¿Qué oposición?
Ante el aislamiento del gobierno y su rápida pérdida de popularidad en las encuestas el momento político busca ser capturado por los sectores más duros de oposición al régimen desde la derecha, concretamente por el sector denominado la “derecha bruta y achorada” (DBA), esto es el APRA, el fujimorismo y sus medios amigos. En ambos casos la agenda es muy precisa, para el APRA se trata de negociar la disolución de la Megacomisión que investiga al gobierno anterior y en especial a su líder Alan García en el escándalo de los “narcoindultos” y para el fujimorismo volver a la carga con el tema de la libertad, vía indulto o arresto domiciliario, de Alberto Fujimori.
No interesa, como no han interesado antes, los problemas de fondo del país, como son la crisis fiscal y la reforma política. A lo sumo, tanto Alan García como Keiko Fujimori, recomiendan las políticas de sus respectivos gobiernos, bueno Alan del suyo y Keiko el de su papá, en otras palabras más de lo mismo que hoy continúa Ollanta Humala. El esfuerzo se centra en presentar a Humala como una mala copia de lo que ellos ya hicieron en el pasado, por lo tanto hay que presionarlo para que cambie su personal y se termine de someter, punto por punto a los poderes fácticos, de los que Alan y Keiko serían mejores representantes. A esto es lo que le llaman recobrar la confianza en el gobierno.
Frente a ello el gobierno aparece atado de manos. Débilmente el Presidente Humala rechaza el pedido de la DBA por la cabeza del Premier Jiménez y recurre a la carta del Acuerdo Nacional para que procese los consensos. Después dice que recibirá a los partidos políticos, pero todo indica que se quedará, al igual que hace unos meses, en aquellos que comparten el consenso neoliberal. Así, todo parece seguir en familia, con la misma agenda de principios de año: “quítate tú para ponerme yo” pero nada más.
Sorprende la ceguera frente a una crisis cuyos síntomas se manifiestan con más claridad día a día y frente a la cual se insiste en volcar sus efectos sobre los hombros de los trabajadores, flexibilizar los controles sociales y ambientales de la inversión y darle todas las facilidades a los privados en desmedro de la inversión pública en sectores claves como educación salud e infraestructura.
Este momento debe servir además como reflexión sobre lo que la persistencia en un modelo primario exportador ha impedido que el país desarrolle y que hoy ya es hora de que empecemos a hacer. Nos referimos a la urgencia de un uso nacional del gas de Camisea, proyecto abandonado por este gobierno, en especial de un polo petroquímico en el sur que optimice las ganancias para el país de este recurso. También a la necesidad de desarrollar cadenas productivas con valor agregado en sectores claves como la agricultura y la pesca, que carecen de políticas sectoriales como lo hemos visto en la última crisis del café. Asimismo, en la protección adecuada de sectores como el textil que corren el riesgo de ser arrasados por los productos chinos y hoy amenazan con una huelga en Gamarra.
Sorprende más todavía la negligencia frente a la reforma política, a poco más de un mes de la repartija que fue frustrada por la ciudadanía. Seguimos sin proyectos concretos que renueven la representación política y menos de iniciativas en torno a la elección frustrada de los altos cargos que se pretendieron repartir. Si algo se escucha es de proyectos para limitar aún más el acceso al poder, como el malhadado proyecto que pretende elevar a un millón de firmas el requisito para inscribir a un nuevo partido. ¿Qué esperan? ¿Otra explosión ciudadana para acabar con la indolencia congresal?
Es indispensable otra oposición política. Una que levante lo que ya se sabe pero no se hace. Un programa de verdadera reactivación económica y una reforma política. Una oposición que no empieza ni termina en el Congreso de la República y que por ello no le puede apestar sino tiene que ponerse a la cabeza de la movilización popular que empieza a recorrer nuevamente el país. En este sentido, la movilización que prepara la CGTP y el Comando Nacional Unitario de Lucha para fines de setiembre es muy importante porque ella deberá centralizar las luchas en curso y darle un cauce a la protesta. Sin embargo, no es suficiente. La lucha popular necesita de una presencia en el escenario político para romper este concierto monocorde de intercambio de prebendas y privilegios a los que nos quieren acostumbrar. El Frente Amplio de Izquierda es un avance en este sentido pero debe empezar a moverse con más agilidad, de la misma forma que otros actores políticos regionales y nacionales que toman conciencia frente a la crisis de que la actual representación no sirve y hay necesidad de una alternativa.
Solo una oposición distinta y no una hecha a la medida del modelo neoliberal va a cambiar el escenario político y darnos alguna esperanza de cara a los procesos electorales del 2014 y el 2016.
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