Lourdes en su laberinto
El Partido Popular Cristiano (PPC) se asienta como un partido menor en la política peruana –limeña para ser exactos- que hace décadas no gana ninguna elección grande, pero que se mantiene vigente gracias a que dice tener una doctrina, a la intensa actividad lobista de sus dirigentes y a una hábil política de alianzas a nivel tanto Ejecutivo como Legislativo. Al respecto una de sus líderes más caracterizadas, la Dra. Lourdes Flores Nano, cultiva esta vigencia en entrevistas periódicas que le conceden los grandes medios, la última de las cuales, en el diario La República el 24 de noviembre, señala algunas claves sobre la visión del Perú de este sector político.
El primer elemento y uno que le gusta mucho a Lourdes Flores es la filiación ideológica del PPC que sitúa en el socialcristianismo. El tener filiación ideológica es lo que le daría perspectiva de largo plazo a su agrupación y le permitiría tener una visión sobre el sistema de partidos y más todavía el sistema político a construir en el país. Sobre esta base, señala, que encuentra una afinidad con el APRA lo que les permitiría ser el eje de un proyecto común, sino de gobierno por lo menos de régimen político. Pero la pregunta a pelo en este punto es ¿qué tiene el PPC de socialcristiano? Por socialcristiano se entiende la doctrina social de la Iglesia. Aquel cuerpo de ideas formado en lo sustancial en el último siglo y medio de crítica al capitalismo y que se sitúa equidistante entre el liberalismo y el marxismo. Socialcristiana era, sin lugar a dudas, la Democracia Cristiana. Pero el PPC ha sido uno de los partidos más importantes en el lanzamiento y apoyo de la perspectiva neoliberal en el Perú, situándose desde su nacimiento, a la derecha del espectro político. El APRA tardó algo más para dar el viraje, pero hoy nadie duda, empezando por Alan García, que se trata de un partido converso. En la actividad política, además, el derechismo neoliberal ha sido el punto de atracción pepecista; recordemos sino su rol en el Fredemo en los ochentas, su apoyo a la constitución írrita de Fujimori y Montesinos en los noventas y los esfuerzos de la propia Lourdes Flores a fines del 2000 para que Fujimori se quedara en el poder y dirigiera la transición ¿Se imaginan lo que hubiera sido?
Sin embargo, regresemos a los coqueteos con el APRA que la entrevistada rebaja a sonrisas. ¿De qué se trata? ¿De una marinera nomás? No señor. Son dos partidos descastados de sus ideologías originales que pretenden entrar en algún tipo de arreglo para cerrar el sistema político, con el argumento en este caso de que los movimientos regionales causan mucho desorden al mismo. Además, sorprende este gusto por el APRA cuando a Alan García lo persiguen las acusaciones de corrupción ¿o es que el tema de los narcoindultos, para no hablar de asuntos anteriores, le parece poca cosa a Lourdes Flores?
No es nueva la intención de los neoliberales de cerrar el sistema político, lo han explicitado en los últimos proyectos sobre reforma electoral, al intentar subir desmesuradamente las exigencias para la inscripción de nuevos partidos. Lourdes Flores, incluso, acepta al fujimorismo dentro del sistema. ¿Contra quién es entonces la medida? Contra los que no son neoliberales. Todas las fuerzas de izquierda y centro democrático que ellos no dudarán en satanizar y calificar de totalitarias. Con estos planteamientos y los coqueteos consiguientes da la impresión que quieren un régimen político de neoliberales que toleren la corrupción, sea esta aprista o fujimorista. Cuidado entonces con “cerrar el sistema” porque esto puede conducir, al no zanjar con la podredumbre, al cierre de la democracia.
¿Puede esta visión producir entusiasmo espiritual en el país como reclama la entrevistada? Difícilmente la insistencia en un camino de exclusión de la mayoría de los peruanos como es el actual puede entusiasmar, más allá de la seducción del consumo, que se termina cuando cesa el crecimiento como parece estar ocurriendo en la actualidad.
Por último, la mención final a Cecilia Blume, queriendo salvarla de la acusación de lobista parece una solidaridad de amiga abogada más que otra cosa o quizás una reflexión sobre la propia casa, acusada de lobismo desde sus orígenes.
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