Qué significa la ofensiva rebelde en Siria para Medio Oriente
Jeremy Bowen* – BBC NEWS Mundo
(y por qué es demasiado pronto para dar a Bashar al Assad por derrotado)
La reactivación de la guerra en Siria es la última secuela de la agitación que se ha apoderado de Oriente Medio desde los atentados de Hamás contra Israel el 7 de octubre del año pasado.
Los atentados, y la respuesta de Israel, alteraron el statu quo de la región. Los sucesos ocurridos en Siria en los últimos días son una prueba más de que la guerra que azota a Medio Oriente está escalando, no menguando.
Durante una década de guerra desde 2011, el gobierno de Bashar al Assad sobrevivió porque estaba dispuesto a romper a Siria para salvar el régimen que había heredado de su padre.
Para ello se apoyó en poderosos aliados, Rusia, Irán y el grupo libanés Hezbolá. Intervinieron de su lado contra grupos rebeldes que iban desde los extremistas yihadistas del Estado Islámico hasta milicias apoyadas por Estados Unidos y las ricas monarquías del golfo.
Ahora Irán se tambalea por los duros golpes que le ha infligido Israel, con el apoyo de Estados Unidos, a su seguridad. Su aliado Hezbolá, que solía enviar a sus mejores hombres a luchar por el régimen de Assad en Siria, se ha visto paralizado por los ataques de Israel. Rusia lanzó ataques aéreos en los últimos días contra la ofensiva rebelde en Siria, pero su poder militar está destinado casi en su totalidad a luchar en la guerra en Ucrania.
La guerra en Siria no acabó. Dejó de ocupar el lugar que solía en los titulares, en parte por las turbulencias en el resto del mundo, y en parte porque a los periodistas les resulta casi imposible entrar en el país.
En algunos lugares la guerra se suspendió, o se congeló, pero Siria está llena de asuntos pendientes.
El régimen de Assad no ha logrado recuperar el poder que tenía antes de 2011, el año de las revueltas árabes.
Aun así, hasta hace unos días, controlaba las principales ciudades, sus alrededores y las principales carreteras que las conectan.
Pero una coalición de grupos rebeldes, liderada por Hayat Tahrir al Sham (HTS), irrumpió en Idlib, una de las provincias fronterizas con Turquía, y en sólo unos días (desde el 27 de noviembre) barrió a las tropas sirias en una serie de acontecimientos «asombrosos», en palabras de un alto diplomático internacional.
A los dos días de la ofensiva, los rebeldes ya estaban publicando fotos de combatientes que habían ganado el control de la antigua ciudadela de Alepo, que entre 2012 y 2015, cuando la ciudad estaba dividida entre los rebeldes y las fuerzas del régimen, había sido una base impenetrable de las tropas del gobierno.
El ambiente en Alepo parece tranquilo tras la derrota de las tropas del gobierno. Una foto en las redes sociales mostraba a combatientes rebeldes uniformados y armados haciendo fila para comprar pollo frito en un local de comida rápida.
HTS tiene raíces en Al Qaeda, aunque se separó del grupo en 2016 y a veces ha luchado en contra de sus miembros más leales. Sin embargo, el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía y Reino Unido siguen considerando a HTS un grupo terrorista. (El régimen sirio califica de terroristas a todos sus opositores).
El líder de HTS, Abu Mohammad al-Jawlani, tiene un largo historial como dirigente yihadista en Irak y Siria. En los últimos años, sin embargo, se ha alejado de la ideología yihadista estricta para tratar de ampliar el atractivo de su grupo.
El cambio de imagen también se está utilizando para atraer apoyo a la ofensiva, que HTS llama Operación para Repeler la Agresión. Ese nombre, y sus anuncios oficiales, evitan el lenguaje yihadista y las referencias islamistas.
El lenguaje neutral, según Mina al-Lami, especialista en medios yihadistas de BBC Monitoring, está diseñado para desligar lo que está ocurriendo ahora del pasado yihadista de HTS y presentar la ofensiva como una iniciativa rebelde mancomunada contra el régimen.
En general, los sirios rechazan la retórica religiosa extrema. Como los grupos yihadistas llegaron a dominar la rebelión después de que las manifestaciones a favor de la democracia fueran aplastadas al cabo del primer año de la guerra, muchos sirios se mantuvieron neutrales o se pusieron del lado del régimen a regañadientes porque le temían a la ideología yihadista del Estado Islámico.
La actual ofensiva liderada por HTS surge del fragmentado panorama político del norte de Siria. Gran parte del noreste está controlado por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), un grupo liderado por kurdos y apoyado por Estados Unidos, que mantiene unos 900 soldados en la zona.
Turquía es un actor importante, que controla las zonas fronterizas donde ha desplegado sus propias tropas, así como milicias que patrocina. Células ocultas de los restos del Estado Islámico organizan a veces emboscadas mortales en las carreteras que atraviesan el desierto sirio.
Según informes de Siria, las fuerzas rebeldes han capturado importantes suministros de equipamiento militar, incluyendo helicópteros, y están avanzando hacia Hama, la siguiente ciudad importante en el camino hacia Damasco.
Sin duda, el régimen y sus aliados se esforzarán por estabilizarse y contraatacar, especialmente con fuerza aérea. Los rebeldes no tienen fuerza aérea, aunque, en otra muestra de que los vehículos aéreos no tripulados están revolucionando la guerra, hay informes de que utilizaron un dron para matar a un alto funcionario de inteligencia del régimen.
La reanudación de los combates en Siria está causando una gran alarma internacional. El enviado de la ONU a Siria, Geir Pedersen, emitió un comunicado en el que afirmaba que «los últimos acontecimientos plantean graves riesgos para la población civil y tienen serias implicaciones para la seguridad regional e internacional (…) Ninguna de las partes o grupos de actores sirios existentes puede resolver el conflicto sirio por la vía militar».
Pedersen añadió que hubo «un fracaso colectivo para lograr un proceso político genuino» que implementara la resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada en 2015. En ella se establecía una hoja de ruta para la paz, basada en el principio de que «el pueblo sirio decidirá el futuro de Siria».
El objetivo era un futuro configurado por elecciones libres y una nueva Constitución. Pero eso suponía que Assad y su familia renunciaran al poder en un país que trataron durante años como su feudo personal. Más de medio millón de muertos atestiguan su determinación de no permitir que eso suceda.
Es demasiado pronto para dar por muerto al régimen de Assad. Cuenta con un núcleo de apoyo genuino. Algunos sirios lo ven como la opción menos mala, mejor que los yihadistas que llegaron a dominar la rebelión. Pero si otros grupos anti-Assad -y hay muchos- se alzan, su régimen volverá a estar en peligro de muerte.
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* Editor internacional de la BBC