La Cancillería y el triunfo de la ultraderecha

Por: 

Alberto Adrianzén M.

Hoy la Cancillería ya es una institución controlada por la ultraderecha peruana e internacional. Su última nota de prensa titulada: "Sobre la solicitud de salvoconducto para Betssy Chávez y partida de embajador cubano" es todo lo contrario a lo que debe ser un comportamiento diplomático entre países, más allá de los desacuerdos o diferencias políticas y/o ideológicas, que puedan existir. La nota de prensa, al referirse a Betssy Chávez, no hace mención a que ha sido parlamentaria y primera ministra del gobierno de Pedro Castillo. Para la cancillería, Betssy Chávez es una “señora” y no una política. Pero peor es el trato que se le da al embajador de Cuba, cuyo nombre y apellido no aparecen en el encabezado de la nota de prensa, y se incluye como agregado unas palabras que se prestan a confusión: “y partida del embajador cubano”.

Al final del comunicado se vuelve a tocar brevemente el tema del embajador, sin embargo, lo que se dice en lugar de aclarar las razones de su partida, confunde aún más. La confusa declaración oficial parece más bien dirigida a justificar la campaña macartista y anticubana que ejercieron tanto la ultraderecha como algunos medios de comunicación casi desde su llegada al país, alegando una supuesta injerencia en la política nacional. 

De otro lado, resulta extraño que en un mismo comunicado de la Cancillería peruana se traten dos temas totalmente distintos y que nada tienen que ver el uno con el otro. Ello pone en evidencia la intención política de mezclar y legitimar, al mismo tiempo, la respuesta a la solicitud de asilo de Betssy Chávez con la atención a un antiguo pedido de la ultraderecha de que el embajador de Cuba deje nuestro país. Es claro que esa manera de tratar ambos temas ha tenido por objeto confundir al lector con información que no es cierta.  Un buen ejemplo de ello es el titular del diario Expreso días atrás: “Embajador cubano Carlos Zamora es expulsado del Perú entre sospechas de injerencia política y ser agente desestabilizador”, sin presentar pruebas de ninguna de las dos afirmaciones. 

Gente bien informada ha señalado que la reunión entre el vicecanciller y el embajador cubano no tuvo por fin "dialogar con él respecto a las actividades desarrolladas durante su gestión en Perú” ni menos informar que “a partir de lo tratado en esa reunión, se comunica que el embajador Zamora terminó sus funciones en el Perú y dejó el país en forma definitiva” sino que esa fue una visita protocolar ya que había concluido su misión diplomática en nuestro país. El comunicado ha querido dar la impresión que el embajador cubano había sido expulsado y que estaba obligado a dejar el Perú “en forma definitiva”, dicho con otras palabras, no volver nunca más a nuestro país. Cuando se sabe de buena fuente que Cuba hace más de un mes ya tiene nombrado al nuevo embajador para Perú y que el embajador Zamora había tenido varias despedidas en las semanas previas.

Y en cuanto al interés de la Cancillería por reforzar con su comunicado la sospecha de injerencia política del embajador cubano, más allá de la negativa que él mismo expresa en su carta de despedida al dejar el Perú, podríamos preguntarnos si no es también injerencia la que ejercen otras delegaciones diplomáticas que tratan de intervenir en las decisiones soberanas de nuestro país (ejemplo: las presiones contra la presencia China en el puerto de Chancay).

Este enredo diplomático, cuya responsabilidad recae directamente en la Cancillería, se ha trasladado a los medios de comunicación. Mientras el diario La República informa que el “Embajador de Cuba se retiró del Perú tras concluir su misión diplomática y no por invitación del gobierno” (09/11/25). El Comercio, siguiendo su postura anticubana, titula: “El despido del embajador cubano: Salida de El Gallo Zamora se dio luego de informes de inteligencia” (10/11/25).

Sería positivo que sea la propia Cancillería quien aclare este enredo porque ha sido ella misma quien lo ha generado.  Sin embargo, es muy poco probable que ello ocurra. No sería de extrañar más bien que este hecho apresure el tránsito de Torre Tagle a las filas de la ultraderecha, más aún si el canciller es parte de ellas.  Es decir, que el país opte por una diplomacia al estilo ecuatoriano que asalta las embajadas de otros países para no conceder el asilo a sus opositores; o al estilo argentino que camina a convertirse en una semicolonia gobernada por los EEUU. Me temo que la negativa del gobierno a permitir el asilo de Betssy Chávez (política que no es precisamente santa de mi devoción) sea el anuncio del fin de la diplomacia y del derecho internacional en nuestro país, como viene sucediendo en muchos lugares del mundo.