Trump y el fin del consenso neoliberal: retorno del Estado-nación, hegemonía y crisis del orden global

Por: 

Humberto Campodónico

Publicado en la revista “Perú Hoy”, de DESCO, que se presenta hoy 14 de agosto. ENTRAR A VER AQUÍ

Este artículo analiza la enorme crisis del orden económico y comercial global establecido tras la II Mundial, y cómo esta se ha acelerado con el retorno de Donald Trump a la presidencia de EEUU. Trump ha asumido una posición abiertamente hostil frente al neoliberalismo de libre mercado y al proceso de globalización que ha caracterizado al sistema internacional desde los años 80. Lejos de representar un simple retroceso proteccionista, Trump propone un modelo alternativo centrado en el fortalecimiento del Estado-nación, la coerción comercial y el uso instrumental del poder económico para reconfigurar el orden mundial en función de intereses puramente nacionales: mantener la hegemonía global en el siglo XXI, aislando a China.

El artículo se centra en las dos medidas clave que ilustran este viraje: los llamados «aranceles recíprocos», que rompen unilateralmente con la Organización Mundial del Comercio (OMC), y la promulgación de la «gran y hermosa ley» (Big Beautiful Bill, BBB), que consolida el poder de una élite económica, concentra los instrumentos del poder político y comunicacional en manos privadas, y reduce fuertemente el gasto social, sobre todo en medicinas. Estas acciones expresan un rechazo explícito a los principios que sustentaban la globalización neoliberal: la libre movilidad del capital, la desregulación estatal, la apertura comercial y el liderazgo multilateral.

Se sostiene que Trump canaliza políticamente los efectos dislocadores de la globalización neoliberal, especialmente la desindustrialización y el empobrecimiento del «cinturón industrial» estadounidense, sin ofrecer una alternativa redistributiva. Trump acusa que este proceso ha beneficiado a las grandes corporaciones y empresas –que incluso han invertido en China–, y a los países emergentes, especialmente el gigante asiático, mientras ha empobrecido a la clase media estadounidense y ha destruido su base manufacturera. Es así que, en lugar de corregir las inequidades estructurales del modelo global, propone un repliegue autoritario basado en altos aranceles, presión bilateral sobre socios comerciales y un discurso de soberanía económica que busca «traer de vuelta» empleos e inversiones. Su visión rompe con la noción del «capital sin patria» y plantea que la hegemonía debe fundarse en la producción nacional, incluso si ello implica sacrificar eficiencia o integración global.

La guerra comercial: los «aranceles recíprocos» de Trump

Los aranceles (los impuestos que pagan los productos importados de terceros países) bajaron a niveles del 3% a 4% en los países industrializados en los últimos 40 años. Estas rebajas vinieron de la mano con el enfoque liberal del siglo XIX que afirma que el libre comercio –con aranceles bajos– lleva al crecimiento de los países que comercian. Desde mediados del siglo pasado, la OMC tiene a su cargo promover esta liberalización y resolver las disputas comerciales de sus miembros.

Dice la OMC que debe haber una solución pacífica y multilateral, que no se deben tomar medidas unilaterales y que se deben respetar las normas aprobadas. Una de las más importantes es «la nación más favorecida»: un país no puede cobrar un arancel a unos países por un producto y un arancel distinto a otros países por el mismo producto. A todos los debe tratar por igual. Trump manda el tacho esta norma. 

Dicho esto, existe una cláusula en el Acuerdo de Marrakech de 1995 (carta fundacional de la OMC) que permite tomar medidas comerciales unilaterales «por razones de seguridad nacional». El  2 de abril Trump invocó la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional de 1977 (ley que otorga al presidente poderes especiales para responder a emergencias nacionales), para justificar las alzas unilaterales. 

Para Trump, los países aplican aranceles muy altos a las exportaciones de EEUU, por lo que este estaría en el derecho de aumentarlos por «reciprocidad». Pero la realidad es que no existe ninguna “reciprocidad”: las enormes alzas de sus tasas no tienen criterio económico pues son fijadas arbitrariamente (todo depende de la voluntad y del humor de Trump, como el caso del arancel de 50% a Brasil para defender a Bolsonaro). Las medidas mencionan 22 veces los términos «seguridad nacional» y «económica», mientras el término «emergencia» aparece 10 veces.

El Artículo 22.2 (“Seguridad Esencial”) del TLC Perú-EEUU del 2009 dice

“Ninguna disposición de este Acuerdo se interpretará en el sentido de: (b) impedir que una Parte aplique medidas que considere necesarias para cumplir con sus obligaciones respecto al mantenimiento o la restauración de la paz o la seguridad internacional, o para proteger sus intereses esenciales en materia de seguridad” .Ver: tinyurl.com/4dmud9rx

O sea que EEUU puede invocar ese artículo, aunque no sabemos si formalmente lo ha hecho. El gobierno peruano está en silencio. No sabe, no opina. 

Trump aplica enormes alzas de aranceles a todos sus socios comerciales, los que van desde el 120% a China (suspendido por el momento) hasta más de 50% a la Unión Europea y 10% a una gran cantidad de países, entre ellos el Perú (violando así el TLC Perú-EEUU). De esa manera, utilizando el poder de compra de su mercado interno (al cual todos quieren acceder pues es cuestión de vida o muerte para muchas empresas), Trump pone contra la pared a sus «socios» comerciales: o renegocian con EEUU o se quedan fuera. Esto aumenta la presión a sus gobiernos para que acepten sus imposiciones. Prima ahora la ley de la selva: el poder del más fuerte.

El fondo del asunto: en EEUU se pensaba que si se permitía a China ingresar a la OMC esto iba a propiciar no solo la libertad económica, sino que daría lugar también a las libertades políticas que socavarían al Partido Comunista Chino. Esto dijo en el 2000 Bill Clinton, presidente de EEUU: 

El cambio que este acceso a la OMC puede generar –con las exportaciones– es extraordinario. Pero se podría argumentar que no será nada comparado con los cambios que este acuerdo generará dentro de China. (…). Acepta importar uno de los valores más preciados de la democracia: la libertad económica. Cuanto más liberalice su economía, más liberará el potencial de su gente: su iniciativa, su imaginación, su extraordinario espíritu emprendedor. Y cuando las personas tengan el poder, no solo de soñar, sino de hacer realidad sus sueños, exigirán una mayor participación (Clinton´s China: Trade is the smart thing, New York Times, 9 de marzo del 2000. Ver en: tinyurl.com/36zvxuu6

Pero también se afirma que EEUU propulsó el ingreso de China a la OMC para contarrestar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia en su país: 

EEUU ha estado en el origen de los principales impulsos de la mundialización contemporánea y ha sido el principal arquitecto y beneficiario del régimen institucional mundial, cuyos pilares son el FMI y la OMC. Pero al combatir la tendencia a la baja de la tasa de ganancia en su casa mediante deslocalizaciones masivas hacia China, EEUU ayudó a emerger a un poderoso rival. Diez años después del comienzo de la crisis, se perfila la guerra comercial, característica de los años 1930, con los EEUU de Donald Trump dispuesto a lanzarla. Ver Chesnais François, Febrero 2017. https://www.contretemps.eu/chesnais-limites-capitalisme/

Así, la libertad económica haría que en China haya una especie de implosión, como sucedió con la URSS que no pudo soportar la carrera armamentista a la que la obligaba el gran aumento del gasto militar de EEUU. Pero la implosión no se dio. China siguió creciendo hasta llegar a ser la segunda economía del mundo y disputarle la hegemonía a EEUU Y lo ha hecho con su modelo de «economía mixta»: 50% de empresas estatales y 50% de empresas privadas. 

¿Las libertades económicas iban a impulsar cambios políticos? Eso no sucedió: se mantiene el partido único. Por tanto, como con China falló la estrategia del “libre mercado”, entonces para que EEUU no pierda la hegemonía, había que que cambiar de chip. El combate lo lideraría ahora el Estado-nación con todos los poderes que le venga en gana utilizar. Y el líder de esas políticas será… Donald Trump.

Esto nos revela una especie de «sin sentido»: ¿cómo así el país capitalista más grande del mundo no se ha beneficiado ni del neoliberalismo de libre mercado ni, tampoco, de la globalización? Trump golpea en la línea de flotación al neoliberalismo.

El mundo es plano y el capital no tiene patria 

El planteamiento de Trump es un rechazo frontal a dos pilares del orden económico de las últimas décadas: el neoliberalismo  impulsado por Margaret Thatcher (1979) y Ronald Reagan (1980), y el proceso de globalización acelerado por las innovaciones tecnológicas desde los años 80. Trump sostiene que ambos perjudicaron los intereses de EEUU, aunque beneficiaron a ciertas corporaciones.

El entusiasmo del neoliberalismo duró poco tiempo. No hubo el «fin de la historia» que anunciara Francis Fukuyama en 1990 después de la caída de la URSS. La primera gran clarinada fueron las enormes movilizaciones antiglobalización en 1999 en Seattle, EEUU. Luego, el 2008, 28 años después de Thatcher y Reagan, llegó la Gran Recesión, crisis financiera que tiró al traste el dogma de que los mercados financieros globales –así como los mercados nacionales– se «autorregulan», como postula el dogma neoliberal.

Comenzó a quedar claro que la conveniencia de las empresas no es necesariamente la de los trabajadores. Como los capitales «no tienen patria», prefirieron invertir allí donde su rentabilidad sea más grande. Si esta es mayor en terceros países (donde se pagan salarios más bajos) no tienen ningún problema en hacerlo. 

La deslocalización de la producción provocó desempleo y pobreza en el «cinturón industrial» de EEUU (Michigan, Wisconsin y Pennsylvania). Los políticos le dijeron a la población que no se preocupe, que otros empleos vendrían (no olvidemos que, al mismo tiempo, las grandes empresas que deslocalizaron su producción tuvieron grandes beneficios). Pero esos empleos no llegaron: los jóvenes se fueron, aumentó el desempleo,  el alcoholismo, la drogadicción, los suicidios y los «pueblos fantasma». 

Comenzó así a generarse una antipatía general de la población contra el neoliberalismo. Pero los Gobiernos siguieron reafirmando la necesidad de la globalización neoliberal, incluso aquellos liderados por gobiernos considerados «progresistas» (Tony Blair en Reino Unido, François Hollande en Francia y Barack Obama en EEUU). En los países de la UE se produjeron fenómenos parecidos, a los cuales se agregan las políticas de Bruselas, sede del Ejecutivo de la UE, para acoger a millones de migrantes de África y Oriente Medio.

El multilateralismo primigenio

De 1948 a 1952, EEUU impulsó el Plan Marshall de USD 13,000 millones (equivalentes a USD 140,000 millones del 2024) para apoyar la reconstrucción y recuperación económica de Europa. Para administrarlo se formó la Organización para la Cooperación Económica Europea (OECE), que luego daría lugar a la OCDE, donde inicialmente participó EEUU con 16 países europeos. Su lema fue: «Cualquiera que sea el clima, solo juntos alcanzaremos el bienestar». El plan no tenía un contenido filantrópico. Si EE.UU. no otorgaba esa ayuda, los países europeos no hubieran podido importar maquinaria desde EEUU. Así, el Plan Marshall también ayudó a los industriales norteamericanos. Fue la época de oro del multilateralismo. 

Robin Hood al revés: Big Beautiful Bill (BBB) es severo, es cruel, es brutal 

Esta «gran y hermosa ley», promulgada el 4 de julio de este año por Trump, es una pieza central pues convierte en permanentes las rebajas de impuestos que promulgó en su primer mandato, amplía créditos y deducciones fiscales a las empresas, y crea exoneraciones fiscales para que las propinas y horas extras no paguen impuestos. También aumenta el gasto militar y el presupuesto para el muro fronterizo. 

Para compensar la reducción de ingresos, la BBB impone importantes recortes al Medicaid y al Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), lo que dejará a millones de ciudadanos y ciudadanas vulnerables, sin cobertura médica ni asistencia alimentaria. Además, elimina gradualmente los créditos fiscales para energías renovables (solar y eólica) aprobados por Joe Biden.

La BBB deteriora la posición fiscal de EEUU. Por ello, Moody´s le rebajó la calificación: del grado «AAA», vigente desde 1919, a «Aa1». Añade Moody´s que el déficit presupuestal anual será el 9% del Producto Bruto Interno (PBI) en el 2035. Y prevé que la deuda federal se elevará desde el 98% actual hasta el 134% del PBI el 2035. Ver en: tinyurl.com/3e7pyv7t

Se afirma que la BBB es un «Robin Hood al revés», pues le roba a la gente pobre para darle a las personas ricas. Chuck Marr, vicepresidente del Center for Budget and Policy Priorities, dice: 

Se va a recortar la atención médica y la ayuda alimentaria. Además, las personas de bajos ingresos también se verán afectadas por los altos aranceles ya que gastan un mayor porcentaje de sus ingresos en bienes de consumo. La BBB es un cambio radical. Le están quitando a la gente pobre y a la clase trabajadora para canalizarlo hacia la gente de ingresos muy altos. Es punitivo. Es severo. Es cruel, brutal (Steven Greenhouse, The Guardian, 03 de julio 2025. Ver en: tinyurl.com/3sdtrs5f

La lucha por la hegemonía en el siglo XXI

EEUU y China son las economías más grandes del mundo y la distancia entre el PBI de ambas se ha acortado. El 2024, el PBI de EEUU fue USD 29.2 billones y el de China de USD 18.3 billones. Entre las dos tienen el 43% del PBI mundial de USD 110 billones (trillones en inglés). Mucho más atrás vienen Japón, Alemania y la India, con 4.2, 3.8 y 3.4 billones, respectivamente. Así pues, solo dos compiten por el primer puesto.

Allí se instala la «trampa de Tucídides», retomada en el 2016 por Graham Allison: el temor de Esparta por el ascenso de Atenas era una disputa entre una potencia emergente y una ya establecida. Dice Allison que, de 16 rivalidades analizadas en la historia, 12 terminaron en guerra, entre ellas Esparta contra Atenas (¿Se encaminan Estados Unidos y China hacia una guerra? The Atlantic, 24 de setiembre del 2015. Ver en: tinyurl.com/2sxm8xm4

Esto provoca que los países muevan sus fichas políticas, económicas y tecnológicas, como por ejemplo la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. También está la disputa por el control de los recursos naturales (incluyendo las «tierras raras» del futuro), en medio de la gran crisis del cambio climático. Recordemos que las coordenadas geográficas estratégicas en el ámbito de la geopolítica ya han provocado guerras.

Pero la «trampa de Tucídides» deja de lado los problemas internos que aquejan a los países, tema que ha sido analizado por el economista Alberto Graña, tomando como eje los textos de Carla Norrlöf acerca del historiador árabe Ibn Khaldun en el siglo XIV («Four US-China traps: Thucydides, Kindleberger, Kennedy and Ibn Khaldun», Ver en: tinyurl.com/33fzn6hm

Dice Ibn Khaldun que las civilizaciones colapsan cuando sus élites privilegian sus intereses particulares (incluida la corrupción) sobre el bien común de sus países. A partir de allí pierden asabiyyah (cohesión social o identidad nacional), lo que lleva al colapso de su hegemonía. Así, la asabiyyah se debilita por corrupción, polarización y lujuria por el poder.

Al aplicar este análisis a EEUU, se aprecia:

  • Polarización extrema y erosión de la asabiyyah (crisis del 6 de enero del 2021, política migratoria, universidades). 
  • Élites corruptas y desconectadas (clientelismo político con amigas y amigos empresarios y familiares, corrupción financiera) 
  • Declive institucional (deslegitimación de agencias clave como el Buró Federal de Investigaciones (FBI), la prensa independiente, sistema judicial), lo que socava la gobernanza imparcial. 

El análisis de la hegemonía debiera incorporar los dos enfoques, el de Tucídides y el de Ibn Khaldūn, pues son complementarios.

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