Respuesta a Ollanta Humala
EDITORIAL
Hace unos días, el expresidente Ollanta Humala publicó una carta, a modo de columna de opinión, en el diario El Comercio, medio que no ha limitado el uso de sus páginas a personajes tan disímiles como el exmandatario o el hijo del hoy liberado exdictador Alberto Fujimori.
Contenidos editoriales aparte, llama la atención los pretextos que pone Humala Tasso para hacer frente a su -ya lo hemos dicho- abusiva detención preventiva, tanto de él como de su esposa Nadine Heredia. Llama la atención, porque coloca en primera fila a su familia y al daño que -obviamente- se ha generado contra ella, al dejar a sus hijos (aún menores de edad) sin la protección de ambos padres incluidos en un proceso judicial que como el mismo Humala señala, se encuentra trunco desde hace 8 meses.
Humala asegura que “Después de 30 años, soy el primer Presidente de la República que al término de su mandato se quedó a vivir en el Perú junto a toda su familia. Sin embargo, en esta venganza y odio no se han metido solo conmigo, sino que en la práctica han descabezado a mi familia. Esto no es justo, es una vergüenza.”
Empecemos por algunos puntos precisos respecto a estas premisas. Que se haya quedado en el país, luego de culminar su gobierno, no lo hace un ser distinto a otros exmandatarios que si optaron por refugiarse fuera del país (García, Fujimori, Toledo) para evadir la justicia. Quedarse a afrontar todo tipo de acusaciones es, por decir lo menos, lo justo necesario en una persona que ha tenido la máxima investidura nacional.
Quedarse en el país no lo hace un ser excepcional, simplemente responde a una reacción básica, ética y responsable mínimamente esperada en una persona que, a la luz de lo ocurrido no hubiese dudado -posiblemente- en salir del país, tal como lo hizo su esposa, amparándose en una nada clara designación como funcionaria de Naciones Unidas.
Argumenta Humala que existe una estela de “venganza y odio” en las decisiones judiciales tomadas en su contra. Es cierto, que en el Poder Judicial existen funcionarios allegados a “enemigos políticos” de lo que fue Humala como un supuesto personaje de la izquierda peruana, es cierto que su presencia en el poder (cuando era el Humala del “polo rojo”) representaba un peligro para los grandes empresarios que hoy confiesan haber hecho una “bolsa” de dólares para intentar frenar su triunfo.
Pero así como es cierto ese aire de ninguneo que le dio la Confiep, es cierto que fue esa misma pléyade de empresarios la que no dudó en respaldar la “mano dura” de Humala frente a las protestas sociales, a la elección del oro frente al agua en Conga, a la criminalización de las marchas que generaron muertos y heridos en nombre de la “estabilidad democrática”, así que mucho odio y venganza no es que hayan estado presente desde que se rompió el acuerdo de “La Gran Transformación”, es decir desde el divorcio de Humala con sus electores para ser uno más de los presidentes que respondía a los designios de quienes manejan el país con sus billeteras.
Finalmente asegura el hoy preso expresidente que en esta “venganza” se han llevado de encuentro a su familia, la cual está separada y por la cual sufre cada día de esta abusiva prisión preventiva (que, repetimos, o es para todos -incluidos Keiko, Alan, Villarán- o no es para nadie).
Uno mira hacia atrás y no puede evitar recordar al Humala que en el 2010 y parte del 2011 prometía ser el cambio que necesitaba el país, de “La Gran Transformación” a “La Hoja de Ruta” mantenía esa posibilidad de la renovación social y económica que no pudieron dar Toledo y García tras la caída de Fujimori.
Decenas de organizaciones, miles de personas, se reunían con él en la campaña, los reconocía como sus “hermanos”, sus “compatriotas” y sin embargo, por el deseo del poder rompió con la gran familia peruana, tranzó con intereses oscuros y se olvidó de todo el cambio. Si recibió o no dinero de Odebrecht es algo que debe aclararse, si la verdad nos dice que sí lo recibió entonces nos confirmaría que no solo traicionó al país desde Palacio, sino que traicionó también a quienes vieron en el Nacionalismo la opción del cambio y por eso lo apoyaron y se fajaron por él en la campaña y en la primera parte del gobierno “nacionalista”.
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