¿Qué vida le queda a Copenhague?
Del 7 al 18 de diciembre se realizará la “15 Cumbre Mundial de Cambio Climático” en Copenhague (Dinamarca), que reunirá a los países firmantes del Protocolo de Kyoto de 1997¹.
En Copenhague se espera comprometer a los “pesos pesados” de la economía mundial en acuerdos concretos para enfrentar las actuales y futuras consecuencias del cambio climático. Esta tarea no será fácil. La falta de voluntad política de los países ricos le viene poniendo piedras en el camino a la construcción de compromisos de largo plazo.
El pasado lunes 16 de noviembre, una noticia remecía a todas las instituciones comprometidas con el cambio climático. Los Presidentes de Estados Unidos y China, los países que más contaminan el mundo, señalaban que los acuerdos a los que se llegaría en Copenhague no serían vinculantes. Es decir, desde ya, ambos países le decían NO al compromiso de establecer un porcentaje de reducción de emisiones de carbono y NO a la posibilidad de crear un volumen de recursos para que los países pobres financien sus gastos de adaptación al cambio climático.Según las conclusiones del Informe Stern “La Economía del Cambio Climático” (ver resumen), si ahora no se toman medidas para afrontar el cambio climático, el efecto invernadero ocasionaría un aumento de la temperatura global de más de 2ºC, lo que originaría cambios irreversibles en la geografía humana. Este informe señala, además, que los países más vulnerables serán los más pobres, aun cuando sean los que menos hayan contribuido a las causas del cambio climático. Por ello, la actual postura de ambas potencias mundiales es un retroceso para lograr una respuesta internacional con objetivos comunes ¿Qué vida le queda a Copenhague después de esta condenable decisión de China y Estados Unidos?La economista Naomi Klein nos recuerda que alrededor del cambio climático se ha creado un importante movimiento social superior a lo ocurrido en Seattle en 1999. En su artículo, “Copenhague: Seattle madura”, Klein afirma que la movilización en esta cumbre presentará un enorme abanico de grupos comprometidos, quienes han incorporado a su discurso una crítica feroz a la lógica del capitalismo. Los activistas en Copenhague están dispuestos a exigir a los países ricos que paguen las reparaciones de “deuda climática” a los pobres. Así, esta negativa de China y Estados Unidos podría encender la mecha de un movimiento social preparado para afrontar la negativa de los mayores contaminadores mundiales.
¿Y el Perú? Nuestro país es considerado el tercer país, después de Bangladesh y Honduras, que será el más afectado por el cambio climático. Según el Informe Sobre Desarrollo Humano 2007 –2008 del PNUD, “La lucha contra el cambio climático”, el Perú es el país de América Latina cuyos glaciares se encuentran en mayor retroceso, pues de los 1,958 Km2 que teníamos en 1970, en 2006 esta cifra disminuyó a 1,370 Km2. Entonces, ¿qué se debe hacer?
Es necesario que se establezcan estrategias climáticas que prioricen la preservación de nuestros bosques y el fomento de un marco legal estable que exija a las empresas extractivas el cumplimiento de los dispositivos ambientales. Aquí, el rol que puede jugar el Ministerio del Ambiente es clave, siempre y cuando se cure su principal cojera: otorgarle a esta institución la atribución de vigilar el cumplimento de los programas ambientales, ¿lo hará el presente gobierno?
¹ Con este protocolo se estableció, por primera vez, un marco jurídico mundial para frenar y reducir las emisiones de gases contaminantes.
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