Mas allá del PBI: medir el bienestar de la gente

Por: 

Alejandro Narváez Liceras (*)

Hace exactamente 55 años (18 de marzo de 1968), Robert Kennedy, en plena campaña electoral, lanzó una mordaz crítica a la idea falsa de usar el Producto Bruto Interno (PBI), como indicador de desarrollo de un país. Dijo: “El PBI lo mide todo, excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida”. También es verdad que murió asesinado pocas semanas después de haber pronunciado aquel discurso visionario. Esto lo dijo un candidato que pudo ser presidente de los Estados Unidos.

El PBI es el indicador económico más mediático usado por la prensa, los políticos, la tecnocracia económica, etc. Pero ¿qué es exactamente el PBI? “Es el valor monetario de todos los bienes y servicios finales producidos por un país en un período de tiempo, usualmente, un año”. Se podría pensar que cuanto mayor es el PBI de un país es más desarrollado y tiene mayor bienestar. No, el PBI no es un indicador que mide el desarrollo de un país, ni el bienestar de su gente.  

Desde que fue creado en 1934 por Simon Kuznets, Premio Nobel de economía 1971, el PBI se ha convertido en el indicador más usado para medir la riqueza de los países y el crecimiento económico de los mismos. Pero, como veremos luego, no es un medidor válido para evaluar el bienestar social de los ciudadanos, lo que dio lugar a una creciente crítica por el pensamiento económico alternativo. 

Uno de los severos críticos es Joseph Stiglitz, Premio Nobel de economía 2001. Cuestiona su validez por sus limitaciones como indicador del progreso económico y social de un país. No revela la distribución de la renta y la riqueza, tampoco refleja el nivel de vida de los ciudadanos. Otro crítico es Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015. Opiniones parecidas a las anteriores fueron vertidas por los Premios Nobel Amartya Sen (1998), Eugene Fama (2013) y Jean Tirole (2014).

Sus limitaciones

Como dijimos antes, el PBI es útil para medir la riqueza creada en un país, pero por sí mismo y de forma aislada no es bueno para conocer el bienestar de sus habitantes. Con el ánimo de aportar al debate de un tema tan importante como el que nos ocupa, me gustaría señalar sus principales críticas o limitaciones:

• No mide la economía informal. Muchas actividades no son declaradas con el propósito de evadir impuestos, la que genera el llamado “dinero negro”. En Perú, según las cifras oficiales del INEI, durante 2021, la economía informal representó el 17.7% del PBI. 

• No mide la distribución de la renta creada en un país. Para salvar este defecto, hay quienes usan la renta per cápita, a sabiendas de que es un dato inútil. Lo cierto es, que unos cuantos ganan mucho, muchos ganan muy poco y otros nada de nada. 

• No tiene en cuenta los efectos de los precios. El monto del PBI puede aumentar gracias a la inflación, lo que no implica mayor bienestar de la gente. En 2016 el PBI peruano fue de 659,803 millones de soles y en el 2022 llegó a 937,719 millones, es decir, en 7 años hubo un aumento de 29.64% ¿Este aumento significó que sus habitantes estén mejor que antes?

• No mide las externalidades tanto negativas como positivas que produce la economía de mercado en el medioambiente. Tampoco toma en cuenta el trabajo doméstico, el nivel de desarrollo de un país, ni la calidad de su sistema educativo o de su sanidad, etc.

Propuestas para medir el bienestar

Para medir el bienestar social, se han propuesto una serie de alternativas que tomen en cuenta las dimensiones humanas, sociales, culturales y medioambientales, y que a su vez permitan evaluar la distribución de la renta y la riqueza, así como el progreso y bienestar de la gente. Uno de los más antiguos es el índice de progreso real, (IPR) creado en 1950. Luego vino el Índice de Bienestar Económico Sostenible (IBES) de Herman Daly y John Cobb en 1989 que tampoco tuvo éxito.

El Índice de Desarrollo Humano (IDH), presentado en 1990 por Amartya Sen y patrocinado por el PNUD, también fue objeto de críticas, por su simplicidad de cálculo y por no incorporar variables como: las condiciones laborales, los efectos de la contaminación del medio ambiente, la distribución de la renta y la riqueza, entre otras. Para remediar estos vacíos, se recomendó el IDH ajustado a la desigualdad, añadiendo el coeficiente GINI (mide la desigualdad en los ingresos). Sin embargo, el PNUD no tomó en cuenta esta recomendación. 

Una de las más recientes es el Índice de capital Humano (ICH) del BM (2018), orientado a medir el éxito o fracaso de políticas públicas de un gobierno. Por su parte, la OCDE desde hace 12 años viene trabajado en lo que denominan el Índice para una Vida Mejor, que se basa en establecer como parámetro fundamental el bienestar de las personas en términos de ingresos disponibles, de acceso a la educación, la salud, las infraestructuras, el trabajo digno, la esperanza de vida, entre otras variables como la distribución de la renta y el impacto de la actividad económica en el medio ambiente. Es la propuesta más completa conocida hasta ahora.

Apuntes finales

La retórica del crecimiento sacraliza el PBI como el parámetro económico de referencia.  Entre el 2001 – 2019 (antes de la pandemia), el crecimiento del PBI peruano oficialmente estuvo en promedio próximo a 5%, a pesar de la crisis del 2008 y por encima del promedio de los países vecinos, pero siendo al mismo tiempo uno de los países donde más crece la desigualdad, pobreza y   hambre. 

Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía 2002, dijo: “la teoría económica dominante está muy marcada por el sesgo de resultados”. De ser así, la pregunta es, ¿qué tipo de resultados medimos? Si lo que nos importa es crecer, mediremos unas cosas. En cambio, sí nos preocupa el bienestar de las personas, otros serán los resultados a medir.

La medición del bienestar de la gente, cobra cada día más relevancia, ya que permite tener una visión más clara del impacto de las políticas públicas. No estamos en contra se seguir mirando con lupa las cifras del PBI. Sin embargo, para que una sociedad sea económica y socialmente cohesionada, el crecimiento debe reflejarse en calidad de vida y bienestar, tanto individual como colectivo. 

Este artículo, también puede leerse en: www.alejandronarvaez.com
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(*) Es profesor Principal de Economía Financiera en la UNMSM.