Sucesión Papal, ¿Continuidad o regresión conservadora?

Por: 

Sergio Rodríguez Gelfenstein

Ante el deterioro de su salud, el Papa Francisco preparó su sucesión buscando consolidar sus reformas. Esto provocó una intensa pugna en el Vaticano entre sectores reformistas y conservadores, especialmente los cardenales estadounidenses aliados al conservadurismo global. Aunque Francisco nombró 140 cardenales, no todos respaldan su línea. Para asegurar su legado, colocó aliados clave y disolvió organizaciones conservadoras como el Sodalicio. Entre los posibles sucesores hay figuras reformistas como Zuppi, Turkson y Tagle, y conservadoras como Dolan y Burke. La elección de 2025 será crucial, con Asia y Oceanía como decisivos, y un fuerte trasfondo político y geopolítico.

Aunque sea duro decirlo, el Papa Francisco se estaba preparando desde hace mucho tiempo para su fallecimiento. No lo tomó por sorpresa. Su salud se venía quebrantando paulatinamente y a pesar de su gran esfuerzo, constancia y perseverancia, se tuvo que rendir a lo inevitable. En los últimos meses se propuso hacer algunas transformaciones que no quería dejar truncas. En el contexto, en el Vaticano daba inicio una brutal “guerra” por la sucesión. Como dice, Jaime Escobar Martínez, director de la revista chilena “Reflexión y Liberación” tal vez el más destacado vaticanólogo latinoamericano, “Cuando un Papa está muy enfermo, ingresamos en territorio desconocido e incierto”.

Autorizado por Escobar y tras una conversación sostenida con él hace dos meses, tomamos los elementos principales de su análisis sobre la sucesión papal. Afirma que la enfermedad de Francisco y su debilitamiento físico, aceleraron desde hace meses los debates internos del Vaticano en torno a su sucesión. Así, se comenzó a vivir un tiempo de Pre Cónclave, de lo cual no había porque sorprenderse toda vez que es una tradición centenaria que cuando se deteriora la salud del Pontífice, se comienzan a realizar movimientos cardenalicios para buscar un sucesor ideal para la Iglesia.

En este año 2025, el mundo está enfrentado una difícil coyuntura política, económica y social, además de guerras y el auge de un conservadurismo que parecía superados a inicios del siglo XXI. En esta turbulenta coyuntura global fue normal escuchar en variados círculos vaticanos que no pocos cardenales habían iniciado consultas internas para examinar nombres disponibles para nominar un nuevo Papa durante el próximo cónclave.

Los procesos internos en la Curia romana son lentos y poco visibles. Cada acción, normas o iniciativas de conducción y poder son estudiadas sin apuro. Para el Colegio Cardenalicio se trataba de no llegar desprevenido o desinformado para las votaciones. Todos los electores coincidían en que había llegado el tiempo de discutir acerca de nuevas líneas pastorales, diplomáticas y de acción de la Iglesia Católica para estos complejos nuevos tiempos.

Desde ya, se debe advertir que el sector más conservador de la Iglesia y los que se han opuesto a muchas de las iniciativas y directrices de Francisco, encabezados por los cardenales de Estados Unidos, hoy envalentonados por la avalancha conservadora encarnada por Trump, se afirmarán para sus falsos propósitos “aperturistas” en el próximo cónclave, señalando que el Vaticano II, (vigésimo primer concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado en 1959, iniciado en 1962 y concluido en 1965 y que tenía por objeto principal establecer la relación que debía tener la Iglesia y el mundo moderno) en su Constitución sobre la Iglesia (Nº 22) señala que “el Papa es el sujeto de suprema y plena potestad en la Iglesia”, pero agrega a reglón seguido que también “tiene esa potestad, junto con el Papa, el episcopado mundial”… Toda esta estrategia de cálculo y poder ya en curso se estableció para asegurar votos que eviten la continuidad de Francisco con un Papa restaurador elegido con los votos decisivos de los cardenales de África y Latinoamérica, quitándole definitivamente el poder omnímodo que tenía Roma y los cardenales italianos en el control del papado.

Los vaticanólogos expertos consideran que no existe preponderancia de alguna de las corrientes internas (conservadores, reformistas y progresistas) para imponerse porque ninguna tiene el respaldo suficiente para asegurar la mayoría de dos tercios necesarios para elegir holgadamente a un nuevo Pontífice en el próximo Cónclave, aun considerando que Francisco nombró un total de 140 cardenales.  Hasta ahí los elementos fundamentales del análisis de Jaime Escobar.

Para lograr una correlación de fuerzas favorable, Francisco nombró a su fiel amigo el díscolo cardenal argentino, Prefecto para el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel “Tucho” Fernández quien realizó un arduo trabajo ad hoc, bastante desconocido fuera de los muros del Vaticano. Asimismo, Francisco le encargó al obispo estadounidense Robert Francis Prevost la tarea de designar la mayor cantidad de obispos. El hoy Cardenal Prevost quien siempre mostró absoluta lealtad hacia Francisco fue retirado por éste del obispado de Chiclayo en Perú para llevarlo a Roma y nombrarlo Prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, es decir es quien recibe las propuestas para obispos y hace recomendaciones al Papa.

En ambientes vaticanos ya suenan nombres de probables Papas: Pietro Parolin, actual Secretario de Estado de la Santa Sede;  Matteo Maria Zuppi, arzobispo de Bolonia y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana; Timothy Michael Dolan, Cardenal Arzobispo de Nueva York; Mario Grech, Cardenal de Malta; Peter Turkson, natural de Ghana, Canciller de las Pontificias Academias de las Ciencias quien sería el primer Papa africano; Luis Antonio Tagle, nacido en Filipinas, ex arzobispo de Manila pro prefecto para la Evangelización quien en caso de ser elegido sería el primer Papa asiático; Pierbattista Pizzaballa, Orden de Frailes Menores, Patriarca Latino de Jerusalén, Giorgio Marengo, Misionero del Instituto de Misiones Consolata (IMC). 

Otros nombres que han comenzado a “sonar” son los del húngaro Peter Erdö, conservador, Willem Eijk de los Países Bajos, conservador, el español Juan José Omella, progresista y el mexicano Carlos Aguiar Retes también progresista, aunque difícilmente sea nombrado otro papa latinoamericano por lo menos en este cónclave.

Hay que decir que Pietro Parolin, a pesar de haber sido designado como segundo del Vaticano por Francisco, no es un cardenal “francisquista”, responde a la curia italiana, En una decisión propia de su habilidad para el manejo de las contradicciones y las diferencias, Francisco lo trajo al Vaticano desde Caracas para neutralizar a esa poderosa instancia.

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