Proyecto de presupuesto de 2021 con PBI inflado

Por: 

Alejandro Narváez Liceras[1]

No es posible encarar 2021, en medio de la mayor crisis de los últimos 100 años, con unos presupuestos cuyos supuestos son falaces. Los efectos de la crisis son devastadores. Ni siquiera somos capaces de calcular con exactitud las cifras del impacto de esta crisis. Se ha destinado el 20% del Producto Bruto Interno (PBI) para contener los efectos del virus y somos uno de los peores del mundo. No es un problema de peruanos, es un problema de organización y dirección de quienes están al frente del país.

La pandemia nos está mostrando nuestra pobre realidad. El país necesita un presupuesto de reconstrucción y creíble. Sin credibilidad no hay confianza, y sin confianza no hay posibilidad alguna de salir adelante y que todos podamos arrimar el hombro. Nos creeremos o intentaran hacernos creer que no hay otra opción que el proyecto de presupuesto presentado al congreso por la Ministra de Economía con desbordante optimismo. La disyuntiva es seguir igual que antes (o quizás peor) o ser capaces de idear un país diferente y para todos.

La última semana de agosto, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), publicó el “Marco Macroeconómico Multianual (MMM)” de la economía peruana para el periodo 2021 - 2024. Este es el documento base para la elaboración del presupuesto público, el nivel de endeudamiento del país y el equilibrio financiero del Año Fiscal 2021. Según este documento, el PBI de nuestra economía sería de 10% el 2021 (2020: -12%). Entre otros, los motores de este rebote económico serían: una inversión privada entorno al 22%% del PBI para el 2021 (2020: -34.2%) y la inversión pública daría un salto de -15.5% de este año a 21.7% el próximo periodo. Asimismo, proyectan para el periodo 2021 – 2024 un auge económico de 5.9%.

En los últimos cinco años (2015 – 2019) el promedio del PBI peruano, ha sido de 3.2% en condiciones de cierta normalidad (véase INEI). ¿Cómo puede ser posible que en plena resaca mundial del coronavirus nuestra economía pudiera tener mejor performance que antes de la crisis? ¿Es posible que el sector privado invierta agresivamente en un año electoral? La pandemia no está controlada, ni mucho menos. Las vacunas están en su tercera fase de investigación y estarían disponibles recién el segundo semestre del 2021.

El escenario actual

Veamos objetivamente los factores que harían improbable alcanzar los objetivos de crecimiento proyectados por el MEF. En el frente externo de acuerdo con la Organización Mundial del Comercio (OMC), asistimos a un escenario de mayor crisis del comercio internacional. El proceso de desglobalización, el nacionalismo económico al alza y las barreras comerciales son frenos del ritmo de crecimiento del intercambio comercial y del flujo de capitales. La desconexión o la bronca entre EE UU y China que se inició en 2018 ha cogido velocidad.

Ahora es cuando más se verá afectado el comercio global porque todos los países van a intentar ser más autosuficientes. No es casual que Estados Unidos haya dejado la puerta abierta para abandonar la OMC como ya lo hizo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los precios de las materias primas (metales) han venido cayendo desde antes del 2018 (véase Bloomberg), sin embargo, el BCR y el MEF pronostican una recuperación de 3.8% en el 2021.

Varios autores coinciden en señalar que los grandes shocks económicos tienden a acelerar tendencias que ya están en marcha, más que a impulsar nuevos y grandes cambios estructurales. En este caso, la pandemia ha añadido capas de complejidad al comercio mundial en medio de crecientes tensiones geopolíticas y reajustes en un mundo bipolar. Como señala Boston Consulting Group (BCG) “la pandemia puede acabar redibujando el mapa del comercio mundial”.

En el ámbito local,  estos son algunos nubarrones: i) elecciones generales en abril próximo; ii) aumento de los conflictos sociales (según Defensoría del Pueblo, en agosto se registraron 190 conflictos); iii) hay 7,310,000 familias en condición de deudores financieros de los bancos  que se han declarado insolventes  o están al borde hacerlo, iv) entre abril y junio se han perdido 6 millones de empleos (cifras del INEI), v) de 2,766,000 empresas en el país (cifras del INEI), sólo el 17% de ellas, han accedido al  programa Reactiva Perú  (BCR, 28 de setiembre), etc.

En este escenario es improbable que nuestra alicaída economía crezca a tasas de bonanza como vaticina el MEF. Alonso Segura, quien fue Ministro de Economía en el gobierno de Humala, es categorice cuando dice: “no hay un solo número en el MMM que sea creíble y responsable, ni de crecimiento, ni de ingresos, ni de gastos, ni de deuda, ni de activos” (Gestión 23/9/20). Un presupuesto elaborado con clamorosos errores conlleva a tomar decisiones equivocadas, y produce desconfianzas e incertidumbre. Por otro lado, un PBI sobredimensionado tiene serias implicaciones, pero sobre todo da la apariencia de mayores ingresos al Tesoro Público para financiar el presupuesto fiscal, con lo cual habría menos déficit fiscal y menos necesidad de endeudarse.

Cifras del presupuesto proyectado

El PBI proyectado en valores absolutos asciende a 772,000 millones de soles y sobre este supuesto estiman un presupuesto inicial de apertura (PIA) de 183,000 millones para el 2021 (23.7% del PBI). Cabe señalar que en este presupuesto se prevé un incremento de 3.2%, menor al de los últimos 3 años.  Si nos fijamos en su contenido (por genérica de gastos), saltan a la vista el aumento del Servicio de la Deuda (mejor dicho, el pago de la deuda pública) en 12.7%, los Gastos Corrientes (remuneraciones) en 4.3% y baja Gastos de Capital (inversiones) en -2.3%. Es decir, la ministra prioriza el pago a los prestamistas, antes de ayudar a millones de peruanos sin trabajo y sin ingresos. Con las cifras que contiene el proyecto de presupuesto es improbable alcanzar la meta del 10% del PBI el año que viene. Lo más grave sería que el congreso dé luz verde a un documento que tiene errores de primaria.

El déficit fiscal (ingresos menos gastos) proyectado en el presupuesto para el 2021 es 6.2% del PBI (2020: 10.7%). De acuerdo a las “mágicas” proyecciones del MEF, el 2026 habría equilibrio financiero, es decir, tendríamos un exiguo déficit de 1% del PBI. En teoría, es fácil llegar a un presupuesto sin déficit (incluso tener superávit). Puede ser recortando gastos corrientes, no haciendo inversiones en gastos de capital (inversiones en activos fijos o infraestructura básica) o aumentando la recaudación. Pero, esa no es la cuestión. ¿Por qué los países desarrollados tienen altos niveles de déficit fiscal teniendo elevada presión tributaria? Una respuesta sería: invierten en educación, investigación, salud, infraestructura y en el bienestar de su gente. Quiero decir, que no es necesariamente malo tener altas tasas de déficit y deuda pública.

En el Perú, hay muchos márgenes de maniobra para financiar el déficit público,  por ejemplo: i) aumentar la presión tributaria (Perú: 14.4%, promedio de ALC de 23.2%, OCDE: 34.2%), ii) medidas de austeridad para la burocracia del sector público, iii) cobrar los 11,000 millones de soles de deuda tributaria a grandes empresas deudoras, iv) repatriar el dinero negro que hay en los paraísos fiscales que equivale al 7.5% del PBI, v) eliminar los beneficios tributarios a las empresas mineras, vi) combatir la corrupción que representa cerca del 3.5% del presupuesto anual, vii)  impuesto a la riqueza, etc. Con estas medidas habría menos déficit fiscal y menos necesidad de acudir a prestamistas. Sólo hace falta voluntad política y un Estado eficiente.

Cuando un Estado incurre en déficit público (gasta más de lo que recibe), lo más común es que se financie ese déficit mediante deuda pública o deuda soberana. En efecto, la deuda pública proyectada por el MEF para el 2021 asciende a 38% del PBI (2020: 35.4%). El destino de esos fondos sería, principalmente, para atender el servicio de la deuda pública y financiar gastos corrientes de los tres niveles de gobierno. En América Latina y el Caribe (ALC) la deuda pública proyectada para el año que viene es de 79.7% de su PBI. Ni que decir, de los países desarrollados, donde la deuda pública estimada para el próximo ejercicio es en promedio 132.3% (2020: 131.3%) (Véase FMI, Ficht Ratings, entre otros). ¿Es anormal que la deuda pública esté por encima del PBI en algunos países? ¿Es necesariamente malo endeudarse? ¿Cuál es el nivel óptimo del endeudamiento en el Perú? ¿En qué teoría se basan quienes sostienen el límite legal del 30% del PBI para la deuda pública? Respuestas habrá para todos los gustos y también “más papistas (o dogmáticos) que el papa”. No olvidemos, que la economía no es ciencia exacta, es también, sentido común. Lo que importa finalmente es: ¿Cómo maximizamos la riqueza del país para todos los peruanos y no sólo para unos cuantos codiciosos?

¿Qué hacer?

Estamos en guerra, como dije en un artículo anterior mío. No se trata de una guerra convencional. Es una guerra contra un enemigo invisible y desconocido (aun no derrotado). Esta guerra, además de víctimas (oficialmente más de 32,400 mil muertos), nos está causando una profunda crisis económica y social. Necesitamos algo parecido al Plan Marshall (programa de reconstrucción de Europa después de la II Guerra Mundial) o quizás como al New Deal (nuevo trato) que puso en marcha de F. Roosevelt para salir de la gran depresión de 1929. Decía A. Einstein: “Si buscas resultados distintos no siempre hagas lo mismo”.

La política monetaria expansiva del BCR está agotada.  Si en algo puede ayudar a recalentar nuestra congelada economía, es que no sólo debe bajar la tasa de interés de referencia a cero (quizás hasta negativo), sino que, debería mantenerse en cero durante algunos años, como recomienda el propio Ben Bernanke, a los jefes de los bancos centrales del mundo. En los años venideros, las tasas de interés cero, serán la norma, no la excepción.  Ello quiere decir, que la política monetaria desaparece como instrumento de gestión de los ciclos económicos.

En los años 90, el consenso entre los economistas estaba claro: la política monetaria se ocupaba de la gestión de los ciclos de la economía, la política fiscal tenía como único objetivo reducir a toda costa el déficit fiscal y la deuda pública. Ahora, estamos en un escenario completamente distinto del que se estudiaba en los viejos y desfasados manuales de economía y que sirvieron de base para diseñar políticas económicas neoliberales desde la época de Ronald Reagan (1981 -1989) y Margaret Thatcher (1979 -1990).

El riesgo hoy y en los próximos años, no es que suba el precio del dinero (tasa de interés), ni mucho menos. El verdadero riesgo es que la economía global no se recupere durante algunos años. Por tanto, es la era de una política fiscal activa que combine el estímulo de la demanda y del crecimiento potencial, la reducción de la desigualdad social y la disciplina fiscal a medio plazo como mínimo. Con las tasas de interés cero y por debajo de las cifras de crecimiento del PBI, el objetivo de la política fiscal ya no debe ser reducir el déficit fiscal y la deuda pública a toda costa, sino contribuir a la gestión del ciclo económico, mejor aún, ayudar a recalentar la economía. Gregory Mankiw, profesor de Harvard al referirse a la crisis actual, dijo: “hoy no es el momento para preocuparse de la deuda pública”.

A la deuda pública hay que tenerle respeto, pero no miedo. Se trata de afrontar la crisis con la convicción de que resulta más útil actuar con los instrumentos económicos disponibles, incluso a riesgo de equivocarse. Ello no significa despilfarrar recursos, ni abandonar las reformas de modernizaciones necesarias. La obsesión de los burócratas desfasados del MEF y del Consejo Fiscal con el equilibrio financiero a toda costa, es ignorar que el modelo de más mercado y menos Estado no va más.  ¿Los “sólidos fundamentos macroeconómicos” han servido de algo? Estamos en la cola en todo. Peor no podíamos estar: número de muertos, recesión económica, pobreza, desempleo, desigualdad, hambrientos, etc. No lo ven. El coronavirus no ha hecho más que poner en vitrina internacional nuestras miserias más profundas.

Finalmente, es imperativa una respuesta de país coordinada y de gran magnitud. Se trata de actuar rápido y sin vacilaciones. Esto exige cinco líneas de actuación: 1) salvar vidas sigue siendo la prioridad, 2) proteger a los pobres de los embates de la crisis, 3) salvar el empleo y a las empresas de la quiebra que les amenaza, 4) proteger a los deudores financieros (familias) ante el acecho de los bancos, y v) rehacer el proyecto de presupuesto de 2021. Este importante instrumento de gestión pública debe ser realista, creíble, flexible y retador, donde la inversión pública será la clave para reactivar la economía. El congreso tiene la palabra.

Publicado el 3/10/20. Este artículo también puede leerse en www.alejandronarvaez.com

[1] Es profesor Principal de Finanzas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

 

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