La encrucijada de Biden frente a América Latina

Por: 

Ariela Ruiz Caro

A Donald Trump se le acabaron los cartuchos cuando el viernes pasado la Corte Suprema de Justicia rechazó una demanda interpuesta para anular los votos en cuatro estados en los que Trump había perdido por estrecho margen. Así, el Colegio Electoral pudo formalizar el triunfo de Biden al concederle 306 votos y 232 a Trump. 

El presidente electo intentará reconstruir el andamiaje internacional socavado por Trump y retomar la agenda de la política exterior de Barack Obama. Es decir, impulsará el multilateralismo, la cooperación internacional y la alianza con sus aliados europeos. Ha anunciado que volverá al Acuerdo de Paris, a la Organización Mundial de la Salud, al Acuerdo Nuclear con Irán—firmado tras arduas negociaciones en julio de 2015-- y revitalizará la Organización Mundial del Comercio. 

En América Latina hay algunos temas que tendrán claramente un enfoque distinto al de Trump. Uno de ellos es el vinculado al Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador) región que sufre grados extremos de violencia provenientes de grupos delictivos organizados, altos índices de homicidios, desapariciones, reclutamiento forzado en las pandillas armadas y extorsión. Conocedor del problema en esa región, Biden propone un paquete de ayuda de 4 mil millones de dólares para atender las causas de esa migración. 

Otro de los temas que abordará de una manera diferente a la de su antecesor es el de la tríada Venezuela, Cuba y Nicaragua. La asfixia económica, especialmente de los dos primeros, no solo no ha dado los resultados esperados, sino que ha ocasionado un efecto boomerang al dar lugar a una mayor presencia de China y Rusia en esos países. En el caso de Cuba, Biden continuaría con la política anunciada por Obama en la Cumbre de las Américas de Panamá en 2015, consistente en flexibilizar el embargo y lograr una apertura democrática mediante negociaciones diplomáticas. De hecho, el nominado como Secretario de Estado, Antony Blinken, fue el arquitecto del levantamiento del embargo a ese país.

Biden sumará otros interlocutores para el diálogo con Venezuela. La política de Trump fue un fracaso y solo ha agudizado el deterioro de la calidad de vida de la población por el severo bloqueo, lo que ha incrementado el flujo migratorio, especialmente hacia sus vecinos más cercanos —Colombia, Ecuador y Perú— que han visto desbordada su capacidad para absorberlos. El Grupo de Lima, foro creado en agosto de 2017 por 14 países del continente, bajo la batuta de Estados Unidos, para buscar soluciones a la crisis venezolana no ha logrado sus objetivos y podría estar en peligro de extinción. En la nueva correlación de fuerzas en la región argentina y México no suscriben las declaraciones. 

Los temas ambientales y el desarrollo de energías limpias serán parte de la agenda con América Latina. Probablemente se retome la Alianza de Energía y Clima de las Américas (ECPA) lanzada por Obama en la Quinta Cumbre de las Américas realizada en Trinidad y Tobago en 2009. 

Lo que aún resulta una incógnita es saber si Biden utilizará los instrumentos desarrollados por Trump para impedir la creciente presencia de China en la región, que no solo ha adquirido gran importancia como socio comercial, fuente de inversiones y prestamista, sino también presencia diplomática en organismos multilaterales de América Latina (OEA, BID, CEPAL, CELAG, entre otros).  Además, en 2017, la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda (BRI), un proyecto para desarrollar infraestructura, telecomunicaciones y tecnología digital, inicialmente pensado para unir a Asia con Europa y África, fue extendido a América Latina y el Caribe por lo que empresas de ese país han ganado licitaciones importantes en proyectos de minería, energía y transporte en la región. Panamá (en 2017) y República Dominicana y El Salvador (en 2018) finalizaron sus relaciones diplomáticas con Taiwán para establecerlas con China, a cambio de inversiones y préstamos. 

Ante estos hechos, Juan Cruz, principal responsable de la formulación de políticas para América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional, entre mayo de 2017 y septiembre de 2018, llegó a decir que “los chinos se están comiendo nuestro almuerzo”. Por ello, en 2018 el ex Secretario de Estado, Rex Tillerson, señaló que la Doctrina Monroe –una política del siglo XIX bajo la cual Washington estableció que América era su esfera de influencia exclusiva y los intentos de las potencias extranjeras de intervenir serían considerados como actos hostiles– estaba más vigente que nunca. Esto implicó un giro con respecto a la postura del ex secretario de Estado de Barack Obama, John Kerry, quien declaró en 2013 que esta había quedado obsoleta. 

Para frenar a China, Trump lanzó un conjunto de iniciativas. La más reciente, la imposición en la presidencia del BID –históricamente reservada para un candidato latinoamericano— del candidato estadounidense, Mauricio Claver-Carone, en septiembre de este año. Cuando Trump lanzó su nominación, portavoces de Joe Biden se opusieron a ella. Sin embargo, le será complicado abrirse un nuevo frente, salvo que hubiese un pedido conjunto de los países de la región, la cual se encuentra atomizada en un sinnúmero de siglas de organizaciones inoperantes. 

En agosto de este año el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca lanzó un nuevo marco estratégico para América Latina y el Caribe en donde se menciona explícitamente a China como enemigo extra regional por “su influencia maligna al querer expandir su participación de mercado, especialmente en la infraestructura 5G, para Huawei y otras empresas de tecnología, aumentar la dependencia financiera de China y las exportaciones de recursos naturales”. En el documento se anuncia que Estados Unidos contrarrestará “la agresión económica de China”. Así, ha presionado a Jair Bolsonaro para que prohíba la participación de Huawei en la licitación para la instalación de la tecnología 5G y Mike Pompeo ha visitado Chile para impedir, sin éxito, que la empresa china participe de la licitación.

En diciembre de 2019 Estados Unidos lanzó la iniciativa América Crece para financiar proyectos de inversión en infraestructura, telecomunicaciones y redes digitales con la condicionalidad de limitar la presencia china. También se ha anunciado un plan Regreso a las Américas, un conjunto de incentivos tributarios para que empresas norteamericanas, que operan en Asia, retornen a los Estados Unidos y también a nuestra región. 

La performance de Estados Unidos está seriamente afectada por el mal manejo del covid-19 y su deficiente sistema de salud. La economía caerá 4,3% en 2020 y con suerte crecerá 3,1% en 2021. El déficit fiscal asciende a 18%, y los niveles de endeudamiento y desempleo son exorbitantes. China, en cambio, no solo ha logrado controlar la enfermedad, sino que este año tendrá una tasa de crecimiento de 2% y se estima que el próximo año será superior al 8%. Por su parte, América Latina tendrá en 2020 una caída económica mayor al 8%, en el que verá caer los flujos de inversión extranjera directa en un 50% —desde 2012 estos han caído casi ininterrumpidamente— por lo que el interés de las empresas chinas de salir a invertir confluye con el de la región. 

Con un país sumido en una crisis interna sin precedentes, América Latina —salvo las tríadas mencionadas— no podrá ser un centro de atención para Biden. En cambio, para China, esta representa una ventana de oportunidades que Washington seguirá observando con desconfianza.  En cualquier caso, nuestra región debe aprovechar soberanamente la pugna de poder entre ambas potencias sin supeditarse a los lineamientos de la seguridad estratégica de Estados Unidos ni a los de China.

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