“La guerra contra las mujeres”: violaciones sexuales y feminicidios en el Perú
Mishel Mendoza
El último boletín del Ministerio Público ha registrado 2113 casos de violaciones sexuales. El acumulado desde el 2013 es de 63 mil 131 casos reportados ante la fiscalía. De las víctimas de 2018 el 83,4% fueron niñas de 00 a 17 años. Es decir, ocho de cada diez víctimas de violación sexual fueron menores de edad. Además, el 100% de los victimarios fueron hombres.
Tan solo hace algunas semanas fuimos testigos de la violación y asesinato de una niña de diez años, hace días un juez ordenó la libertad de un violador que había abusado de una menor de 9 años durante cinco meses. Así mismo presenciamos la violencia desatada de un hombre que pegaba a una mujer delante de su hija. Como si fuese poco, un congresista (representante del Estado peruano) tiene una denuncia por tocamientos indebidos.
Se está librando una guerra contra las mujeres que tiene diferentes mecanismos de ataque. Empieza desde lo más mínimo: un silbido en la calle, un grito del esposo en la casa, y llega a cristalizarse en sus formas más violentas: las violaciones sexuales y los feminicidios.
Para la investigadora Rita Segato, todas las formas de violencia de género son expresiones del mandato de masculinidad. El perpetrador del hecho es en rigor un hombre que necesita demostrar mayor masculinidad para lograr la pertenencia al grupo de sus pares.
Durante la violación sexual el sujeto busca ejercer poder a través de la apropiación de un cuerpo femenino al que maltrata y ultraja. El feminicidio es “un acto comunicativo” en que el autor del hecho ha dejado pistas de su identidad. Por eso, el cómo y dónde fue asesinada la victima cobra importancia para reconocer al homicida.
El patriarcado es la estructura que se esconde detrás de todas las embestidas hacia las mentes y los cuerpos femeninos. Se apoya y fundamenta en la lógica del capital, que desecha el vínculo de cuidado hacia los iguales y otros. Dentro de este contexto, el Estado cumple un papel endeble, ha fracasado porque no puede apartarse de la razón que el capital le ordena seguir.
Hemos llegado a un estado de excepción donde la sociedad ya no se siente segura, quiere tomar acciones de protección en sus manos. En muchas partes del territorio peruano, el Estado no se reconoce como solucionador de problemas de inseguridad, el espacio ha sido tomado por bandas delincuenciales o simplemente existe un Estado ausente, dónde se puede mantener a una niña secuestrada y a maniatada durante un día entero para después ser llevada a la muerte.
Las cadenas perpetuas y la persecución de los victimarios no es una solución real a la violencia de género, porque seguirán existiendo más y más en el transcurso de los meses y años. La solución está en la sociedad.
Se debe educar bajo una pedagogía del cuidado, donde se respete y acepte lo diferente y se brinde ayuda a lo vulnerable. La base de la educación no puede estar en discusión con fundamentalismos religiosos.
Para esto se necesita la confluencia de varios actores, mujeres organizadas y dispuestas a activar – investigar por un cambio verdadero, hombres que sean aliados para cambiar el panorama atroz de nuestro futuro. Hace falta otra manera de pensar de las generaciones venideras.
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