Redes sociales, política y voto joven en el Perú: el nuevo territorio de la disputa electoral

Por: 

Alejandra Dinegro M.

En el Perú contemporáneo, la relación entre política y juventud se estructura cada vez menos en torno a los canales tradicionales de intermediación —partidos, medios de comunicación o espacios formales de deliberación— y se desplaza de manera acelerada hacia las plataformas digitales. Redes sociales como TikTok, Instagram y YouTube no solo cumplen una función informativa, sino que se han convertido en espacios centrales de socialización política, formación de opinión y construcción de sentido para amplios sectores del electorado joven.

Este desplazamiento no es anecdótico. El informe de investigación “Influencers en América Latina: creación de contenidos, dilemas éticos y desafíos sociales”, publicado por la UNESCO(1) este año, evidencia que para las generaciones jóvenes las plataformas digitales han superado a los medios tradicionales como principal fuente de información en temas políticos y de interés público. 

El estudio se desarrolló en seis países de la región —Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú— y ofrece un marco comparado clave para comprender estas transformaciones en contextos democráticos marcados por la desconfianza institucional.

En el caso peruano, esta tendencia se ve reforzada por una crisis persistente de representación política y una brecha creciente entre las agendas juveniles y el sistema político formal. Frente a ello, los creadores de contenido político han logrado posicionarse como intermediarios relevantes, utilizando lenguajes accesibles, formatos breves y narrativas emocionalmente resonantes para explicar, cuestionar o reinterpretar la coyuntura nacional.

A diferencia de los formatos periodísticos clásicos, el contenido político que circula en redes sociales se caracteriza por su capacidad de adaptación a los códigos culturales juveniles. En plataformas como TikTok, la política se expresa a través del humor, la ironía o la denuncia, privilegiando la identificación emocional por sobre la exposición programática. Más que una banalización, se trata de una reconfiguración de los modos de comunicación política y de las formas en que se construye interés y pertenencia.

El estudio de la UNESCO identifica, además, que en países como Perú los creadores de contenido político -participantes del estudio- suelen desarrollar esta actividad de manera profesionalizada y, en muchos casos, como ocupación principal, construyendo audiencias significativas al margen de los partidos y liderazgos tradicionales 

Este fenómeno introduce nuevos actores en la disputa por el sentido político y redefine quiénes influyen en la formación de opinión del electorado joven.

Sin embargo, esta influencia se produce dentro de un entorno condicionado por algoritmos opacos que priorizan la viralidad, la interacción y la polarización. En consecuencia, el consumo político juvenil tiende a organizarse en burbujas informativas que refuerzan emociones y posiciones previas, limitando la exposición a perspectivas diversas y complejizando los procesos deliberativos.

A ello se suma la precariedad estructural del trabajo digital. Tal como documenta el informe, en Perú la monetización directa a través de plataformas es insuficiente, lo que obliga a muchos creadores a complementar ingresos mediante talleres, asesorías o servicios profesionales. Esta lógica de economía de la visibilidad incentiva una competencia constante por atención, donde el contenido más confrontacional suele ser el más rentable en términos algorítmicos.

Por otro lado, el debate político en redes tampoco está exento de riesgos. La investigación advierte que la violencia digital —especialmente contra mujeres y minorías— es una experiencia recurrente en los seis países analizados. En el contexto peruano, esto tiene un efecto directo sobre la pluralidad del espacio público digital, desincentivando la participación de determinadas voces y empobreciendo el debate político juvenil.

Estas plataformas han ampliado el acceso a la discusión política, han visibilizado temas ausentes en la agenda tradicional y han permitido que sectores jóvenes se acerquen a la política desde sus propias experiencias. El desafío está en fortalecer capacidades críticas: alfabetización mediática, criterios de verificación y responsabilidad ética en la producción y circulación de contenidos.

De cara a los próximos procesos electorales, el escenario es claro. El voto joven en el Perú ya no se disputa principalmente en mítines o franjas electorales, sino en feeds personalizados y pantallas móviles. Comprender esta transformación —y asumirla como parte estructural de la democracia contemporánea— es una condición indispensable para cualquier proyecto político que aspire a representar a una generación que, aunque distante de la política tradicional, sigue profundamente involucrada en el futuro del país.
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[1] Link del estudio: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000396106.locale=es