María Elena Moyano: Cinco kilos de dinamita no pudieron borrarla

Por: 

Francisco Vizconde

El 15 de febrero de 1992, el eco de los llantos de dos menores de 10 y 8 años de edad retumbó donde el dolor no terminó de odiar la demencia y el salvajismo. Eran dos menores hijos de un humilde carpintero de Villa El Salvador, el pujante pueblo ganador del premio “Príncipe de Asturias” por su osadía de hacer de la organización social la herramienta para construir progreso y paz. Sí, paz que desde esa fatídica fecha nunca pudieron lograr ni aquellos dos menores ni su padre el carpintero. La madre ya no estaba: dos arteros balazos en la cabeza y el pecho la tumbaron al piso y 5 kilos de dinamita despedazaron su cuerpo.

Desde temprana edad, aquella mujer acribillada dedicó buena parte de su vida a la organización de las mujeres en contra de la violencia del machismo, de la violencia del terrorismo senderista, como también a promover la organización para el progreso de los pobres de Villa El Salvador.

El terrorismo senderista la condenó a morir acusándola de robar a la organización de mujeres, de enriquecimiento por el cargo de teniente alcaldesa de VES; acusaciones de la cobardía, de la imposición autoritaria y del totalitarismo comunista.

Desde entonces, su nombre se regó y no como “sangre y dinamita”. María Elena Moyano, militante popular y militante izquierdista no solo fue llorada por sus dos menores hijos y su esposo carpintero. Malena se convirtió en mártir de la democracia, de la lucha por la justicia social, de la lucha contra toda forma de violencia, de la acción valiente en contra de los crímenes del senderismo terrorista, de la unidad programática entre socialismo y democracia, de la apuesta por la organización política. Es decir, suficientes méritos para la condena por el senderismo cobarde, cuya impronta autoritaria es responsable y provocó la muerte de más de 70 mil peruanos en el episodio más trágico de la historia del Perú.

El asesinato de María Elena Moyano no es aislado; el senderismo terrorista también mató a Pascuala Rosado, lideresa de Huaycán, del dirigente obrero Enrique Castilla, del asesor de la Federación Agraria de Piura y Tumbes – FRADEPT (Eriberto Arroyo Mío), todos acérrimos opositores a Sendero Luminoso, entre otros centenares de dirigentes populares.

En Lambayeque, Sendero Luminoso asesinó en 1990 a Agustín Parra (Racalí, Olmos), en 1993 a Servando Mendoza Huerta (El Pueblito, Olmos), en 1993 a Humberto Polo Campodónico y Cipriano Carrasco Calvi (Racalí, Olmos), en 1994 a Ediburgo Tiquillahuanca Carrasco (Racalí, Olmos), en 1994 a Pablo Revolledo Monja (Olmos), en 1995 a María Vinces Vega y al menor Eloy Ubillús Malanga (Olmos), entre otros. Todas estas personas asesinadas eran agricultores y algunas autoridades locales. 

En un caso muy sonado y en un solo acto demencial, el senderismo arrebató la vida de Enrique Pérrigo, Miguel Medina y Alfredo Samamé.

El asesinato de María Elena Moyano fue el comienzo del fin del senderismo terrorista; los 5 kilos que dinamitaron su cuerpo abrieron el forado de la caída del cabecilla Abimael Guzmán y de su cúpula. Hoy, hay quienes intentan persistir en las odas de la muerte y el terror en otras condiciones, acosando a las organizaciones sociales y promoviendo la suya como el MOVADEF, expresión actual del tenebroso senderismo.