El microclima derechista limeño
Nicolás Lynch
A contrapelo de lo que señalan los analistas de derecha, de la liberal y de la achorada, el fenómeno de los últimos días no es la elección de Maduro, no. El fenómeno relevante es la necedad del oligopolio mediático de hacernos creer que todo lo que dicta el dogmatismo neoliberal es verdad y el resto propaganda. En otras palabras, se quejan cuando les conviene y si no hacen mutis por el foro. Felizmente pasan los días, se desinfla la campaña concertada y la verdad se continúa abriendo paso.
Se va a proceder a la auditoría del 100% de la votación, más allá del 54% ya realizado que hace automáticamente el sistema. Auditoría no recuento, por la vía del muestreo, que es lo que procede en un sistema de votación electrónica como el venezolano. Capriles, así, retrocede de su demanda inicial de un recuento, que invalidaba de inmediato el escrutinio ya realizado y transa en la auditoría. Los países y las organizaciones más importantes de la región, Unasur y la OEA, reconocen a Maduro como ganador, apoyan la auditoría y llaman al diálogo. Por último, la derecha venezolana retrocede de sus planes iniciales de asalto –ya con varios muertos de por medio- y se allana por el momento a la vía legal.
¿Qué está al fondo de la cuestión? Una vez más el intento de la derecha venezolana y regional, con el apoyo indesmayable del gobierno de los Estados Unidos, como lo ha denunciado el propio Lula hace pocos días, por revertir el proceso de cambios que ocurre en Venezuela desde el año 1998. Pero no solo eso, el griterío apunta más allá, a revertir también el giro progresista que atraviesa América Latina en la última década y media. No olvidemos que ha habido cinco intentos de golpe de Estado desde el año 2002 con este propósito, en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Honduras y Paraguay. Entre ellos, tres fracasados por la movilización de masas en respaldo y dos exitosos en Honduras y Paraguay. La fase uno del asalto, les ha fallado en Venezuela, ahora pasan a la fase dos del desgaste.
Toca por ello a los demócratas de todos los sectores tender puentes, en Venezuela y América Latina, para bajar la polarización existente y respetando los resultados electorales, llegar a consensos que permitan la viabilidad de la democracia venezolana, del propio proceso de cambios y de la continua integración regional que debe ser el horizonte mayor para cada uno de nuestros países porque es nuestra ventana de integración al mundo.
Es una lástima que nuestras derechas insistan en la táctica del asalto contra la democracia venezolana, cegadas por su voluntad de terminar con el proceso de cambios en Venezuela y golpear de esta manera el proceso mayor por el que marchan la mayoría de los países de la región. Lo hacen porque se sienten real o potencialmente amenazadas en el Perú, no por otra razón persiguen a los líderes de izquierda y denuncian cualquier posición progresista como inaceptable.
Además, se trata de un microclima local, ni siquiera peruano, sino tan solo limeño. Si uno revisa la prensa de otros países la actitud es distinta, los medios –de izquierda y derecha- se distinguen por el pluralismo y la tolerancia, no por la condena sin pruebas como en el Perú. Incluso países con derechas importantes como Colombia y Chile tienen una opinión mediática que se cuida de deslegitimar otros procesos democráticos, sino que más bien llaman al acuerdo y el consenso.
No nos engañemos entonces, no les interesan las libertades sino el modelo económico neoliberal que beneficia a unas pocas empresas transnacionales a las que defienden y perjudica a la mayoría. Aprendamos de esta crisis para poner el debate democrático en sus justos términos, como una democracia que en nuestro continente pugna por ser social y no solo liberal.
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