Controversia en la selección para la Bienal de Arte de Venecia 2024
Luisa Elvira Belaunde, Antropóloga
“Cosmic Traces” versus “Koshi Kené”
Es probable que a muchos no les cause asombro, y tal vez hasta les parezca deseable, que el proyecto que representará al Perú en la Bienal de Arte de Venecia de 2024 tenga un título en inglés. “Cosmic Traces” debe tener algún atractivo que su traducción al castellano, “Rastros Cósmicos”, carece. O, por lo menos, eso es lo que nos da a entender la decisión del jurado que premió con el primer puesto el uso del inglés para una bienal que convoca a celebrar la convivencia con la diferencia en todos sus sentidos y, en especial, la creatividad y el pensamiento de los pueblos indígenas quienes, como subraya Adriano Pedrosa, curador de la Bienal, “frecuentemente son tratados como extranjeros en su propia tierra”.
“Cosmic Traces” no solo es un pronunciamiento en inglés, sino que el equipo del proyecto no incluye a ningún miembro de pueblos originarios. Es cierto, Roberto Huarcaya es un reconocido artista cuyas obras venden bien, y sus retratos fotográficos de la Amazonía han contribuido al fortalecimiento del arte amazónico desde hace algunos años, pero dialoga poco con el pensamiento de los pueblos indígenas. Su técnica fotográfica utiliza materiales químicos que capturan las sombras de las plantas y otros seres de la selva para obtener fotogramas impresos sobre papel. Es una propuesta artística hecha con minuciosidad, pero muestra una Amazonía capturada por la mirada externa de quien no ha convivido con ella y, en un acto heroico, se adentra en ella para sacarle sus imágenes secretas. ¿Será esta propuesta adecuada para responder a la llamada de la Bienal de Venecia que, por primera vez sugiere traer la mirada interna de los pueblos originarios?
En el segundo puesto quedó “Koshi Kené”, un proyecto con título en shipibo-konibo, una de las lenguas originarias del Perú, y liderado por una mujer amazónica cuya trayectoria personal y artística es una demostración de lo que el título intenta comunicar: “El poder del Kené”. Esta traducción parcial al castellano está incluida en el título oficial del proyecto para facilitar la comprensión del jurado, que habla inglés, pero no shipibo-konibo. La palabra “koshi” tiene múltiples significados que son difíciles de traducir directamente, puesto que en muchos casos se refiere a un tipo de “poder” o “fuerza” con que se manifiesta la energía cósmica de los seres. Las plantas, en particular, tienen gran “koshi” puesto que su energía cósmica provee sustento, conocimiento, curación y belleza a quienes logran entenderlas. El kené es justamente una técnica shipibo-konibo basada en la familiarización con las plantas que permite comunicarse con ellas y visualizar en pensamientos su “poder”, trazando sus rastros luminosos sobre un soporte material de manera que sean visibles para todos.
Hay, entonces, algunas semejanzas entre la técnica del fotograma y la del kené. Ambas son técnicas de la luz que tienen por propósito mostrar las huellas de los seres que normalmente no se ven. Pero hay también diferencias profundas. Mientras el fotograma roba las sombras de los seres y produce réplicas de sus formas, el kené no produce réplicas de las figuras externas sino traza los circuitos energéticos que animan a los seres interconectados en las mallas de luz del cosmos. Los diseños kené son verdaderos “rastros cósmicos” que infunden vida alrededor. Son obras de arte creadas por la inteligencia aprendida con las plantas y la cuidadosa destreza de los pueblos indígenas, aquellos que la Bienal de Venecia de 2024 llamó a celebrar.
Así son las obras de Olinda Silvano y de las mujeres shipibo-konibo que día a día ganan terreno en Lima y muchas otras ciudades, llenándolas de kené, como el edificio de 40 metros en el centro de Manaus que Olinda pintó hace menos de un mes, a pocas cuadras del Teatro Amazonas, construido con la sangre de los pueblos amazónicos esclavizados durante la época del caucho. Ahora, más alto que las cúpulas de la prestigiosa sala de ópera se puede ver, por un lado, una columna de kené colorido que se eleva al cielo, pintada por Olinda y su hijo, y por el otro, un río celeste de peces pintado por Denilson Baniwa, artista de un pueblo originario brasileño que los mayores establecimientos de arte contemporáneo se enorgullecen en convocar. Olinda, como Denilson, subvierten las relaciones de poder. Son herederos de conocimientos colectivos y creadores de sus transformaciones actuales en la adversidad de la ciudad.
Sabemos que la votación fue controvertida. “Cosmic Traces” ganó por un voto que quebró el empate técnico con “Koshi Kené”. Si la diferencia hubiese sido de muchos puntos, se entendería que la calidad y madurez del proyecto “Koshi Kené” tenía serias deficiencias. Pero perder por tan poco, ¿por qué? Algunos dirán que lo cierto hubiera sido que Olinda se presentara sola, o con otras (u otros) artistas de pueblos originarios, y con una curaduría también indígena. Pero en el Perú todavía hay pocas artistas indígenas dispuestas, como Olinda, a encarar la tremenda desventaja económica y discriminación por no haber sido formadas en una escuela de artes y no pertenecer a las elites intelectuales establecidas. Para algunos, tal vez, un equipo mixto, con un artista y un curador no indígenas (aunque con extensas trayectorias en el arte amazónico) trajo dudas sobre el protagonismo de Olinda y el respeto a la autonomía de su trabajo. A lo largo de su carrera artista, sin embargo, si hay una cosa que Olinda ha aprendido es a defenderse de las personas que pretenden apropiarse de ella. Hubo varias, pero Harry Chávez y Alfredo Villar no son de esas. Entonces, ¿por qué no darle la chance a Olinda y marcar un antecedente que abra el camino para las demás mujeres de los pueblos originarios?
Por un voto, la mitad más uno del jurado descartó la oportunidad única de responder al llamado de la Bienal de Venecia y honrar la diferencia. Dando continuidad a la larga tradición de las elites intelectuales peruanas, decidió que la mujer indígena debía permanecer subordinada al hombre criollo, el shipibo-konibo al inglés y el poder cósmico de la Amazonía a quien extraiga heroicamente sus secretos para volverlos objetos estéticos.