Martín Belaúnde y la intención en la sombra
La captura de Rodolfo Orellana ha mantenido a los medios atentos a este hallazgo y la agenda se ha “Orellanizado”. No obstante, nunca está de más recordar que los ojos de los medios se encontraban detenidos en otro protagonista hasta hace poco: Martín Belaúnde. Es más, las sospechas sobre el momento de la captura de Orellana no se han hecho esperar. En diversos espacios se ha hablado de una posible cortina de humo o de una estrategia orquestada para distraer la atención del asunto “realmente importante”, el referente a Martìn Belaúnde Lossio. ¿Qué tanto de cierto tiene esta percepción? O, lo que es más importante ¿cuál es la intención detrás de esta afirmación?
El posible tráfico de influencias que Belaúnde Lossio hubiera realizado con el fin de obtener contratos con el Estado para empresas más que cercanas o que son contratistas de sus propias compañías debe ser investigado con toda la rigurosidad y severidad que amerita una denuncia de este tipo. El lobby en el sentido más criollo debe dejar de aceptarse como una práctica cotidiana. Hace falta, por ello, una investigación que de probar estos hechos, concluya en una sanción justa y también una sanción política.
Sin embargo, aún cuando las aún sospechas en torno a los acciones de Martín Belaúnde son elocuentes, llama también nuestra atención la utilización del caso. Así como señalamos líneas arriba que se ha querido mostrar la captura de Orellana como una cortina de humo para cubrir las denuncias contra Belaúnde, podríamos decir también que hay una utilización de este último protagonista para un fin específico.
No es la primera vez que el coro de los medios concentrados, un espacio liderado por la derecha, ha utilizado denuncias, aun cuando no están confirmadas, con el fin de petardear el gobierno de Ollanta Humala. No les termina de convencer que este presidente haya hecho todo lo posible, y hasta más, por congraciarse con este sector alejándose de su plan de gobierno y de sus aliados iniciales, así como de su contingente electoral. Antes fue el caso López Meneses y ahora es Martín Belaúnde. Seguramente habrá otra punta de lanza mañana y así hasta que el gobierno llegue a su fin.
La doble moral de ciertos medios de comunicación es perversa y nosotros no somos tontos. ¿Qué diferencia, por ejemplo, el caso de Cecilia Blume interfiriendo a favor de una empresa cuyo directorio ella integra, enviando directamente un correo electrónico al entonces ministro de Economía, Luis Castilla, del tráfico de influencias que podría haber generado Martín Belaúnde? Pues que en el primer caso el silencio mediático ha sido de terror. Se la ha defendido con argumentos personales por parte de sus amigos periodistas o, en el mejor de los casos, se ha obviado la noticia.
No se trata pues de defender a nadie, sino de exigir el mismo trato para todos. Finalmente, los que incurren en falta deben ser sancionados por igual según la ley, pero también debieran serlo por los ciudadanos y, sin duda, por los medios de comunicación que ejercen de verdugos en el caso de algunos y de silenciosos cómplices con otros. La intención en la sombra es, finalmente, la más peligrosa forma de decidir no sólo qué es noticia y qué no, sino también quién es culpable y quién se libra no por la justicia, sino por sus amigos poderosos. Que no nos marquen la pauta.
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