La trampa argentina
Santiago Mariani (*)
Hache almuerza con su padre Martín en un restaurante de Madrid, un guionista argentino que vive desde hace tiempo en España e intenta convencer a su hijo de las posibilidades que podría tener en el campo de la música si se instalara allí por un tiempo. Hache le pregunta si extraña, si no tiene ganas de volver. “Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso es un verso…lo único que yo te digo es que cuando uno tiene la chance de irse de la Argentina la tiene que aprovechar, es un país donde no se puede ni se debe vivir…”. El hijo no comparte el pesimismo de su padre y retruca: “…todo puede cambiar, no creo que estemos peor que otros países”. Martín insiste: “la Argentina es otra cosa, no es un país, es una trampa…la trampa es que te hacen creer que puede cambiar”.
Este diálogo tiene lugar en una de las escenas de la extraordinaria película Martín H, dirigida por Adolfo Aristarain. Aunque el largometraje es del año 1997 el asunto que discuten padre e hijo pareciera ser ya una marca indeleble en el alma argentina, una constante de nuestra historia circular. Son los fantasmas que nunca se alejan, que resisten el paso del tiempo y cuando entramos en un nuevo ciclo de ilusión regresan para recordarnos que nuestra normalidad es propiamente el desencanto.
Desde que el presidente Milei lanzara en la red social X un anzuelo envenado para promover una inversión “segura” y que a las pocas horas terminaba en una de las más rápidas estafas de la historia del capitalismo, muchos argentinos deben andar sintiendo que volvemos a nuestro modo trampa, que tanta moralina libertaria era en realidad la brevedad de esa espuma que vuelve a irse con el mar.
Un presidente que se considera candidato al premio nobel de economía había logrado ilusionar a millones de votantes que vieron en su diatriba febril la posible superación de nuestros dilemas. El rugido del león desenfrenado lanzaba su pócima sobre la tierra prometida del desarrollo, materia que intentó vendernos como su especialidad a ritmo de insultos e improperios. Desde allí busca una palanca de apoyo para ejercer su vena autoritaria sin matices ni preguntas.
Las fuerzas del cielo parecen recalcular su apoyo divino al calor de entrevistas manipuladas para tapar la estafa y la evidente falta de empatía con miles de damnificados que en un rato pasaron, según las propias palabras del presidente, de invertir su dinero en una estupenda inversión para el desarrollo de la Argentina a apostar en un casino a riesgo de cada uno.
¿Comienza a crujir la autoridad presidencial con tanta contradicción, con la palabra devaluada en el altar de los negocios y una insistencia reiterada de una venta de fabulosos retornos? El hecho ya se perfila como un patrón en un presidente que mientras ejercía la representación ciudadana en la honorable Cámara de Diputados auspiciaba con entusiasmo emprendimientos similares con “Vulcano” y “CoinX” que terminaron en estafas. No había tampoco en aquellos lances desprendimiento alguno ni fervor patriótico por nuestro desarrollo ya que, según admitiera en una entrevista, no arriesgaba de la suya en la aventura a pesar del fabuloso retorno que con tanto entusiasmo vendía. Solo cobraba sus merecidos honorarios ¿Habrá cobrado también en esta ocasión?
Hay otra carambola con este asunto que desnuda tanta consigna libertaria y diatriba contra el Estado ¿No será que buscan habilitar un entramado desregulado y sin controles para hacer estas maniobras y evitar con posterioridad que alguna instancia pida explicaciones y señale responsabilidades? Es la negación y captura del Estado para dar rienda suelta a la acumulación de suma cero, antes que un medio para proveer bienes públicos de calidad y asegurar equilibrios sociales.
El mundo vuelve a mirar a la Argentina con desconfianza, ¿y acaso también con lástima?, ante una colosal estafa con indicios que señalan en la dirección de una maniobra orquestada al más alto nivel del poder político. A lo mejor ya aburrimos al mundo con nuestra previsibilidad, pero la magnitud del tema, con el mismo presidente en la primera línea de fuego y principal responsable, adelanta las manecillas del reloj nuclear con otra ilusión que puede terminar en cataclismo.
¿Acaso ya no hay posibilidad de tener esperanza mientras nos ahogamos en el barro del cinismo? La ruleta rusa del escándalo $LIBRA nos puede hacer caer de nuevo en la verdadera trampa que nos impide avanzar. Esa trampa consiste en dejarnos robar la empecinada esperanza que apuesta por la política como impronta civilizatoria y un Estado que nos articule en una construcción colectiva para brindarnos el refugio de una sociedad cohesionada.
(*) argentino, docente de Ciencias Sociales de la Universidad del Pacífico (Perú).
(**) Un especial agradecimiento a Guadalupe Pérez Recalde por sus valiosos comentarios.