La renuncia de Roncagliolo
Nicolás Lynch
La derecha está difundiendo la especie de que el ex Canciller Rafael Roncagliolo ha renunciado por el mal manejo de las últimas mini crisis con Venezuela y Ecuador. En la peor de las versiones, la de Alan García que ha inspirado un editorial de El Comercio, su cabeza habría sido ofrecida a Maduro para calmar los ánimos. Esto no es sino un resumen ad hoc para sus objetivos de control total del Estado, en este caso de las relaciones exteriores.
La renuncia de Roncagliolo se cocina desde hace ya un buen tiempo. Podríamos decir que es el resultado de una larga serie de equívocos en política exterior que se remontan al comienzo del gobierno. Ollanta Humala, como en tantos otros espacios de política general y sectorial, ha producido un viraje frente a lo que fueron sus propuestas de campaña. Ha transitado desde ser un entusiasta partidario de la integración regional, promoviendo la CAN y Unasur, hasta poner el acento en otras organizaciones como la Alianza del Pacífico y el Trans Pacific Partnership, ambas en la onda de los TLCs promovidos por los Estados Unidos.
Humala ha producido este viraje siguiendo la misma pauta que en otros espacios, por intereses propios, personales o de grupo, y por las presiones de la derecha vía los medios de comunicación. Sin embargo en política exterior hay algunas variantes. Primero, una relación más intensa entre el Presidente, encargado constitucional de las relaciones exteriores, y el ministro del sector que conduce la aplicación de las mismas, lo que habría dado lugar a una tensión a veces difícil de administrar. Segundo, una diplomacia mayoritariamente conservadora en Torre Tagle, ganada por el continuismo neoliberal. Tercero, un oligopolio mediático ganado controlado por los grupos de poder económico y empeñado en que nos enemistemos con nuestros vecinos progresistas. Cuarto, una mayoría congresal intensamente reaccionaria, especialmente cuando se trata de temas relativos a los gobiernos de la región. Y quinto, el permanente boicot dentro del propio gabinete a la gestión de Roncagliolo, especialmente de parte de los sectores de Economía y Finanzas y de Comercio Exterior y Turismo, que lo veían en todo momento como un sujeto ajeno a sus filas.
Todas estas condiciones, además, se daban con una persona que venía del primer gabinete, encabezado por Salomón Lerner, con una presencia importante de ministros del centro izquierda. El propio Roncagliolo ha estado asociado en su vida política con posiciones progresistas y se ha caracterizado además por tener una amplia experiencia internacional. Su figura entonces, a pesar de la soledad en la que había quedado en el gabinete, despertaba a la vez esperanzas y sospechas. El cruce, sin embargo, terminaría por neutralizarlo.
Su logro más importante ha sido ¡qué duda cabe! el liderazgo demostrado en el tema de La Haya, manteniendo y reforzando al equipo original y permitiendo de esta manera la presentación de un argumento jurídico impecable ante el tribunal. Cabe destacar también el decoro mantenido frente a la agresión británica en abril de 2012, cuando estos, en coordinación con la derecha limeña, pretendían imponerle el recibo al país de un barco de guerra, en desmedro de nuestra relación con Argentina y de nuestros compromisos en Unasur.
Sin embargo, el peso mayor de su gestión parece haberlo tenido una larga cadena de equivocaciones, de decisiones tomadas a medias o mal tomadas en el marco de las condiciones señaladas.
· El caso del Banco del Sur, que ha merecido una adhesión tardía por parte del Perú recién en el mes de diciembre de 2012, luego de una enconada batalla con el MEF y a pesar de la simpatía con la idea del Presidente Humala.
· El cercenamiento de las oficinas de promoción del comercio exterior de la estructura de la Cancillería para que pasen al Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, cortando del sector especializado un brazo fundamental de la política exterior.
· Los sucesivos errores, motivados ideológicamente, que han llevado a distanciamientos inútiles con Brasil, Bolivia, Argentina, Ecuador y Venezuela, especialmente graves en una coyuntura en la que estamos esperando el fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya.
· Vale la pena señalar que el voto del Perú hace pocos días para director general de la Organización Mundial de Comercio por el candidato perdedor, Herminio Blanco levantado por México y apoyado por los países ricos, contra el que resultara ganador, el embajador Roberto Azevedo del Brasil y candidato de los BRICs y los países en desarrollo, agrega un punto más a nuestros problemas con Brasil.
· Por último, la firma de un inopinado Memorándum de entendimiento militar con los Estados Unidos, parece que presionado por el Ministerio de Defensa, lo que nos aleja nuevamente de la mayoría de países de la región en la materia, es el corolario de estos errores.
Parece ser que todos estos temas fueron creando una creciente incomodidad en Rafael Roncagliolo, quien, sin embargo, no reaccionó sino que optó por ir encajando los golpes uno tras otro. De esta manera se configuró un Canciller débil, dentro de un gobierno débil, al que no le quedaba sino imitar a su Presidente que ha optado por moverse de acuerdo a las presiones que recibe. En esta dinámica su salida era nada más una cuestión de tiempo, que en este caso habría estado decidida por complicaciones de salud.
En lo inmediato hay una urgencia que reparar: el distanciamiento con los países de la región, primer círculo de nuestras relaciones exteriores y amigos a cortejar en esta coyuntura en la que esperamos un fallo trascendental. Este no es un tema de política partidaria sino de Estado y debiera ser asumido con esa urgencia y gravedad por la nueva Canciller. Esperemos que esté a la altura de las circunstancias.
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