesinos en las campañas electorales de Keiko Fujimori. La primera, si esta participación se da solo en el proceso electoral, y la segunda, si el fujimorismo tiene vida sin Montesinos.

Sobre lo primero, lo destacable es la vigencia de la estrategia que Montesinos diseñó para hacerse del poder y destruir la democracia peruana. Como sabemos esa estrategia no se reduce a la campaña electoral, o a la utilización de recursos legales para impugnar o ganar en mesa con impugnaciones, acciones que lo pueden hacer estudios de abogados, acompañados con las denuncias de políticos intonsos dispuestos a tragarse el discurso de que defender el voto del fujimorismo es la defensa de la democracia. No. Esa no es la esencia de la estrategia fujimorista. 

Veamos: la estrategia que Montesinos aplicó en la dictadura de Alberto Fujimori para que imponer su dictadura y se reelija dos veces, consistía en construir una mayoría parlamentaria para, a partir de ahí, copar las estructuras de las instituciones básicas: Tribunal Constitucional, Poder Judicial, Fiscalía de la Nación, Contraloría General de la República, Consejo Nacional de la Magistratura, Jurado Nacional de Elecciones, la ONPE y, la joya de la corona: controlar los grandes medios de comunicación. Esta estrategia como sabemos fue bien diseñada y ejecutada por sus operadores políticos que son, en definitiva, los que logran resultados prácticos y concretos. 

Cuando Keiko perdió las elecciones el 2016 buscó la manera de reproducir la estrategia de Montesinos para no perder en las elecciones siguientes. Así, desde el primer día de la legislatura pasada en la que contaba con mayoría absoluta, puso en marcha la estrategia de Montesinos, así logró controlar el CNM, intentó controlar la Fiscalía de la Nación, copar el

Poder Judicial, nombrar los titulares del JNE y de la ONPE. Estuvo a un paso de lograr todo, incluyendo el Tribunal Constitucional. No lo logró, perdió porque su táctica de confrontación no les dio resultado. Es por eso que, en estas elecciones del 2021, Keiko no controlaba las instituciones con los cuales hubiese logrado imponer autoridades proclives a su candidatura, tampoco contaba con operadores políticos que le hubiesen permitido “torcer” o “quebrar” a magistrados para que voten a su favor. 

La trama descubierta por el ex congresista Fernando Olivera, bastante conocida ya, ilustra la manera cómo estuvieron a punto de lograr que el JNE acepte las mil actas impugnadas con los cuales se anulaban votos de Pedro Castillo, lo suficiente como para voltear el resultado de las elecciones del 6 de junio. Y en esa operación clave y decisiva estaba Vladimiro Montesinos, pero para lograr su propósito requería operadores y contactos vinculados con el fujimorismo, dispuestos a quebrar o comprar integrantes del JNE

La segunda pregunta que debemos hacernos a partir de la primera, es si Keiko Fujimori rompió con Montesinos o si, por el contrario, la relación Fujimori – Montesinos está activa. Todo parece indicar que sí, que Keiko y el fujimorismo mantienen aún los lazos con Montesinos: aplican su estrategia, se relación con operadores políticos, buscan corromper autoridades electorales, y, sobre todo, han construido relaciones con una red mafiosa de grupos empresariales que les abastece de recursos para sus campañas electorales. Hoy no lograron su propósito, quizá para el 2026 está dupla vuelva a entrar en operaciones.

Estuvimos confiados en que Montesinos estaba bien vigilado en la Base Naval del Callao; no nos percatamos que estaba vivo, actuando, operando. 
En verdad, nunca rompió ni con Alberto ni con Keiko, ni con Kenji Fujimori. Es por eso cuando despertamos por este temblor electoral, el doc. Montesinos estaba ahí.