Apuntes para un nuevo tiempo

Por: 

Marc Saxer

Tras cuatro décadas de escepticismo neoliberal frente al Estado, está surgiendo algo que se había olvidado durante años: los Estados, con solo desearlo, todavía tienen una enorme capacidad de acción. Que la crisis del coronavirus no termine beneficiando a los nacionalistas de derecha, requerirá una lucha política e ideológica profunda por parte de la izquierda.


Nadie sabe cuánto durará la pandemia, cuántas personas se enfermarán ni cuántas vidas se cobrará el coronavirus. Pero lo que ya hoy se está viendo son las consecuencias económicas y políticas de la coronacrisis. Las medidas para contener la pandemia interrumpen la vida pública en todo el mundo. La producción se detuvo primero en China y lo hace ahora en cada vez más países. Se han cortado las cadenas de suministro mundiales. No se necesita mucha imaginación para ver una ola de bancarrotas en muchas industrias que ya funcionan en situación crítica.

En los últimos días, las compras por pánico han dominado los informes. Sin embargo, los consumidores, presos de la incertidumbre, retrasan las compras grandes. A los cuellos de botella en el suministro se suma la caída del consumo. Es probable que estos trastornos provoquen que las economías europeas, que ya estaban debilitadas, entren en recesión.
Incluso antes de que el impacto total de la pandemia pueda sentirse en los países en desarrollo, los efectos económicos ya son devastadores. Las políticas locales de cierre han dejado a millones de trabajadores de Pakistán, la India, Bangladesh, Indonesia y Tailandia sin otra opción que regresar a sus aldeas y países de origen para sobrevivir, y al hacerlo aumentan el riesgo de propagación del virus hasta los rincones más remotos y pobres. Al mismo tiempo, el colapso de la demanda de los consumidores ha hecho que las marcas mundiales cancelen sus pedidos, lo que ha afectado a los principales productores textiles como Bangladesh o la India. Las restricciones locales de movimiento y la suspensión de redes portuarias y logísticas claves en China provocan un efecto dominó a través de las cadenas de suministro mundiales. Privados de sus suministros, los fabricantes de Malasia o Corea del Sur tienen que detener la producción y despedir a los trabajadores. El comercio fronterizo, por ejemplo entre Myanmar y China, resulta golpeado. El colapso del turismo golpea a Tailandia, Filipinas e Indonesia.

La repentina caída de la demanda china sacudió los mercados de materias primas y perjudicó a los exportadores de aceite de palma, como Malasia e Indonesia. Los exportadores de productos básicos como Mongolia, que dependen en gran medida del mercado chino, ya sienten el dolor de la crisis. Después de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no llegara a un acuerdo con Rusia para reducir la producción y estabilizar los precios, Arabia Saudita cambió su estrategia e inunda los mercados con petróleo barato. Como resultado, el precio del petróleo se desplomó a mínimos históricos. En el corto plazo, esto puede traer alivio a la industria y a los consumidores. Sin embargo, las guerras de precios del petróleo, la preocupación por la recesión y las calamidades en los mercados financieros están causando la caída de las bolsas. Solo la decidida intervención de los principales bancos centrales ha sido capaz de impedir hasta ahora un infarto financiero.

La respuesta económica

Algunos países, especialmente Alemania, lanzaron rápidamente amplios paquetes de medidas para amortiguar la inminente crisis económica. Estados Unidos está planeando también inyectar momentáneamente liquidez en la economía. Economías emergentes como Tailandia, la India o Indonesia ya han establecido paquetes de estímulo. Pero incluso ellas se encuentran en una posición fiscal que las habilita a instalar el tipo de paraguas de seguridad que los países más ricos pueden permitirse para proteger a sus pequeñas y medianas empresas, a los trabajadores autónomos y a los trabajadores. Que estas y otras posibles medidas inmediatas sean suficientes para detener la recesión económica dependerá de qué tan profundamente afecte la crisis al sistema. En epidemias pasadas, la economía por lo general regresó rápido a un camino de crecimiento tras una breve y profunda caída. Que esto también suceda en la coronacrisis también dependerá de la duración de la pandemia.

Sin embargo, las ondas de choque que ahora atraviesan los golpeados sistemas financieros y las preocupaciones a largo plazo generan mayor inquietud. Muchas industrias y hogares estadounidenses están endeudados en exceso. En China, el sistema financiero informal, las empresas inmobiliarias y estatales y las provincias están acumulando pesadas deudas. Los bancos europeos aún no se han recuperado de la crisis financiera. El colapso económico en Italia podría avivar nuevamente la crisis del euro. El temor al colapso de estas casas de naipes se evidencia en la fuga de los inversores hacia bonos estatales seguros. La coronacrisis podría poner en marcha una reacción en cadena que terminaría en una crisis financiera mundial.

Sin embargo, a diferencia de la crisis financiera de 2008, los bancos centrales no están listos esta vez para sacar las castañas del fuego. Hasta el momento, las tasas de interés se están moviendo dentro de mínimos históricos en todas las principales economías. Es por ello que la Reserva Federal estadounidense comenzó a proporcionar liquidez directamente a los mercados mediante repos. La nueva directora del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, tuvo algunos tropiezos en las reacciones iniciales a la crisis europea, con lo que provocó especulaciones sobre la cohesión de la eurozona. Sin embargo, mediante una intervención coordinada, todos los principales bancos centrales han mostrado determinación para enfrentar el pánico en los mercados. La pregunta crucial, sin embargo, es si se podrá realmente superar la coronacrisis mediante instrumentos de política monetaria. Esto depende esencialmente de la naturaleza de la crisis.

Las democracias tienen que cumplir

Porque la crisis no se limita de ninguna manera al ámbito de la economía. La capacidad de los Estados para proteger las vidas de sus propios ciudadanos, ya sea solos o concertados, también se pone a prueba, no menos que la legitimidad básica del Leviatán.

En los regímenes autoritarios de Eurasia, está en juego la legitimidad de los hombres fuertes, cuyo poder se sustenta en la promesa central: «Yo los protejo». El presidente chino, Xi Jinping, lo ha entendido y está tomando medidas drásticas contra la propagación del virus cualquiera sea el costo. Sin embargo, sus colegas de Tailandia y las Filipinas han tomado a la ligera el control de la peste y ahora están siendo atacados por sus propios partidarios. Sin embargo, los poderes invocados por la declaración del estado de emergencia también pueden utilizarse para suprimir la disidencia pública. ¿Y quién dice que las medidas draconianas introducidas hoy serán retiradas cuando la crisis haya terminado?

La cuestión de si, a los ojos de sus votantes, Donald Trump cumple su promesa central de proteger a Estados Unidos de las amenazas externas es probable que tenga un impacto decisivo en el resultado de las elecciones. A pesar de la pésima gestión de la pandemia, el presidente vio un aumento de su índice de aprobación que solo está mermando lentamente. En tiempos de crisis, la gente tiende a reunirse en torno del líder.

La coronacrisis puede limar el encanto de los populistas que están en el gobierno, pero juega a favor de sus hermanos espirituales de la oposición. Ante los ojos de muchos ciudadanos, los países democráticos perdieron el control en las crisis de 2008 y 2015. Muchos se preguntan con preocupación si sus países, debilitados tras décadas de políticas de austeridad, y en particular los sistemas de salud ahogados en términos de presupuesto, podrán hacer frente a crisis importantes. En muchos países, el humor social se está volviendo contra la libre circulación de dinero, bienes y personas.

Muchos italianos temen hace tiempo que estarán entre los perdedores de la globalización y el euro. Ahora se suman las medidas de emergencia, el shock económico y una nueva crisis de refugiados. No solo el lombardo Matteo Salvini, líder populista de derecha, sabe cómo usar los ingredientes «fronteras abiertas, extranjeros peligrosos, elites corruptas y Estado indefenso» para preparar un brebaje tóxico. Por lo tanto, las democracias liberales de Europa occidental están a prueba. En la lucha contra la derecha, los demócratas deben demostrar ahora que pueden proteger la vida de toda la ciudadanía.

Pero ¿hasta qué punto pueden restringirse las libertades individuales? ¿Cuánto debería durar el estado de excepción? ¿Tolerarían las sociedades occidentales medidas drásticas como las que se han tomado en China? ¿Deberían estas, como en el Este asiático, dar prioridad al conjunto social sobre el individuo? ¿Cómo puede reducirse la tasa de propagación de la pandemia si los ciudadanos no adhieren a las recomendaciones sobre «distanciamiento social»? ¿Y qué significa realmente solidaridad con los demás cuando lo único que podemos hacer es aislarnos?

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Publicado en: Nuso.org

 

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