Meritocracia docente o eficiencia neoliberal

Por: 

Sigfredo Chiroque Chunga

El sistema vigente hace una relación mecánica entre calidad educativa y calidad de los docentes, establecida por la meritocracia. Analicemos esta relación en este 6 de julio, Día del Maestro en el Perú. Son unos 585,655 peruanos y fundamentalmente peruanas que laboran en la docencia y un 71% de ellos dentro de alguna institución educativa estatal. Vamos a referirnos a estos últimos.

Desde que se promulgó la Ley de Reforma Magisterial, LRM (2012), se aceptaron tres principios rectores del ejercicio docente y uno de ellos era el mérito y capacidad. Paulatinamente se fue aceptando que la meritocracia era la garantía de una buena calidad educativa. La aceptación de esta relación normalizada llegó a todas las instancias del Ministerio de Educación (MINEDU), espacios del Gobierno como el Congreso, Instituciones académicas, sociedad civil especializada en educación e inclusive gremios magisteriales.

En el Congreso de la República, se acaba de aprobar el Proyecto Ley de 2951/2022-CR que busca imponer la política de vouchers educativos, fracasada en otros lugares, como Chile o Estados Unidos, con el fundamento que ellos garantizarían mejor “calidad” educativa, seleccionando también docentes por meritocracia. 

El ministro Otárola señaló que el Ejecutivo observará el Proyecto Ley aprobado sobre “nombramiento automático” de docentes contratados, pues el mismo “afecta la meritocracia del país” (sic). Para oponerse al PL han usado similar argumento el Ministerio de Educación, el Consejo Nacional de Educación y otras instituciones y personalidades de la sociedad civil.

El pasado 29 de junio 2023, el Gobierno promulgó el DS 011-2023-MINEDU que modifica el reglamento de la LRM. Entre las modificaciones destaca, la referida a efectivizar la “evaluación de desempeños docentes”, prevista para garantizar “meritocracia” y “calidad educativa”. En todos los casos, se asume que una buena selección de los docentes, por méritos, es garantía de mantener o mejorar la calidad de aprendizajes de los educandos.

Hay dos comentarios que quisiera sintéticamente hacer. Uno está referido, al mismo sentido que se le atribuye al concepto de “meritocracia” y otra es el reduccionismo cómo se entiende la “calidad educativa”. En ambos casos, se hace presente el enfoque neoliberal.

Adam Smith señaló que “Todo individuo se esfuerza constantemente por encontrar el uso más ventajoso para el capital del que pueda disponer. Es su propio beneficio, de hecho, y no el de la sociedad, el que tiene en mente. Pero el estudio de su propio beneficio le lleva naturalmente, o más bien necesariamente, a preferir aquel uso que resulta más ventajoso para la sociedad [...]. Él solo pretende su propio beneficio, y en este caso, como en muchos otros, una mano invisible le lleva a promover un fin que no formaba parte de su intención [...]. Al perseguir su propio interés, con frecuencia promueve el de la sociedad más efectivamente que cuando, de hecho, tiene la intención de promoverlo”.

Hace poco conversaba con un grupo de docentes amigos. Todos ellos concordaban que existían dos razones por los cuales les era difícil reunirse y mantener una práctica grupal de docentes, como antes. Ahora, decían, te piden “evidencias” de todo y eso ha multiplicado las tareas burocráticas. Por otro lado, en el presente. el querer ascender (para ganar más) se ha puesto a la orden del día y hay que mostrar el mérito individualmente. Cada quien cumple las tareas formales exigidas y se prepara a nivel personal para las evaluaciones de ascenso. Se está consolidando un individualismo y competitividad que antes no existía muy arraigada en el magisterio. Una supuesta efectividad en los desempeños docentes hace recordar el individualismo advertido por el mismo Adam Smith.

En el mes pasado (junio 2023), estaban trabajando para el Estado unos 424930 docentes: 221,132 nombrados (52.04%) y 203,798 contratados (47.96%). El principio de la meritocracia se aplica para quienes desean ser nombrados; pero, también para quienes buscan subir de escala. Como se ve en el cuadro adjunto, sólo 8 docentes han llegado a la VIII Escala con una remuneración bruta de cerca de 8 mil soles, que no llega ni al 1% del magisterio peruano; sin embargo, la propaganda oficial levanta esta situación excepcional. Y las expectativas de los maestros se ha ido centrando en avanzar en las escalas magisteriales, con los “méritos” correspondientes.

¿Pero será verdad que la meritocracia docente garantiza la calidad educativa? La vigente Constitución de la República señala que la finalidad de la educación es “el desarrollo integral de la persona humana” (Artículo 13), la Ley General de Educación habla de “formación integral” de las personas (Artículo 2), la Ley de RFM de “desarrollo de las personas” (Artículo 3). Todas estas aseveraciones genéricas se han concretizado en la categoría “calidad de la educación”. Ésta se ha reducido a “logros de aprendizaje”, entendida como aprendizajes satisfactorios en la Evaluación Censal o Muestral de Estudiantes (ECE, EME). Se olvida que la calidad educativa conlleva no solamente rendimientos satisfactorios, sino también pertinencia de lo que se aprende (y enseña) al desarrollo personal, local, regional, nacional y civilizatorio. Esto último -a pesar de vital importancia- se le deja de lado en las evaluaciones oficiales.

Lo dicho nos lleva a tomar con cierta relatividad los resultados establecidos por el MINEDU-UMC en las ECE y EME. Aun así, estos resultados nos presentan que hasta el 2014 hemos tenido niveles ligeramente crecientes. A partir del 2015, los rendimientos establecidos por las evaluaciones oficiales son decrecientes. Es decir, si se aprobó la LRM en el 2012 debería haberse dado un crecimiento significativo y ha sido todo lo contrario. Por otro lado, los docentes que se quedaban en situación de contratados son quienes se quedan ejerciendo la docencia. O sea, la situación laboral docente es un rasgo aleatorio que no garantiza no siquiera rendimientos de aprendizaje. Así mismo, el factor docente por si sólo no explica los resultados educativos, como se ha demostrado en países disímiles como Estados Unidos, Chile y España. En estas naciones, sendas investigaciones destacan las condiciones socio-económicas de los estudiantes para establecer sus rendimientos.

En conclusión, ni la categoría meritocracia ni el de calidad educativa se ajustan a los intereses de la sociedad peruana. Sirven más bien para demostrar, una vez más, la crisis de la educación y sus raíces en el modelo hegemónico.