El reordenamiento regional en Oriente Medio
Jorge González Márquez
El 27 de noviembre de 2024, el grupo armado islamista conocido como Hayat Tharir al-Sham (HTS) comenzó una ofensiva contra el Ejército Árabe Sirio (SAA) en el campo del oeste de Alepo. La ofensiva provocó un inesperado colapso de las fuerzas progubernamentales que llevó a que tan solo once días más tarde, el 8 de diciembre, las fuerzas opositoras irrumpieran en Damasco dando lugar a la caída del gobierno de Bashar al-Asad. Fue un nuevo capítulo del proceso acelerado de cambios en Oriente Medio.
La velocidad de vértigo de los acontecimientos –menos de 11 días para dar fin a una guerra de casi 14 años– ha pillado por sorpresa a observadores y analistas internacionales que ahora tratan de adaptarse a la más clara muestra de que estamos ante un nuevo Oriente Medio en el cual se ha producido una reestructuración del equilibrio de poder.
La debilidad de al-Asad y la guerra de Gaza
La guerra civil siria es un conflicto complejo con numerosas fases y etapas en el que la intervención de diversos actores internacionales ha resultado clave. La muestra más clara de esto es que se puede afirmar, con cierto grado de seguridad, que el gobierno de Bashar al-Asad sobrevivió a los peores momentos de la contienda, y llegó a establecerse como la fuerza dominante en dos terceras partes del país, gracias a la ayuda de las fuerzas de tierra del Eje de la Resistencia –destaca el grupo libanés Hezbolá, que se involucró en 2012– y a la Fuerza Aérea Rusa –que comenzó a intervenir en 2015–.
La situación regional de Hezbolá resulta clave para entender los acontecimientos en Siria. No es casualidad que el colapso de las líneas defensivas del Ejército Árabe Sirio y sus fuerzas aliadas llegara tan solo 24 horas después de la firma de un acuerdo de alto el fuego en Líbano entre las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) y el grupo libanés.
Hezbolá se ha estado enfrentando, a lo largo de 2023 y 2024, a Israel en el marco de la conocida como Guerra de Sucot, o Guerra de Octubre, en el que ha sido el mayor enfrentamiento hasta la fecha entre el Eje de la Resistencia, alianza encabezada por Irán, y el Estado sionista. Esta guerra, que comenzó el 7 de octubre de 2023, ha afectado a Israel, Líbano, Siria, los Territorios Palestinos, Irán, Jordania, Irak y Yemen en distintos grados de intensidad y relevancia.
El conflicto entre Israel e Irán –y sus aliados– ha sido una de las principales dinámicas de Oriente Medio durante décadas y, concretamente, la guerra de Siria ha servido como uno de los tableros de fondo para el enfrentamiento entre ambos actores. Por un lado, Teherán ha utilizado su intervención en la guerra, mediante el despliegue de asesores militares y milicias chiíes en apoyo de al-Asad, para ganar mayor influencia sobre el país y establecer una mayor presencia del Eje de la Resistencia sobre el terreno en forma de bases logísticas y otras infraestructuras.
Por otro lado, Tel Aviv tiene una larga historia de enemistad con Siria, centrada principalmente en torno a la cuestión de la ocupación de los Altos del Golán. Durante el transcurso de la guerra civil, Israel ha llevado a cabo una intensa campaña aérea contra las posiciones del Eje de la Resistencia en Siria desde 2014, intensificada de forma notable a raíz del estallido de la Guerra de Sucot.
La presencia de esta dinámica es la que provoca que la derrota del Eje de la Resistencia en el conflicto de Sucot, tras la firma del alto el fuego de Líbano, haya supuesto una ruptura del equilibrio de poder en Siria que ha dado lugar, debido a la debilidad estructural del gobierno de al-Asad y a sus numerosos problemas crónicos, al colapso del gobierno. Sin embargo, los acontecimientos en Siria son probablemente la primera consecuencia de un terremoto de escala regional. Pero, antes de hablar sobre las otras posibles réplicas en Oriente Medio, volvamos a centrarnos en Siria.
El futuro de Siria
Volviendo sobre la Siria post-Asad, lo único que podemos afirmar con certeza es que estamos ante un futuro incierto. Siria es un Estado roto, plagado de milicias, en el que el sectarismo y el conflicto interétnico han envenenado las relaciones entre los distintos grupos étnicos y religiosos. El estado de la economía siria es uno de los más dramáticos del planeta. Estas son una serie de realidades a las que Damasco, sin importar quien esté al mando, ha tenido, tiene y tendrá que enfrentarse.
Son muchas las incógnitas sobre cómo será el Estado sirio tras esta transición y significativas las dudas entre la población. El carácter islamista de las fuerzas que controlan Damasco, pese a que se hayan revestido de una cobertura tecnocrática, no se le escapa a nadie. Sin embargo, muchas de estas preguntas parecen destinadas a permanecer sin respuesta durante un largo tiempo, ya que el nuevo gobierno sirio ha anunciado que el proceso de redacción de una Constitución se prolongará tres años, mientras que la convocatoria de elecciones podría demorarse hasta cuatro.
Sin embargo, hay algunas cuestiones que no pueden esperar tanto. Dos de las preguntas más acuciantes, debido a sus posibles consecuencias regionales, son ¿qué ocurrirá con la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES)? ¿Y con las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF)?
La coalición del noreste de Siria, apoyada por Estados Unidos, se encuentra en una posición muy complicada tras la caída de al-Asad. Las SDF habían alcanzado una suerte de modus vivendi con al-Asad, por mediación de Rusia, que, si bien nunca había llegado a materializarse en conversaciones serias sobre su reintegración en el Estado sirio, sí que permitían la coexistencia. Sin embargo, ocurre todo lo contrario con la relación de las SDF con uno de los principales vencedores de la toma de Damasco: el Ejército Nacional Sirio (SNA).
El Ejército Nacional Sirio es una coalición de grupos armados financiada, entrenada y, en buena medida, controlada por Turquía. El gobierno turco ha utilizado al SNA como agente subsidiario, o proxy, para actuar indirectamente sobre el terreno en Siria en busca de alcanzar diversos objetivos alineados con sus intereses nacionales. Entre ellos destaca impedir el establecimiento de territorio controlado por fuerzas kurdas afines al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Y dichas fuerzas kurdas afines al PKK, al menos desde la perspectiva de Turquía, son la columna vertebral de las Fuerzas Democráticas Sirias.
Turquía, como principal ganadora internacional del cambio de liderazgo en Damasco, se siente reforzada a la hora de exigir medidas acordes con su agenda en Oriente Medio. Los combates entre las SDF y el SNA ocurridos en Tall Rifat y en Manbij han dado paso a una tentativa de ofensiva a través del Río Éufrates en dirección a los principales bastiones kurdos, como Kobane, que por el momento está congelada por un frágil alto el fuego mediado por Estados Unidos.
Sin embargo, Ankara continúa haciendo preparativos y el nuevo gobierno de Damasco se ha comprometido a atender a sus preocupaciones en materia de seguridad nacional y a no permitir que ningún grupo armado continúe existiendo fuera de las estructuras del Estado. Las SDF, por su parte, han pedido a Rusia que medie para normalizar la situación con Turquía, pero también han declarado que lucharán hasta el final si este proceso fracasa.
Otra cuestión acuciante la encontramos en la esquina opuesta del país. Tras la caída del gobierno de al-Asad, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunció la ruptura del Acuerdo de Separación de Fuerzas de 1974 y la expansión de la presencia israelí de los Altos del Golán ocupados a otras posiciones en el sur de Siria para el establecimiento de lo que, días más tarde, el ministro de Defensa israelí denominaría como una “zona militar estéril”.
Al mismo tiempo, la Fuerza Aérea israelí comenzó a llevar a cabo una campaña masiva de ataques aéreos en Siria con el objetivo de destruir las defensas antiaéreas, misiles, drones, fuerza aérea, flota y depósitos de municiones del ejército sirio, alcanzando centenares de objetivos en pocos días.
La respuesta a las acciones israelíes es, por lo tanto, otra de esas preguntas acuciantes que deben ser respondidas en el futuro inmediato para evitar que el conflicto sirio vuelva a escalar en intensidad en 2025. Sin embargo, no solo Siria se enfrenta a esta incertidumbre ante el cambio en el equilibrio de poderes regional.