¿Por qué suben y por qué bajan los candidatos?
Nicolás Lynch
En el universo de los 19 candidatos que se presentan a las elecciones generales de 2016, casi todos muy similares entre sí porque apoyan a rajatabla el continuismo neoliberal, qué hace que el electorado vaya prefiriendo a unos más que a otros. Descartada la identidad política porque, como digo, la comparten, queda la identidad social. Me refiero a la identificación por parecido, sobre todo étnico, más que por afinidad con la propuesta.
Alberto Fujimori fue el que mejor explotó esta característica y Carlos Iván Degregori en un magistral ensayo al respecto el que la sistematizó. Se trataba del chinito con el cual se sintieron solidarios los cholos luego del fracaso del resto de los políticos. Después de él Alejandro Toledo fue un pobre imitador de lo mismo aunque con resultados que le dieron para una presidencia. Ollanta Humala con sus polos rojo y blanco y muchísimo más propuesta también hizo uso del expediente, para luego enterrarlo todo en aras de que lo siguieran invitando a las reuniones de sociedad.
Ahora nos encontramos en un momento de agotamiento del modelo neoliberal y de buena parte de sus mentiras, hay por lo tanto entre los candidatos necesidad sino urgencia de alguna diferencia. Los números parecen inclinarse por los que buscan la identificación visceral que está indudablemente ligada a la identidad étnico social. Keiko Fujimori, por herencia, sigue siendo el caso más importante. La identificación con el chinito más la pequeña obra le han dado a su movimiento una red de clientela que hasta ahora le rinden frutos. Sin embargo, con tanto robo y asesinato de por medio, es difícil saber cuánto aguantará en la campaña el traje de estadista que ahora se quiere poner.
Pero el más destacado en los últimos meses es César Acuña. En su biografía se puede leer el proceso sociológico más importante del Perú contemporáneo que es la cholificación, es decir la transformación del poblador andino en sujeto social urbano, en este caso en una ciudad de la costa norte como Trujillo. Empero, con una diferencia frente a los millones que pasaron por lo mismo: es exitoso. Nuestro tipo de desarrollo capitalista hace que la migración internatenga una tasa de fracaso muy alta, Acuña en cambio trasmite el mensaje, falso por cierto, de que la historia se puede cambiar. Además, a diferencia de Toledo que decía que era un error estadístico, este presenta multimillonarias cuentas bancarias y sus universidades —si pueden llamarse tales— que lo respaldan. Hasta ahora es casi suficiente que se ría en televisión para subir en las encuestas, salvo que en las próximas semanas le encuentren uno o varios muertos en el closet. Todo es posible.
Kuczynski en cambio no tiene a dónde crecer. Terminó de blanquear su candidatura con Mercedes Araoz, ligada además a los cruentos episodios de Bagua, y sus asesores creen que la seriedad de sus planteamientos lo hará remontar. Pero no se dan cuenta que en estos tiempo solo hay dos tipos de seriedad: la crítica al neoliberalismo o la seriedad de las mentiras y no parece que ninguna de las dos sea su fuerte. Diera la impresión que lo esperan el estancamiento y un pausado —dependiendo de la cantidad de plata que ponga— declive. Para el dúo Alan/Lourdes la cosa aparece peor. Ambos están ligados al fracaso del modelo neoliberal y el problema es que creen lo contrario, del modelo y de si mismos, por ello sus posibilidades de competir por la punta o pasar a la segunda vuelta son muy pocas. Lo que sí, quizás se jueguen la pichanguita por el tercer lugar con Kuczynski y como son más vivos de repente le meten gol.
Los candidatos con recursos anteriores quizás hagan algo. Es decir, puede ser que pasen la valla del cinco por ciento. Urresti que hereda al gobierno, Nano Guerra la popularidad de Castañeda y los recursos de Luna, Barnechea los recuerdos de Acción Popular. Pero vivir de antecedentes en una elección es precario por lo que difícilmente irán más allá. Los alternativos casi no se ven, lo que hace que para fines prácticos no existan o todavía no existan. Verónica Mendoza aún no saca la espada e insiste en el papel de niña buena con vocación de abuelita, si sigue así un candidato anodino como Julio Guzmán puede saquear sus escuálidas simpatías. Cerrón y Goyo por otra parte son invisibles y nadie sabe cómo dejaran de serlo.
Así las cosas parece que para mal del Perú la sociología se volverá a imponer sobre la política y seguiremos en otras manos pero con los mismos dueños. ¡Por favor, ayúdenme a equivocarme!
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