La vida desde (y fuera) de la prisión

Por: 

Francisco Pérez García

Recordar es volver a vivir, señala un dicho que es también cliché de emisoras musicales que ponen canciones de antaño. Pero ¿se puede volver a vivir cuando se recuerda un momento terrible de la vida, donde lo más preciado que uno tiene es arrebatado por decisiones injustas? 

Suena difícil, pero para el ex congresista y ex presidente del Gobierno Regional de Lambayeque, Yehude  Simon Munaro, recordar es una forma de exorcizar demonios internos, y más si se hace trasladando esos recuerdos en escritos, en páginas que van tomando forma y describiendo escenas de los momentos vividos. 

“Depósito de hombres en tiempos de tiranía”, es el resultado de ese ejercicio de memoria, 478 páginas que donde el autor narra diversos pasajes de su cautiverio en prisión, luego de ser acusado de terrorismo por el régimen fujimontesinista. 

Simon Munaro, recorre con una profunda reflexión en primera persona los escenarios donde la convivencia con verdaderos terroristas y jefes penitenciarios, se entremezclan con las visitas de agentes políticos negociadores y religiosos que le devolvieron al autor y los demás prisioneros, inocentes y culpables, un poco de la dignidad que se pierde entre las rejas, el tugurio y la rebaja a la mínima expresión del concepto “ser humano”. 

El libro es a la vez que un escape, una proclama política de lo que significa ser una persona estigmatizada, por una etiqueta que hoy se vuelve común en el pensamiento y acción de quienes no tienen argumentos para demostrar que lo ocurrido en el país fue una etapa de violencia tanto terrorista, como del Estado que no supo reaccionar frente a lo ocurrido. 

La lectura de “Depósito…” se vuelve ligera, gracias a su formato de autobiografía novelada donde la realidad y la ficción están separadas por una imperceptible línea y más bien nos enrostra una dimensión que desconocemos o a la que pretendemos darle la espalda: La vida en las cárceles peruanas. 

Esta visión es muy lejana al paradigma hollywoodense de las prisiones donde los hombres inocentes pueden sobrevivir, gracias a la buena acción de los agentes penitenciarios y en donde los culpables logran reformarse y reinsertarse en una sociedad gracias a acciones solidarias, educativas y de formación laboral. 

Nada más lejano que eso. La humillación, la violencia, la tortura, el maltrato por el hecho de haber perdido la libertad y con eso ser menos humano, menos gente. 

Los personajes
En el transcurso de la novela, diversos personajes desfilan ante nosotros. Desde los agentes que rodearon la vivienda de Yehude Simon y que se encargarían de trasladarlo a su cautiverio, hasta los agentes penitenciarios y el jefe de la prisión que tienen diversos contrastes en sus comportamientos. 

En la historia, también se narran hechos conocidos: la captura de Abimael, el presunto atentado contra Alberto Fujimori, la llegada del exdictador a la prisión para “certificar” la situación de los presos tras unas remodelaciones, las palabras con Yehude, el discurso frente al entonces mandatario, lo que significó para algunos y los problemas que éste aun le acarrea. 

En medio de esas situaciones, queda el espacio para recordar a la familia: a la esposa, a los hijos que dejó pequeños y encontró adolescentes y jóvenes al dejar la prisión. La nostalgia por los meses perdidos donde el peor castigo era no verlos, no hablarles, no poder sentir la energía que los seres amados siempre brindan en los momentos difíciles. 

Además el recuerdo de un hombre ejemplar: el padre Hubert Lansierss que se convierte en un protagonista principal de esta historia, el que logra que Yehude y miles de inocentes recuperen su libertad. Para él hay muchas menciones y páginas dedicadas a su humanidad.

“Hubert… gracias a ti, a tu mensaje, a tu poder, se han logrado salvar muchas vidas no solo con las libertades conseguidas, sino porque nos has ayudado a soportar ese infierno. Los internos aman los domingos por tu llegada. Sus corazones brincan al sentir tu presencia, se dan cuenta que no están solos. Eres la tabla de salvación de los presos inocentes y el alimento permanente que nos permite crecer y creer en el hombre.”

Contexto actual 
Como ya hemos dicho, este libro llega en un momento donde el “terruqueo” y la estigmatización se convierten en el principal instrumento de las fuerzas que pretenden negar lo ocurrido, o que quieren reescribir la historia desde “su” verdad, negando que existieron crímenes atroces cometidos por las Fuerzas Armadas, que pretenden camuflar estos hechos bajo el pretexto de la “única acción en la lucha contra el terror”. 

Así, “Depósito…” dice las cosas por su nombre, narra los hechos sin desconocer la insanía de los terroristas que nos llenaron de muertos, pero también pone en pantalla a aquellos agentes del Estado que violentaron el más básico de los derechos: El de la vida. Y también el de la dignidad humana, esa que es pisoteada en aquellos que atraviesan los barrotes que le son abiertos para perder su libertad. 

Una dignidad, que no solo es golpeada en tiempos de tiranía (como el título del libro) sino que también en democracia sigue siendo pisoteada, con miles de personas presas a la espera de un proceso judicial que no llega, viviendo tugurizados, expuestos a enfermedades, sometidos a la injusticia de una condena pese a la inocencia demostrada y que continúa aún en libertad, con normas que los limitan, que les impiden un adecuado proceso de retorno a la sociedad. 

Hay una deuda pendiente del Estado con el sistema carcelario, para mejorar las condiciones de quienes ven pausada su libertad. 

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