“Sobrecalentando” el déficit en infraestructura nacional
En las últimas semanas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) realizó una corrección al alza de la tasa de crecimiento proyectada para este año del país que pasa de 5.8% a 6.3%.
De la mano con esta corrección, la misma entidad publicó un informe llamando al retiro cauteloso de las medidas de estímulo económico aplicadas en el país. Paralelamente, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) ha propuesto una desaceleración del gasto público en aras del cumplimiento de las metas fiscales para este año (déficit fiscal de 1.6% del PBI) y evitar riesgos inflacionarios en la economía. Pasamos a revisar estos puntos.
Esta discusión pasa por dar respuesta a la siguiente interrogante: el Perú ¿viene o no experimentando un “sobrecalentamiento” económico? Al respecto, hay que tener en claro lo qué significa que una economía este “sobrecalentada”. Para muchos especialistas, una economía sobrecalentada implica que ésta se encuentra operando por encima de su tasa de crecimiento económico potencial. Lo que significa que la capacidad productiva de un país (uso pleno de sus factores productivos) no se da abasto para una creciente demanda agregada –principalmente un creciente consumo e inversión- lo cual se traduce en presiones inflacionarias. Revisemos el caso peruano.
La economía nacional se caracteriza por una insuficiencia estructural de demanda efectiva (Jiménez). Esto quiere decir que el impulso del crecimiento económico del país está supeditado a los impulsos externos, mientras que el mercado interno queda en un segundo plano. Al respecto, basta con revisar el bajo nivel de los sueldos y salarios en el país y la reticencia a una mayor inversión nacional privada efecto del alto déficit en infraestructura pública. Respecto a este punto, veamos algunas cifras.
De acuerdo al último índice de calidad de infraestructura elaborado por el Foro Económico Mundial, el Perú se ubica en el puesto 102 de 133 economías, estamos al fondo de la tabla. Además, en conformidad con un último estudio del Instituto Peruano de Economía (IPE) la brecha de infraestructura de servicios públicos en el Perú asciende a US$ 37,760 millones monto que equivale a 30% del Producto Bruto Interno (PBI) de 2008. Todo un forado en infraestructura pública nacional. Con respecto a este punto, resulta paradójico que sean las mismas personas quiénes reclaman una mayor infraestructura en el país, quiénes al mismo tiempo impulsen la contracción del gasto público en este rubro.
Es evidente que con esta situación en la infraestructura, resulta poco serio el hablar de presiones inflacionarios por el lado de la demanda en el país. Recordemos que en el año 2006 crecimos a una tasa de 7.6% por encima de la tasa de crecimiento potencial¹ y la inflación fue sólo de 1.1%. Mientras que en 2008, si bien hubo un hipo inflacionario debe quedar en claro que sustancialmente fue una inflación sistémica en el precio de los alimentos que fue importada al país y no efecto de presiones inflacionarias por el lado de la demanda.
Es indudable que la política económica en un país debe mantener una dirección contracíclica (el gasto público debe actuar en dirección contraria al ciclo económico) con la finalidad de aminorar los efectos de los ciclos económicos. Sin embargo, también es cierto que es imperativo reducir el elevado nivel de déficit en infraestructura del país, por ello la inversión pública focalizada en proyectos de infraestructura requiere de un carácter acíclico (permanente e independiente del ciclo económico). Más aún cuando estos proyectos tienen impacto directo en el bienestar de la población. En ese sentido, un estudio² de Escobal y Ponce (2002) obtiene evidencia empírica³ que muestra que la rehabilitación de caminos carrozables permite un incremento de 35% de los ingresos medios de los individuos beneficiarios. Es decir, la inversión pública no solo reduce déficit de infraestructura física, sino que aumenta el poder adquisitivo de los individuos lo cual se traduce en mayor bienestar económico. Además, en el caso especifico de la inversión pública ¿qué presiones inflacionarias podría generar, si ésta solo representa alrededor del 5% del PBI?
Finalmente, no es posible que nuestras autoridades económicas sigan asintiendo acríticamente recomendaciones emitidas por el FMI. Si bien dichas recomendaciones son importantes para la elaboración de diagnóstico y políticas económicas, no podemos volver a caer en el “facilismo” de importar recetas sin darnos el trabajo de pensar por nosotros mismos. Es hora de escribir nuestra propia historia, tomar nuestras propias decisiones y asumir nuestras propias responsabilidades. En ese sentido, la propuesta de impregnarle un carácter acíclico y una perspectiva de mediano y largo plazo al gasto en inversión pública resulta vital dado el forado en infraestructura pública que adolece el país. Tema que amerita ser incorporado en la agenda política de propuestas con miras al 2011.
¹En base a la brecha del producto calculada por el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).
² El estudio se centra en el gasto per cápita del hogar (nivel) y el ingreso per cápita del hogar (nivel y composición).
³ Los autores utilizan la lógica contra-factual en base a la técnica del propensity score matching.
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