Agro en la cola

Por: 

Humberto Campodónico

Arequipa es la región del Perú que ocupa el primer lugar en Valor de Producción Agrícola por Hogar con 17,000 soles al año, junto con la región Tumbes. Más atrás vienen Ica (13,000), Tacna (11,000) y San Martín y Lima (ambas con 10,000).

Esta producción agrícola se realiza, en lo esencial, con la llamada agricultura familiar (AF), que comprende a los hogares agropecuarios cuyas tierras son menores a 10 hectáreas. Un reciente estudio de Fernando Eguren y Miguel Pintado(1) nos dice que esta AF representa el 86% del total de la producción agrícola, que llegó a 12,038 millones de soles en el 2012, según la Encuesta Nacional de Hogares del INEI.

El trabajo de Eguren y Pintado nos dice, también, que la Población Económicamente Activa ocupada en el sector asciende a 3′756,000 personas, lo que representa el 24% de la PEA en el país. Este porcentaje es superior al del sector servicios (21%) y Comercio (21%). Más atrás vienen la Manufactura y Otros Servicios, con 10% cada una.

Todos estos datos ilustran la importancia de la agricultura en el país. Pero, a la vez, nos señalan también importantes problemas. Por ejemplo que, en los últimos 10 años, del 2003 al 2012, el PBI agropecuario aportó tan solo el 10% del PBI nacional, ocupando el quinto lugar de todos los sectores productivos del país.

También puede decirse que, desde el punto de vista de la productividad, la agricultura familiar tiene un bajo valor de producción por habitante. Sin embargo, “medir” a la AF solo con ese criterio no constituye una medida adecuada de la realidad.

En efecto, el sector de la AF en el país ha venido contribuyendo a la alimentación del país de manera adecuada, aumentando año a año la cantidad de productos alimenticios. Y todo esto se ha realizado sin que exista la asistencia técnica, así como adecuados canales de financiamiento.

En efecto, las reformas neoliberales de Fujimori nos decían que todo se conseguiría con el libre mercado. Pero esto no fue así  y, actualmente, el financiamiento bancario privado es exiguo mientras que el Agrobanco, a pesar de sus esfuerzos en los últimos años, tiene escasa participación.

Esto contrasta con las medidas de apoyo a la agroindustria (por ejemplo, solo paga el 15% de impuesto a la renta y tiene un régimen laboral especial). No solo eso, el apoyo del Estado a la gran producción agrícola se ha expresado, sobre todo, en grandes irrigaciones que han permitido la puesta en labor de nuevas tierras que, en su gran mayoría, se han destinado a unidades superiores a las 5,000 hectáreas(2). Así, la concentración en la propiedad de la tierra, medida por el coeficiente de Gini, es superior a la que existía antes de la Reforma Agraria.

Dice un estudio de Lorenzo Eguren(3) que las inversiones realizadas en los proyectos de irrigación Chavimochic, Olmos, Pasto Grande, Jequetepeque-Zaña, Majes-Siguas, Chira-Piura y Chinecas alcanzan los US $ 6,321 millones (dólares del 2012). De esta cantidad, el Estado solo ha recuperado el 7% a través de los cobros por Venta de Tierras, Venta de Energía, Tarifas de Agua y de Agua Potable, la suma de US $ 462 millones. O sea que el subsidio llega al 93%.

Ciertamente, estas inversiones en las irrigaciones constituyen una de las explicaciones centrales del auge de las exportaciones agropecuarias en el Perú, que pasaron de US $ 800 millones a 3,404 millones del 2004 al 2013.

La cuestión acá son las dos varas y las dos medidas. Una para la agroindustria y casi nada para la AF. A pesar de ello, el café, que en un 95% es AF, pasó de US $ 290 a 1,024 millones de exportaciones del 2003 al 2012.

Volviendo al principio, la AF tiene una importancia preponderante en el país, tanto en producción, como en ocupación, con el 24% de la PEA. Además, su población está empleada también, en parte, en otros sectores como en la pesca y la minería. Por tanto, necesita un marco integral de política agraria y pecuaria (que hasta ahora ha beneficiado sobre todo al sector exportador) para avanzar aún más de lo ya alcanzado. Diversos analistas nos dicen que todavía no ha alcanzado sus niveles máximos. Y, ciertamente, lo que no se necesita es que, en Arequipa, se le siga tratando como la cenicienta, privilegiando a la industria extractiva minera. Las razones de los agricultores son, como vemos, elocuentes.
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(1) Contribución de la agricultura familiar al sector agropecuario en el Perú, CEPES, COECCI, LIMA, 2015
(2) La Revista Agraria # 169, La tierra en pocas manos, enero 2015.
(3) Estimación de los subsidios en los principales proyectos de irrigación en la costa peruana, Lima, 2013, www.cepes.org.pe

Publicado en el Diario La República  11/05/2015

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